miércoles, 25 de abril de 2012

Charles amigo... (2).


 Y aquí la segunda y última entrega del bueno de Charles. Recordad que ayer por la noche publiqué la onceava de Folgore, en la anterior entrada. Un saludo a todos, espero que os guste.




Se acercó a la entrada de la puerta con ánimo cauteloso. Lentamente, alargó la mano, para comprobar si estaba abierta. No había suerte. Alguien desde el otro lado dio un respingo cuándo el peso del ex-soldado hizo crujir una tabla del porche.
– ¡Muérete viejo cabrón! – Dijo la persona que estaba tras la puerta. – ¡No creas que nos asustas! ¡Somos una legión aquí dentro, gringo asqueroso!
Siguió gritando y lanzando imprecaciones. Cerca, por lo visto. Charles chocó los nudillos contra la puerta, como llamando.
– ¡Jajajaja! – Rió la voz, gozosa. – ¡Ahora el pinche cree que le voy a ab…!
Dejó de reír después de que el furibundo padre apoyara la Colt en la puerta, a una altura adecuada y disparara. Desde el otro lado, se escuchó la frase quebrada y el grito de espanto que lo siguió. Volvió a enfundar la pistola y sonrió, malévolo, mientras sacaba del bolsillo de su chaleco una barra oscura de la que sobresalían dos cables. Los conectó a un cebador manual, que llevaba un carrete doble.
La puerta voló sin encontrar resistencia por parte de las bisagras. Cayó dentro entre el estrépito de cristales rotos, gritos variados y el propio estruendo de la explosión. Entre el polvo y las astillas levantadas, apareció una gruesa forma, que se movía endiabladamente rápida. Sin pararse a analizar la escena, de izquierda a derecha soltó una ráfaga sin dejar de apretar el gatillo hasta que sus enemigos se habían escondido. O estaban muertos, con las entrañas desparramadas.
– Lo diré por primera y última vez. – Sentenció, iracundo. Estaba atento a todos los que continuaban quejándose. – Decidme dónde está, o traédmelo, u os mataré a todos.
Nadie respondió. Un par lo miraron incrédulos, otros no eran capaces de escucharle, como se veía por la sangre de sus oídos. Sólo el par que aún estaba en condiciones por disparar se dieron cuenta de sus palabras y vieron en su cara la veracidad de ellas. Y trataron de coger sus armas, inútilmente. La ráfaga los destrozó en el mismo sitio dónde se encontraban, convulsionando sus cuerpos. Los que pudieron huyeron torpemente, pero algunos cayeron por las nuevas ráfagas. Avanzó hasta uno de los heridos, al que ahora le corría una sombra oscura por el pantalón, incapaz de contenerse. Lo agarró por el cuello y le acercó el cañón de la pistola a la sien. Seguía atento al resto, por si las moscas.
– ¿Creo que no me he explicado bien, no? – Sonrió de nuevo, con una expresión espantosa. – Dime dónde está. O te juro por el altísimo que no respondo de mí mismo.
Aterrorizado, le comenzaron a temblar las piernas. No sabía nada más que balbucear. Con los ojos miró hacia las escaleras. El antiguo Ranger miró.
– Ah, claro. – Ejecutó al sicario. – Está arriba, qué típico.
Sin dejar de dar la cara hacia el interior, retrocedió con la ametralladora preparada, por si salía alguien más. Como efectivamente ocurrió. La m249 volvió a rugir en cuánto asomaron por la puerta superior, destrozando el marco y a los hombres que aparecieron tras ella.
– ¡Veo que seguís sin comprenderme! – Rugió de nuevo, subiendo con cautela las escaleras. – ¡No hay nada que podáis hacer! ¡Nada! ¡Excepto devolverme a mi hijo!
Se acercó a la puerta de acceso al pasillo superior. Asomó ligeramente un pañuelo y retiró la mano antes de que se la volaran. Sacó otra granada del bolsillo, cilíndrica. Le quitó la anilla y la hizo rebotar contra las paredes. Se cubrió tras la puerta y esperó la leve detonación y el suave siseo del humo saliendo. Corrió hasta la primera habitación, cubierto por la densa humareda. Estaba vacía, pero escuchaba voces en la siguiente, así que se le ocurrió una broma que les encantaría.
Al otro lado, atado en un sillón, estaba su hijo Erik. No podía gritar, ya que estaba fuertemente amordazado y tenía los ojos vendados, pero podía escuchar perfectamente el estrépito. Oyó que tocaban a la pared que tenía enfrente. Los sicarios y el narcotraficante se giraron hacia ella cuándo dejaron de tocar y ya la aporreaban. Un cuadro cayó y se hizo añicos contra el suelo.
Apenas los cristales dejaron de esparcirse por el suelo, dispararon a la pared sin control Aquí y allá, los matones y el narco vaciaban pistolas fusiles y subfusiles, con la esperanza de asesinar al intruso. Cuándo el silencio se hizo patente y nada más se escuchaba, sonrieron confiados.
Desde la puerta, les llegó un sonido escalofriante. El suave roce del cañón metálico contra la cincha de sujeción hizo que se les erizara el cabello de todo el cuerpo. Antes de que reaccionaran del todo, la ametralladora rugió, hambrienta. De izquierda a derecha, de nuevo, disparaba una y otra vez, en una interminable ráfaga que llenó la sala, desparramando sesos y tripas por ella. Excepto los del narco, que ahora temblaba en el suelo, con el arma a sus pies, incapaz de cogerla. Se acercó Charles, poniendo a su espalda el humeante m249 y sacando la pistola de nuevo.
– Y esto, es lo que pasa cuándo crees que estás por encima de la ley. – Le hablaba en voz baja, para que su hijo no lo escuchara. – Que llega un momento que cabreas al que de verdad está fuera de la ley. Porque… ¿quién me condenará? ¿Qué juez en su sano juicio, en el estado de Oklahoma se atrevería a condenar a un hombre que ha destruido a una importante banda traficante, para rescatar a su hijo secuestrado? No, nadie.
Le apoyó la pistola contra la sien, apretando con fuerza.
– Nunca pensáis a quién estáis jodiendo hasta que resulta que despertáis a Némesis. No te daré la oportunidad de rehacerte. No te daré la oportunidad de hacer más daño. Hoy, y quiero que me escuches bien, acaba tu vida. Serás el ejemplo para toda la escoria como tú. Mala suerte.
Lo último que pasó por su cabeza, fue una bala del calibre 45, que le abrió el cráneo cómo un melón maduro. Charles se levantó tras ejecutar al narcotraficante y se propuso desatar a su hijo. Las explicaciones vendrían luego, de momento sólo sentía la satisfacción de encontrarlo sano y salvo. Algo magullado, pero vivo y entero, al fin y al cabo.

2 comentarios:

  1. Vaya semanita de actualizaciones.

    Y digo yo... ¿Por qué tanta violencia?

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    1. Y más que voy a actualizar.

      Porque Homer así lo quiere. Nah, piensa que Folgore ahora mismo está lleno de explicaciones imposibles y tal vez un poco cargantes. Meto violencia en otro sitio y au.

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