viernes, 20 de abril de 2012

Encuesta y relato. ¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 2 (1 de 3)..

Zorpreza. La verdad es que pretendía escribir sobre la última escabechina de Warhammer en la que me metí. En ella, mis intrépidos Buzkadorez se pegaron contra una fuerza combinada de Tau y Tiránidos (¿¿??). Por su parte, mis xikoz decidieron aliarse con unos Eldar que pasaban por allá (¿¿??). Al final, no quedó clara la cosa, pero quedó patente que mis tropas son más peligrosas para ellas mismas que para sus enemigos. Y que los Tau son tan malos en lo suyo como los Orkoz, pero sin risas. Pero ya si acaso otro día, hoy vengo con una secuela de un relato fanfic de Star Wars y una encuesta.
La encuesta, dado que no puedo ponerla en Subcultura directamente, la pongo en mi blog, en la portada. Quiero saber qué relato de La Senda del Aventurero os gustaría que tuviera una semana entera de actualizaciones diaria. Ayer decidí que si las ganas de escribir no salían, las sacaría incluso con sacacorchos, así que elegid, que yo escribo. La encuesta está al entrar en la barra de la derecha y dice que quedan 6 días. Ignoradlo, queda hasta el domingo a las 12. Que ha de darme tiempo a escribir lo que elijáis. Sí que pido que aquellos que me leen, pero que no comentan habitualmente, que me hagan el favor de clickar una opción, para tenerlo claro.
Respecto a lo de las armas, que ahora le toca a la opción elegida por Darius. El Winchester y la conquista del Oeste americano, vendrá en breve, medio improvisada y con algunos datos sacados de aquí y allá. Si hubo un lugar y una época especialmente violenta, ésa es sobre la que tratará la siguiente entrega.
Bueno, dejo de marearos para poneros el relato, disculpad el tochaco (qué aficionado soy a dar disculpas y meter tochacos):



Era menos joven que la última vez que había corrido en solitario, allá en la cuarta luna de Yavin. Ahora parecía algo más musculoso y la camiseta sin mangas permitía ver que las cicatrices de su encuentro con los simios devoradores eran algo recientes, aunque habían curado bien. Llovía a espuertas, embarrando su carrera por la pradera de Dantooine, cerca del desfiladero de Cronchet, nombrada así por el desgraciado que tuvo la mala suerte de caer allí hacía un par de siglos. Su maestro le había dicho que corriera a su antojo por aquellas tierras de contínuas lluvias, a dónde lo llevara la Fuerza, pero que en algún momento, debía acercarse a las ruinas del antiguo puente que cruzaba Cronchet y saltar desde su borde. Para llegar al otro lado debía confiar en su conexión con la Fuerza y no pensar, así que casi desde que había salido a la lluviosa mañana, se movía por instinto.
Estaba completamente embarrado cuándo sintió la señal. No es que fuera precisamente sutil, ya que en el camino que llevaba habían algunos indígenas del lugar, poco desarrollados culturalmente, violentos con los colonos que tenían la desgracia de cruzarse en su camino. Así pues, torció a la derecha, saltando entre algunos peñascos, que habían sido trozos del puente cercano, o tal vez de algún edificio de los que poblaban el lugar en tiempos más antiguos. La piedra era resbaladiza, pero pudo aguantar el equilibro, merced de su entrenamiento, que ya duraba cuatro años completos, desde que abandonaran Coruscant.
El terreno se elevaba ligeramente mientras se acercaba al destrozado puente, del que no quedaba nada más que un muñón en cada extremo. Sintió cómo la hierba se aplastaba a sus pies, cómo dejaba de ser el terreno predominante, para dejar paso a una mezcla de acero y piedra, que le hicieron resbalar levemente, pero que sin perder el equilibrio, supo controlar. Corría ya, hacia el borde del saliente, consciente de que ninguna persona, ni siquiera una que ya había tenido que escalar entre andamios con apenas once años, podría saltar. Y sin embargo, cerró los ojos con suavidad, aceleró con el pelo empapado y desbocado y mientras extendía los brazos ligeramente por el impulso, saltó al vacío del desfiladero.

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