miércoles, 25 de abril de 2012

Folgore XII.


¡Y aquí lo presentamos! Espero que os guste el nuevo "personaje", porque hace tiempo que estaba pensando en él.


Fueron dos semanas de intenso trabajo, mientras Klaus se recuperaba de sus lesiones. Había ido un par de veces a verlos, con ese andar rígido que le confería el arnés y la misma sonrisa de siempre. Habían quedado en no decirle nada de Blitz hasta que hubieran terminado un primer prototipo, para que no objetara nada hasta que ya diera igual. El objetivo era mantenerlo a salvo dentro de la armadura hasta que pudieran mejorar Folgore para que fuera más seguro. Kurt había comentado que el joven usaba de vez en cuándo el campo telequinético como medida defensiva adicional, ante la imposibilidad de esquivar un golpe. Lo hacía de forma casi instintiva, así que decidieron añadir dos generadores quinéticos que ejercerían de proyectores de escudos, para no tener la necesidad de un blindaje físico mayor, aunque no dejaron de usar una aleación de titanio y wolframio con otros metales para el recubrimiento externo, por si en algún momento los sistemas no funcionaran como debían. Sería menos ágil, pero con el equipamiento que le estaban añadiendo sería una pérdida menor, en comparación con las nuevas capacidades.

Klaus estaba muy aburrido. No había podido moverse con normalidad en ningún momento y había requerido el uso de un asistente, pese a que le gusta su solitaria tranquilidad e independencia. El teléfono sonó de pronto, impidiendo que se durmiera del todo en el sofá. Luchó con todas sus fuerzas para incorporarse y por fin llegó hasta el aparato, que descolgó con urgencia.
– ¿Diga? Ah, Kurt, sí, dígame. – Frunció el ceño. – ¿Hoy? Sí, sí claro, no tengo problema. Aunque no puedo conducir, así que llegaré un poco tarde. Ah, gracias, no hacía falta, pero gracias. Bueno, ahora nos veremos allí.
Colgó extrañado. Kurt no lo había llamado nunca a su casa y menos tan animado. Aunque Kurt era amable y educado, de suave voz a pesar de su espeluznante aspecto de malo de película, no es que fuera precisamente el alma de una fiesta, si alguna vez había pisado alguna. Mientras esperaba al chófer que debía venir a recogerlo, se quedó mirando cómo atardecía, con todos los  barquitos surcando el lago con calma. Era uno de esos paisajes que relajarían a cualquiera, pero él estaba algo preocupado. No era el Kurt de siempre.

El chófer le había ayudado a entrar en el coche, aunque eligieran un todo terreno. Había blasfemado un par de veces al chocar el arnés contra la carrocería y al ponerse el cinturón no había podido sin ayuda. Si hubiera ido atrás, habría tenido más espacio, pero prefería una conversación más cercana, que desde detrás no escuchaba bien. Cuándo llegaron a la central de Lugano salió un excitado Kurt a recibirlos. Le echó una mano al bajar e incluso pagó una generosa propina al chófer, que se fue encantado. Guió el científico al millonario hasta la sala insonorizada, antes de abrir uno de los pasillos que llevaba a las cámaras de pruebas de acceso restringido. Allí sólo cuatro personas podían entrar, pero tan sólo vio a Sandro, que le estrechó la mano jovial, en medio de la penumbra general.
– Verá señor, hemos conseguido una mejora. – Comenzó el regordete científico, ante la cara de sorpresa del joven. – Siento el misterio, pero nos gusta impresionarle. Y sabemos que le gusta que le impresionemos.
– Hemos conseguido mejorar la capacidad energética enormemente, señor, aunque… – Kurt se paró un momento antes de seguir, inseguro de pronto, consciente de que habían actuado sin permiso. – Eh… Bueno, aunque ha habido que replantear por completo el sistema.
– ¿Eh? ¿Qué…? – Comenzó Klaus, incapaz de reaccionar.
– Quiere decir señor, que hemos rediseñado el traje. – Sonó la voz de Johann, metalizada, en algún lugar de la oscuridad de la gran cámara de pruebas. – Es más grande, pero estoy más que seguro que no supondrá ningún problema, en cuánto lo vea terminado.
– ¿Más grande? – Comenzó el empresario, buscando la fuente de la voz, inútilmente. – Johann, alguien, me lo podrían decir sin más preámbulos?
– Oh, claro que sí. – Dijo, mientras un suave pitido indicaba que los sistemas de repulsión se habían conectado. – Enseguida me acerco, aunque no puedo salir entero de la sala.
– ¿Tan gr…?
Lo interrumpieron las luces, que lo deslumbraron y no le permitieron enfocar la enorme sombra que se acercaba flotando hacia él. Era humanoide, seguro, pero no veía nada.
– Creemos que puede alcanzar el Mach 2 sin demasiados problemas. – Dijo Kurt, emocionado. – Y su autonomía es mucho, muchísimo mayor, mientras no se sobrecarguen los sistemas.
– Y le aseguramos que no es fácil sobrecargarlos.  – Sandro continuó, sonriente como siempre. – Aprovechando que nos sobra muchísimo espacio, hemos aumentado su eficacia y rendimiento, además de que su resistencia al estrés por el uso es mucho mayor que con Folgore.
– ¿No es un Folgore? – Preguntó Klaus, abriendo mucho los ojos.
Debía de medir entre tres metros y medio y cuatro. Tenía un aspecto un tanto raro, con el esqueleto mecánico y los conductores eléctricos a la vista. Dentro de las barras de titanio había una cápsula de aspecto resistente, dónde acababa todo el circuito. Desde el sarcófago, Johann manejaba el aparato.
– No señor. – Dijo, con esa voz metálica espeluznante. – Ésta maravilla es Blitz.

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