martes, 24 de abril de 2012

Folgore XI.


 Ni imaginar podéis la sensación de triunfo que me embarga ahora mismo. Creo que lo de la votación y la promesa de la semana de actualizaciones diarias me ha venido bien. No me estoy sentando lo que me gustaría para escribir, pero cuándo lo hago, me sale casi sólo. Lo que viene dentro de unas cuantas entregas espero que sea uno de los momentos más espectaculares desde que comencé con Folgore.
Por cierto, dos cosas. La primera es mi disculpa por el tochazo "técnico" con éste trío calavera. Es una entrega de transición, para mostrar cosas y algo explicativa. Precisamente, porque quería hacer lo que leeréis en breve y porque de vez en cuándo hay que hacer algo así.
La otra cosa, es que tened en cuenta que no soy científico. Soy curioso hasta el extremo y me leo lo que sea por puro placer (física nuclear incluída), pero la aplicación que pueda dar, no se ha de tomar como algo realista. Así que no lo hagáis. Y no seáis muy críticos con ello, recordemos que es un mundo dónde la gente vuela, tiene superfuerza y además las esfinges se levantaron de las arenas del Sáhara para volver a trotar por sus dunas. Es ficción fantástica.

 (Mañana por la mañana, seguiremos con Charles, que hoy es muy tarde).




Estaban los tres científicos en la sala insonorizada del edificio de Industrial Glucciani, trabajando en las mejoras de Folgore. Estaban algo estresados, porque no había forma de lograr una fuente de energía estable y potente, lo suficientemente pequeña para colocar en el traje. Las conexiones de plata eran la única opción viable por el momento como conductor, así que se centraban en mejorar las baterías y aumentar el rendimiento de los sistemas.
– Podríamos volver a fabricar el traje de tela, pero añadiendo dos capas más. – Sandro, pasándose la mano por la calva, exponía una posible solución, aunque no lo tenía del todo claro. – Una capa formada por células fotorreceptoras, que tal vez podrían suplir parte del gasto de la batería. Y otra capa de kevlar transparente, para reforzarlo.
– Uhm, igual es demasiado restrictivo, contando con las protecciones que ya usa. – Terció Kurt, mirando sus papeles. – Podríamos hacer un poco más gruesa la última capa y retirar algunos de los refuerzos interiores, para aligerarlo y que no sea tan incómodo.
– Lo de las receptoras está bien. – Se metió Johann, el más joven de los tres, con las gafas deslizándosele hasta la punta de la nariz al echar un vistazo a los stocks que poseía la empresa. – Evidentemente, las baterías podrían recargarse durante el rato de Sol y dotarle de más autonomía.
Aunque Klaus quería más velocidad, también habría que pensar en la autonomía, que a pesar que para un uso estándar era adecuada, con una duración de batería de hora, y llevaba diez, que no le estorbaban. El problema del sistema es cuándo se le sometía a estrés, como acelerar por encima de la velocidad recomendada o combatir contra casi cualquiera. Los últimos acontecimientos les habían demostrado que el sistema en un combate prolongado no era tan buena solución. Sobre todo en el cambio de baterías, pues la interna sólo tenía energía suficiente para uno o dos minutos de rendimiento estándar o bajo. Con toda la potencia conectada, apenas dispondría de veinte segundos, en los cálculos más optimistas. Y en los más pesimistas podría desconectarse casi inmediatamente.
– Deberíamos mejorar el sistema de cambio. Propongo situar la bahía de conexión en el centro y que cambie automáticamente cuándo se acabe, en un cinturón estanco. – Dijo el científico, sin dejar que sus dos compañeros terminaran de pensar en lo de la recarga. – Igual podríamos ponerle baterías mayores, cubiertas por el propio traje.
– Sí, es buena idea. Las tres lo son. – Kurt apuntó su aguileña nariz en dirección al joven, que sonrió tímidamente. – Pero hay algo de lo que me gustaría hablaros.
Ambos científicos lo miraron expectantes. Sabían que Kurt había estado más pensativo de lo habitual los últimos días y eso significaba que les iba a proponer alguna cosa nueva.
– Sé que al señor Glucciani le gusta Folgore tal y cómo está, pero dadas sus experiencias, hemos comprobado que no tiene suficiente protección para los desafíos habituales. – Abrió su carpeta, con algunos bocetos sencillos, seguidos de hojas y más hojas con cálculos y anotaciones. Se los pasó a sus colegas. – Folgore es un ejemplo de miniaturización excelente. Cualquiera de sus componentes, medían metros antes de trabajar seriamente con ellos. Aquí os propongo integrar sus sistemas en un entorno protegido más grande, para aprovechar el espacio sobrante.
– Seguiremos necesitando una fuente de energía, además de que es más peso. – Terció Sandro, que no estaba del todo convencido, aunque sí que apoyaba la idea de un aparato más grande en el que trabajar. – Y el peso es lo que más nos estorba, aparte del tamaño.
– Ya había pensado en ello. Y se me ha ocurrido una forma de librarnos de las baterías, aunque no son un mal sistema de apoyo. – Aunque habría que encontrar la forma de encastrarla, podríamos intentar usar una cámara Catatumbo. Sería cómo si estuviéramos animando al monstruo de Frankenstein, pero con una fuente propia de rayos.
– Lo veo un poco complicado. Una cosa es un edificio que se dedique a la producción de energía de esa forma y otra es acoplárselo a un sistema personal. – Johann revisó todos los datos, admirado. Pero el punto del tamaño no lo acababa de ver. – No sé hasta que punto hacerlo más grande es una solución al problema.
– Creo que con el espacio que tenemos de sobra podríamos hacer una miniatura. –Sandro seguía algo escéptico, pero la idea le gustaba lo suficiente como para plantear posibles soluciones. – Teóricamente en un tamaño menor, no deja de funcionar, el problema es que esto es incluso demasiado pequeño… Pero bueno, también todo era demasiado grande para ser posible hasta y sin embargo aquí está.
– Bueno, dada la cantidad de dinero que se desvía a la investigación de Folgore, no pasaría nada si cogemos un poco para éste. – El joven había decidido al menos intentarlo. – Dado que todo depende de la energía, miniaturicemos todo lo posible una cámara de Catatumbo. Y después construimos alrededor.
– Me parece buena opción. – Sandro se levantó, señalando una de las anotaciones. – Me gusta el nombre de Blitz y además es adecuado.
– No lo había pensado como nombre, sino como concepto. – Kurt sonrió, halagado. – Pero sí, también creo que es adecuado. Blitz entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario