domingo, 28 de octubre de 2012

Adivinad quién ha metido la pata.

Sí, lo estáis pensando bien. Un servidor ha metido la gamba hasta el muslo (aunque no hasta la huevera, que me he dado cuenta a "tiempo") y ahora toca darse caña. Llevo días sin publicar nada realmente nuevo porque estaba ya en la entrada 199 del blog. La 200 trae una pequeña sorpresa e inmediatamente comenzaría una nueva "era" para la Senda del Aventurero.

Pero me he dado cuenta de que los borradores de post que no llegarn a publicarse también cuentan para blogspot en el cómputo de entradas. Resúmen: Llevo 194 entradas, lo que quiere decir que debería haber seguido publicando con cierta normalidad opiniones, relatos y cosas así. Pero cómo he visto que tenía tiempo hasta que me entregaran el texto que necesito para la 200, me dediqué a otros quehaceres. Que no está mal, porque he adelantado en otras direcciones, la verdad y mucho, pero siento haberos descuidado, la verdad. No haré una de esas promesas que no voy a poder cumplir, pero ando hasta el cuello de faena por hacer y no es plan de hacer más el gilipollas. Así que de nuevo lo siento, no va a haber ronda de entradas diarias, o similar. Símplemente me ceñiré al horario hasta la 200. En esta daré una pequeña sorpresa (daremos, técnicamente) y habrá un ligero cambio de horarios ("Libertad" se mantiene, calma) pues las tres semanas dedicándome a publicar con regularidad me han sentado muy bien y es hora de dar el siguiente paso y seleccionar el martes para publicar otra cosa que ya lleva tiempo quemándome en el disco duro y en la conciencia.


El Jueves (creo que era el Jueves) entrada doble de "Libertad", para compensar. Entran dos personajes nuevos y yo cada vez me doy cuenta de lo grande que se está haciendo la plantilla de personajes. Me encanta.

Gracias por vuestra siempre querida atención y siento no haber publicado. Todo culpa de Blogspot, he dicho.

jueves, 18 de octubre de 2012

Libertad 5. Dulce emancipación.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.



Salieron a la tranquila tarde de Coronet. Ya no estaban los matones de antes e Ilvael además estaba satisfecho. Había conseguido por bastante poco una adquisición de primera línea; tenía que remojarlo.

–Te das cuenta de que si le llevas la contraria te puede desintegrar los huevos, ¿verdad? –Jeriaebrek, como siempre, pensativo–. Ya la has visto en acción y te ha dicho por qué la expulsaron.
–Calla aguafiestas –terció el twi’lek, sin perder el buen humor–. Vamos a visitar el garito de Rukk’ak’atesh, que hay un tipo con el que quiero hablar.
–Me llevas por unos sitios tan bonitos –chanceó Jeriaebrek, incapaz de reprimirse–. Creo que voy a ponerme romanticón.
Caminaron por las abarrotadas calles que vomitaban vapor y humedades por todas partes, haciendo del paso una proeza asfixiante. Tras muchos recodos, intentos de atraco y un particularmente embarazoso malentendido, llegaron a una puerta diminuta guardada por un ser enorme. La mole de músculos, cubierta pelo rojizo estaba erguida y no parecía hacerle mucha gracia estar allí. Su cara, ancha y poderosa, coronada por dos grandes cuernos, se encontraba en perpetuo asqueo.
–Buenas Erecnar –dijo Ilvael, dirigiéndose hacia el gigante, que se puso a cuatro patas para escucharlo mejor–. ¿Cómo va el turno?
–Espantoso señor I, espantoso –comentó el cuadrúpedo, con faz de estar llevando realmente un mal día–. Le digo al jefe que le prepare su sitio de siempre en un momento.
–No, no tranquilo. Si yo lo quiero hablar contigo –lo paró, antes de llamar por el comunicador–. De negocios.
–¿Negocios? –dijo, con ese acento que se le pone a gente cuando le hablan de dinero–. ¿Qué negocios?
–Verás muchacho, necesito a alguien de tu talla –Ilvael se le acercó para pasarle una pequeña nota–. Cobrarías esto.
El chandersi cogió el papel y lo miró. Puso caras.
–De verdad, ¿tienes que ser tan peliculero? –le dijo Jeriaebrek–. ¿No podrías haberle dicho sus posibles honorarios de viva voz?
–¿Y que se me eche encima medio Barrio Azul? –respondió hosco el artesano–. Ni de coña.
–Pero, que yo recuerde, usted no tenía nada más que un taller en la zona más... –paró un momento, dudando de cómo seguir la frase–. tranquila de la ciudad.
–Sí, lo sé, pero no es...
–Y mi problema con esto es que se ha hecho demasiado aburrido –se lamentó, mirando a los transeúntes–. Nadie intenta propasarse desde que me conocen.
–Por eso, si me dejas terminar, no te propongo un trabajo de port...
–No me voy a poner a aprender a...
–¡No, no es para que trabajes conmigo en el taller! –Ilvael tenía prisa y no tenía ganas de quedarse mucho rato por allí parado–. ¡Te ofrezco un buen sueldo a cambio de servir cómo oficial de seguridad en una nave!
A su alrededor cientos de rostros se giraron. Erecnar había golpeado a muchos de ellos, incluso usando a otros, así que la posibilidad de que desapareciera de una de las zonas más peligrosas del Barrio Azul (que ya es decir) era una esperanza para muchos. Y la ruina para su jefe. El cuál se asomaba ahora para indagar lo de aquellos gritos y había escuchado parte, así que estaba extremadamente pálido, lo cual es muchísimo para un wooostoide.
–¿Me dejas? –dijo, más aterrorizado que afligido–. ¡Me harán pedazos el local!
Se le quedaron mirando todos. Ilvael, Jeriaebrek, Erecnar y la multitud expectante y esperanzada que observaba el drama. Supusieron que no sería sólo el local, a juzgar por las sonrisas que los rodeaban.

–¡Te pagaré el doble! –gritó su jefe, consciente ya de que daba lo mismo. Si Erecnar se iba, sería wooostoide muerto–.

–Ya me va a pagar el doble.
–¡Entonces el triple!
–¿Considera que valgo el triple? –dijo Erecnar, enarcando una ceja–. ¿De veras, señor Eastaal?
–¡Por supuesto que sí!
–En ese caso, ¿porqué no me ha pagado siempre el triple de lo que me paga ahora?
Eastaal sintió que un pozo se abría bajo sus pies. Un pozo profundo, oscuro y lleno de cosas serpenteantes. El tono de Erecnar no sugería su habitual ingenuidad, sino el tono de alguien que llevaba esperando un tiempo un pretexto y ahora no sólo lo tenía, sino que iba a disfrutar de ello.
–Porque podría haberme pagado el triple desde el principio –dijo, con una voz calmada, pero más dura que el acero–. Así ahora Ilvael no tendría tanta oportunidad.
–Eh... yo, yo no sabía... –el dueño de la cantina se estaba desmoronando y parecía punto de orinarse encima–. O sea, te dí un trabajo.
–Un trabajo mal pagado y sin contrato –añadió el chandersi, sin apartar la vista de su posible nuevo contratante–. Sin extras ni seguro médico. Lo cogí tan sólo porque en Coronet es muy complicado encontrar trabajo si no tienes aspecto humano.
–Conmigo tendrás todo eso y más –dijo el artesano, mientras su amigo asistía divertido a la escena–. Plus por peligrosidad, a encargo hecho y por productividad y además, las juergas corren de mi cuenta. Y tenemos un médico, aunque si hace falta podemos pagarte uno más especializado.
–La verdad es que tu oferta me interesa mucho más –había pasado a tutear sin que nadie se diera cuenta. Era muy hábil haciendo eso–. ¿Qué tipo de peligrosidad?
–La que provoca que vayamos fuertemente armados.
–Me gusta.
–¿Y yo qué haré? –continuó con sus lamentos Eastaal, al ver que nadie le hacía ya caso–. No puedo continuar con mi negocio si nadie lo defiende. ¡He insultado a demasiada gente confiando en que éste me defendería!
“Éste” se volvió hacia él, lentamente, con cara de muy pocos amigos. Acercó su rostro poco a poco hacia el del wooostoide, que reculó aterrorizado al ver a la mole acercarse y se aterrorizó aún más al darse cuenta de que había cerrado tras de sí y que se abría hacia fuera. Ya no tenía sitio dónde retroceder y tras un par de espantosos segundos, Erecnar sonrió. Era una sonrisa ancha, que mostraba todos los dientes, así que la estampa era aún peor. La sostuvo un par de segundos antes de volver a girarse.
–Acepto la propuesta –comentó, ignorando decididamente los suaves sollozos de su ex-jefe–; ¿cuándo empiezo?
–Pues necesito que aprendas a usar algunos de los sistemas –dijo Ilvael–, así que me vendría bien lo antes posible.
–Bien, mañana nos veremos en su taller. Aún tengo que terminar mi turno aquí –se giró a medias–. ¿Porque me lo va a pagar, verdad?
El wooostoide musitó una respuesta afirmativa. No estaba muy seguro de llegar a la semana siguiente, así que le daba todo un poco igual.
–Hnnn... Casi mejor, ven mañana a éste lugar. –le pasó un datapad–. ¿Podrás llegar?
–Sin problemas.
–Muy bien, tengo algunos asuntos extra que resolver, mañana hablaremos.
–Por supuesto, mañana nos vemos.
Quedaron solos el chandersi y el wooostoide. Erecnar estaba contento de poder viajar a otros lugares y sobre todo, muy contento de quitarse de encima a aquél soberano pelma.






Hoy no llevo retraso, lo cuál me alegra enormementi. Aquí podéis ver la presentación de Erecnar Roster. (pincha en el enlace para ver el boceto). Se trata del personaje creado por zeentury un chandersi, especie de su creación también.

Por otra parte, recordad que el Emancipador aún busca tripulación, así que si queréis animaros sólo tenéis que Clickar aquí y postear vuestra idea.

martes, 16 de octubre de 2012

El crucero Emancipador sigue necesitando tripulantes.

Aunque había considerado que ya quedaba cerrado del todo, también había tenido en cuenta que soy más que capaz de sacarme yo solito los personajes que quedan. Pero estoy bastante agobiado (perro) tengo mucho por hacer (rascarme los reales pendientes), así que hasta que despegue, mientras sigo escribiendo las entradas de presentación aún podréis introducir personajes hasta que el cupo esté lleno. Si ya tenéis a uno y queréis meter a otro, perfecto, ya no hay ningún tipo de restricción. Recordad que vale casi cualquier cosa, excepto sensibles a la Fuerza.

Campaña de reclutamiento del Emancipador. Ahí lo explico todo con más detalle. No hagáis caso de las fechas, que hay nuevas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Libertad 4. Dulce emancipación.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.




Avanzaron sigilosamente hasta un recodo, de donde salían voces airadas y un hombre lloriqueaba con las manos en la entrepierna. Se asomaron con cautela a la esquina y se sorprendieron mucho de lo que vieron al otro lado; una mujer de grandes ojos verdes y rubia cabellera, que estaba plantada en toda su pequeña grandeza ante cuatro amenazadores hombres. Más bien tres amenazadores hombres y un pobre desgraciado que acababa de comprobar por qué no hay que acercarse a una delgada mujer que sujeta un soplete de fusión con el ánimo de usarlo.
–¡Maldita bruja! –escupió uno de ellos, sin apartar la vista del chisporroteante aparato–. ¡Veníamos a que nos devolvieras el dinero, pero ahora pasaremos un buen rato a tu costa!
–No os voy a devolver nada, bastardos –dijo ella, sin arrugarse–. ¡No me pagasteis por el calibrador de fuerza!
Hubo un momento de duda. El que parecía el líder de ellos miró a los otros sin llegar a creérselo.
–¿De qué coño hablas? –dijo, todavía sorprendido–. ¡Te pagamos para que nos reforzaras los conductos de escape de nuestras swoop y ayer explotó una de ellas!
–¿Ah sí? –dejó la de mantener guardia, mientras trataba de recordar, hasta que se le iluminó la cara, aliviada–. ¡Claro! ¡Vosotros me pagasteis bien lo acordado! ¿Quién coño me debe dinero?
Los matones no daban crédito a lo que sucedía. Los gritos del caído habían cesado y tan sólo lloraba desconsolado ya. Por su parte, Jeriaebrek habia comenzado a escalar la pared con gran habilidad a pesar de su edad. Ilvael y él habían ideado una pequeña treta para sorprenderlos a todos.
–¡Me da igual quién no te pague! –estalló por fin el matón alfa, fuera de sí completamente–. ¡Nos vas a pagar lo que le has hecho a Yon! ¡Ayudadme a sujetarla!
Avanzaron los tres, dos por los flancos y el líder por el medio. Por su parte, la joven agitó de nuevo el soplete, pero el matón le agarró la mano, mientras el otro la hacía tropezar. Sin embargo, ella soltó la herramienta en la cara del de su izquierda, que gritó de dolor y se apartó con violencia. Aprovechó ella para agarrar un trozo de palo y golpear al líder, que la había cogido de las piernas y luchaba por abrírselas. Después de dos golpes en la cabeza, aflojó un poco la presa, lo suficiente como para darle una patada en el hombro. Sin embargo, el que sujetaba su derecha le arrancó el arma de las manos y apresó su otra mano. El líder terminó de colocarse dolorido.
–Ahora verás, puta de los cojones.

–¿Disculpen? ¿Disculpen señores? –Ilvael había aparecido con mucha calma al ver que las cosas se ponían tan feas–. ¿Qué está pasando aquí?

Ambos le miraron, sin soltar a su presa. Vieron que llevaba un tubo largo y de siniestro aspecto. Lo empuñaba cómo si se tratara de un arma.
–No la sueltes –dijo, a su subordinado, que apretó con más fuerza–. Mira anciano, más te vale que vuelvas por dónde has venido, o mi banda se encargará de hacerte sufrir. Yo te haré sufrir.
–No, no lo creo –comentó, antes de alzar y apuntar–. Dejadla.
–Viejo, eso es un tubo. No nos engañas.
Ilvael se sintió abatido. Miró disgustado el trozo de plástico negro y lo tiró a un lado con cara de fastidio.
–Cielos, pensé que no había tanta luz –dijo, llevándose las dos manos a los bolsillos de la cazadora–. En todo caso, no estoy desarmado.
–¿Y qué vas a sacar, un trozo de desagüe? –chanceó el motero, mientras se ponía un puño corelliano en los nudillos–. Estás jodido, viejo.
–¿De veras crees, mocoso impertinente que voy a venir desarmado al barrio Azul?
Algo hizo un leve ruido detrás. Jeriaebrek había saltado con suavidad hasta la joven y el otro matón que quedaba entero. Con la misma suavidad había cogido al matón de las solapas y lo había lanzado contra el que se retorcía en el suelo agarrándose la cara.
–Otra cosa, es con qué esté armado –dijo Ilvael, mientras se acercaba al matón, que había retrocedido en dirección a la pared–. Porque con él, no suelo necesitar muchas armas. Ninguna, de hecho. Y ahora, ¿te parece que te atice un rato?

El motero le lanzó un directo a la cabeza, que Ilvael desvió con facilidad. Agarró el brazo y lo retorció, hasta que el matón besó el suelo. Antes de que se repusiera, con un único golpe, le partió el codo. Ni siquiera gritó, porque no podía articular palabra de lo sorprendido que estaba. Y antes de que pudiera siquiera empezar a llorar por su codo reventado, una mano le levantó la cara un un puñetazo rapidísimo lo noqueó.

–Ya está bien, Ilvael –dijo, mientras ofrecía una mano a la joven y la ayudaba a levantarse–. No creo que intente nada más.
–Es imposible divertirse un poco cuándo voy contigo –estaba arrodillado junto al inconsciente, quitándole el puño corelliano–. Vaya, es una buena pieza. Y no la ha llenado de oro ni calaveras ni mariconadas similares. Me la quedo.
Se quedaron en silencio un momento mientras ella se arreglaba la ropa, que se le había descolocado. Sin decir una palabra, agarró su soplete de fusión y pateó la entrepierna del que había derribado Jeriaebrek. Después, con una curiosa sonrisa en su cara, se giró hasta llegar a los dos hombres, que la miraron con un poco de desconfianza. Habían escuchado la conversación y aunque ellos no deberían haber actuado así, no se les pasaba por alto que le había frito los huevos a uno de ellos por un despiste.
–Supongo que tendré que darles las gracias –dijo, con una voz suave y un poco extraña –. Jejejejejejeje. ¿Quieren pasar?

El lugar era amplio, mal ventilado y muy bien iluminado por docenas de luces. Tenía una gran puerta de garaje, varias motos swoops aparcadas y entre los montones de casquería mecánica, se avistaba la proa de un Z-95. En un rincón, alejada de las mesas de trabajo y las herramientas, había una cocina, con fogones limpios y varios trastos para hacer comida suficiente como para subsistir.

–¿Té o café? –dijo ella, mientras sacaba lo adecuado–. Me temo que no tengo muchas variedades.
–Con un café estará bien, gracias –dijeron ambos a la vez. Eran de gustos fijos.
Puso a calentar agua, mientras rebuscaba a la caza de las bolsitas adecuadas.
–¿Dónde se habrán puesto las muy puñeteras? –dijo, distraída–. Vamos, salid, que nadie os va a echar agua hirviendo por encima. ¡Jajajajajaja! Ilusas...
Ambos se la quedaron mirando con una mezcla de sorpresa y terror a lo desconocido. Mientras, ella encontró lo que buscaba y rió de nuevo cómo una maníaca, antes de dedicarles atención de nuevo.
–Me llamo Zetha –dijo de pronto, cómo si se acordara de pronto de las convenciones sociales–, pero de momento, Señorita Greusse.
–Él es Jeriaebrek, a secas –dijo Ilvael, con cierta guasa–. Por mi parte, Ilvael, pero de momento, Don Ilvael.
–¿Don? ¿Qué eres dos colas, un mafioso?
–¿Eh? –Ilvael no sabía por dónde tirar. Aquella conversación lo había cogido desprevenido–. ¿Qué?
–Mi tonto amigo, lo que viene a decir es que se llama Ilvael –concilió Jeriaebrek, que había tenido bastante de aquello–. Decía antes de entrar que se dedica a arreglar lo que encuentra y que esos hombres venían a hacer una reclamación.
–¿Hombres, reclamación? –Zetha paso sus enormes iris esmeralda de uno a otro, confundida, hasta que comprendió–. ¡Ah! Sí, claro. Esos hombres estaban acusándome de algo que no ha pasado. A ellos. Creo.
–Ya veo... –Ilvael no dejó que los disimulados codazos de su amigo le impidieran preguntar–. ¿Y siempre es así de, digamos, despistada? ¿O no está loca desde que era una zagala?

La última frase del artesano se quedó en el aire. Parecía que el ambiente se podía cortar con un cuchillo sin filo. Fácilmente. Ella se le quedó mirando con toda la calma del mundo, como si no fuera con ella el comentario y estuviera esperando a que dijeran algo. Al antiguo jedi le dio un mal pálpito y empujó sigilosamente usando la fuerza el soplete de encima de la mesa. Con cuidado, lo bajó hasta el suelo y lo metió debajo del mueble, por si las moscas.

–¡Qué va, hombre! –gritó, de pronto, provocando que ambos hombres saltaran en la silla, con el corazón en la tráquea–. ¡Mi estado es completamente normal, si consideramos..!
Se calló de pronto, al oír la tetera silbando como loca. Fue para allá mientras los dos amigos se reponían y recuperaban la compostura perdida.
–¿Consideramos? –Se aventuró a decir Ilvael, con cara de circunstancias–.
–¿Eh? Ah –parecía despistada, con la tetera en las manos y vertiendo el agua en las tazas frente a ellos–. ¿Azúcar?
–Sí, por favor –dijo Jeriaebrek, cogiendo su taza al ver que Zetha se daba la vuelta. La olió y se giró a Ilvael–. Es poleo.
Ilvael inclinó la cabeza para mirar, pero se enderezó antes de que se girara.
–¿En qué estaba? –dijo Zetha, mientras volvía con el salero, lo dejaba y agarraba el azucarero–. ¡Ah, sí! Los vapores.
–¿Eh?
–Solía ser ingeniero en un buque de guerra –dijo, para sorpresa de sus dos invitados–. En un crucero ligero, el Céfiro.
–Qué nombre tan raro para un crucero imperial.
–Lo sé. Pero era rápido y muy maniobrable, a pesar del tamaño. Un Bayoneta precioso, de imponente línea y contundente armamento.
–¿Y cómo es que estás aquí? –Jeriaebrek estaba realmente interesado. Y además, le gustaba el poleo–. ¿Expulsada?
–¿Aquí? –preguntó extrañada Zetha–. ¿Dónde he ido?
Se hizo un silencio incómodo.
–¡Aaah! –hizo ella, al darse cuenta–. Bueno, tiene algo que ver que le partiera una llave en la cabeza a un oficial...
–Ya.
–Y que luego aplicara el soplete en su...
–Vale –los dos se retorcieron en sus asientos–.
–Fueron muy desagradables conmigo, así que tuve que hacerlo –suspiró, aparentando cordura por un momento–. Me licenciaron con deshonor, aunque siendo mujer me podría haber pasado algo peor, pero claro, cómo mi familia tiene algo de peso...
Ilvael y Jeriaebrek cayeron a la vez en la cuenta. Greusse era una importante familia coruscantí, de mayoría humana y que había estado siempre muy ligada a la Armada Republicana. No se habían dado cuenta, pero aquella muchacha bien podría ser un as en su campo.
–Tengo un trato para usted, señorita Greusse –dijo Ilvael, sonriendo–.



Con un día de retraso os traigo la nueva entrega, presentando a Zetha Greusse, personaje creado por Platov para el Emancipador. Muchas gracias por tu colaboración, espero que te guste la presentación.

Por otra parte, me estoy dando cuenta de que igual son un poco largas, pero mantendré el formato, para dejaros a todos igual.


Por cierto, como podréis ver arriba, ha cambiado la cabecera. La imagen está sacada del juego Mount&Blade: Warband con el mod Brytenwalda, que sustituye el mapa de juego original por la Gran Bretaña del siglo V. Muy recomendable.

En pequeñajo para subcultura y a tamaño natural para Blogspot.

jueves, 4 de octubre de 2012

Todos con la Marca del Este

Leo esta mañana en el blog de Pifia d100 la putada que les ha ocurrido a los creadores de la Marca del Este. No tengo mucho tiempo, así que os dejo con la noticia directa en su blog.

Después intentaré editar para comentar algo, pero no prometo nada.

martes, 2 de octubre de 2012

Libertad 3. Dulce emancipación.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.


-¡Disculpad! -Se acercó, aminorando la velocidad porque las caras que pusieron eran inequívocas.
-No, no queremos otro maldito ungüento milagroso. -Nomaie había sido asaltada por varios vendedores y uno ya se había llevado un regalito a casa.
-No se trata de un ungüento ni nada similar, pero soy médico y sé que le pasa a vuestro amigo.
La joven y el ex-jedi se miraron un momento y a la vez se volvieron hacia Ilvael.
-¿Quieres que te atienda? -Dijeron a la vez.
-¡Lo que sea, pero que lo haga ya!
Sin decir una palabra más, se acercó hasta su espalda, le agarró con firmeza de la cadera y metió el cuello bajo la axila. Justo cuándo Ilvael pensaba que era un farsante, estiró poco a poco, con fuerza y decisión, hasta que se pudo escuchar el perceptible crujido de su columna. El twi'lek dio un grito corto y uno un poco más prolongado, pero más suave cuando el joven médico mantuvo el estiramiento mientras tocaba en la zona que estaba afectada. Cuándo notó lo que buscaba, dejó de hacer fuerza y se retiró poco a poco, con una mano en el hombro de su paciente, por si tenía que sostenerlo.
-En principio ya no debería doler tanto. -Dijo, mientras lo soltaba y le miraba a los ojos directamente. -O sea, te va a seguir doliendo, pero no será tanto y en un par de sesiones debería pasarse.
-Pues... -Se masajeó la espalda. Y sonrió. -Pues es cierto. No duele, bueno, no como antes. ¡Y yo pensando que sería una tontería! ¿Cuánto te debo?
-No, nada por favor, hice un juramento y trato de ceñirme a él. Aunque a veces no pueda. -Dijo entre dientes, desviando ligeramente la mirada.
-¿Cómo?
-Nada, nada.
-Bueno, al menos permite que te invite a una buena comida. Pareces famélico y cualquiera diría que algo asustado.
-Yo... eh bueno, la verdad es que me han... me han robado.
-¿Robado? ¿Y secuestrado no? Porque tienes pinta de llevar un par de días sin comer.
-Yo eh... No... -Era incapaz de inventarse nada. Estaba desarmado.
-Papá, no tiene porqué contar nada. -Se giró hacia él y exhibió una mirada extraña. -Todavía. Claro.

Habían dejado que Nomaie se llevara a casa a su mascota con el deslizador, mientras ellos entraban en una cantina cercana. Se trataba de un oscuro antro, a recomendación de Jeriaebrek, que decía que además de estar tranquilos y de tener buena comida, habría un poco de espectáculo. No iban a quedar defraudados.

El “espectáculo” en aquella tasca que olía a especias de mil mundos era un pequeño recinto envuelto en malla metálica, dónde dos personas combatían a golpes. Tenía mucho aspecto de no ser del todo legal, pero entretenía a los clientes y las apuestas corrían que daba gusto.
-Y... ¿Esto es un buen sitio para comer? -El médico no se lo creía. -Porque me da la sensación de que nos fueran a acuchillar.
-Tranquilo, no hay problema. Si se dedicaran a dejar que los clientes fueran acuchillados, no tendrían clientela.
-Y bueno, aquí nadie escuchará lo que no quieres que se oiga. Allá afuera parecías nerviosillo. -Ilvael adelantó la mano para coger su bebida y dio un sorbo. Tosió ligeramente cuándo el picante le abrasó la garganta.
-No, yo no...
Sus interlocutores le miraban de una forma inequívoca. Estaban deseando conocer alguna escabrosa historia. Y no los defraudó.
-Mi nombre es Kenghiro y soy médico. Bueno, o lo era hasta cierto día. Se estaba tirando un farol que no sabía cómo demonios le salía. -Uno de mis pacientes enfermó de forma inexplicable y murió. Me acusaron de mala praxis, pero sé que no cometí ningún error. El problema es que la familia del paciente es bastante poderosa y he tenido que huir.
-Bueno, reconozco que sería peor. ¿Hay recompensa por tu cabeza?
Dio un respingo en el asiento y sudó frío inmediatamente. Pero se relajó en seguida.
-Tranquilo Kenghiro, tranquilo. -Sonreía conciliador. -Me llamo Ilvael y éste es mi buen amigo Jeriaebrek.
-Encantado Kenghiro. -Lo tenía calado. De él no se pueden esconder los pensamientos. Al menos no sin esfuerzo. -Ten cuidado porque me temo que el señor achaques te va a hacer una proposición indecente.
-¿Eh? ¿Qué?
-Joder Jeria, eres un aguafiestas. -Inmediatamente puso cara de negocios, que venía a ser con los lekku cruzando su pecho y sonrisa neutra. -Verás, estoy reuniendo tripulación para una nave. Grande. Se trata de un transporte y no tengo oficial médico. Realmente, todavía no tengo ni tripulación. Si quieres ese puesto, es tuyo con sueldo habitual y extras por rendimiento mensual.
-Eh... ¿Una nave? ¿Oficial médico en una nave? -Era la oportunidad para salir de allí, pero seguía siendo un profesional. -No sé si estaría a la altura.
-Mira, un tío que desinteresadamente me arregla la espalda y que tiene esa cara de bonachón, no puede ser malo.
-¿Seguro? Quiero decir. ¿Incluso con lo que he contado?
-Mira, si me hubieran encerrado por cada vez que alguien me acusara de algo... -Contó mentalmente y se dio cuenta de que así había sido, casi siempre. -Bueno, a lo que iba. Te ofrezco un sueldo, de por ejemplo, un dos por ciento de los beneficios.
-¿El sueldo no es fijo? -Lo único que acertó a decir.
-Hombre chaval, el pago de momento es orientativo, ya que todavía no sabemos qué tipo de contrata se podría conseguir y prefiero tenerlo todo sobre seguro.
-Ah.
Se les quedó mirando a los dos, tratando de decidir sobre aquello. Coronet no lo había tratado precisamente bien y desde luego, una semana más en aquél estado y poco iba a quedar que los imperiales pudieran aceptar.
Antes de que pudiera responder, se pudo escuchar un silbato y el ligero murmullo que llenaba el local se convirtió en un clamor a media voz y silbidos de pesadumbre. Uno de los boxeadores había sido derribado y ahora le jaleaban para que se levantara de nuevo. Se incorporó y acabó por desplomarse definitivamente. Su contrincante, un gigantón de aspecto feroz y algunos tatuajes, levantó los musculosos brazos empapados en sudor antes de salir de la jaula para cobrar su parte.
– Vaya, que me aspen. – Ilvael se había quedado mirando al vencedor, que ahora se acercaba a una mesa para devorar el plato que le habían servido.
– ¿Qué ocurre? – Jeriaebrek siguió la mirada del artesano. – ¿Conocido?
– Sí, pero prefiero no hablar ahora con él –dijo, dedicándole más tiempo a su comida, que tenía aspecto poco apetitoso, pero que sin embargo era muy sabrosa–. Trabajó con Vílem hace tiempo, pero por lo que sé, estuvieron a punto de matarse.
–¿Ah sí? –Jeriaebrek se sorprendió sinceramente–. ¿Cuándo fue eso? No sabía nada de que había tenido bronca con un compañero.
–Fue durante lo de Falleen.
–Bien, ya sé porqué no he sabido de ello –comentó el maestro–. No le gusta hablar de aquello.
–Ya.
Kenghiro había escuchado atentamente todo aquello sin enterarse de nada, dedicando el resto de su capacidad a la comida, que devoraba cómo si se hubiera pasado los últimos días peleando con las ratas corellianas por la comida. Y las ratas corellianas te miran cara a cara cuando comen. Hablaron poco más, de antiguos recuerdos, antiguos amores y antiguas heridas. Por su parte, el rebelde contó un par de anécdotas de su niñez, que parecía tan lejana y habló con Ilvael acerca de los detalles del trabajo. Al terminar con la comida salieron a la calurosa tarde de Coronet y el Twi’lek le dió su dirección y una nota con instrucciones para Nomaie. Kenghiro se alegró de saber que tendría un techo sobre su cabeza hasta partir y se lo agradeció tanto que el artesano enrojeció todavía más.

–Has sido bueno con un buen hombre –comentó Jeriaebrek, mientras caminaban entre las ondas del calor expulsado por los cientos de climatizadores de la zona–. De verdad.

–¿Sí? Vaya, bueno, está bien saber que tengo buen ojo para la gente, francamente –respondió, encantado–. Y me gusta que vayas sondeando a la gente a ver si mienten o no. Me ahorra disgustos después.
–Uhm, no sé cómo tomarme eso último –apartó de una patada una caja con asco, pues dentro se pudría un “algo” que prefería no identificar–.En todo caso, espero que no fuera un intento de cuestionar la moralidad de lo que hago.
–No, no. La Fuerza me libre.
–Muy gracioso, delincuen...
No pudo seguir. De un callejón cercano acababa de llegarles un grito bastante espantoso, de hombre que acaba de perder su hombría de una forma horripilante y muy dolorosa. Aquello en el Barrio Azul de la ciudad no era tan raro, pero los dos amigos no se echaban atrás si podía haber una buena pelea y alguien en peligro.





¡Muy buenas! Siete días ya desde que publiqué la última, así que ya toca. Siento que algunos guiones no estén correctamente puestos. Me he dedicado a escribir mucho esta semana (no todo de aquí, por desgracia, pero tienen algo que ver), pero no a corregir fallos así. En todo caso, no creo que sean un problema, espera. Si detectáis fallos, por favor hacédmelo saber. Por otra parte, estoy intentando extender esto un poco. Si me hacéis el favor de compartirlo, lo agradeceré, que cuántos más lectores, más críticas y cuántas más críticas, más mejoro. Un saludo a todos y gracias por leer.