jueves, 19 de agosto de 2010

Descanso.

Bueno, en vista de mi habilidad escritora del último par de semanas, he decidido darme un tiempecito de descanso respecto al blog. Quince días de tranquilidad mientras me preparo para el nuevo curro y paso los dos primero días, que se me suelen hacer los peores.
De paso, me han entrado las ganas de seguir con el relato de star wars (que podéis leer aquí, a la espera de la versión pdf corregida), del que he salvado por fin un escollo en el que me encontraba. Ahora escribo con máyor naturalidad y trato de darle mayor atractivo. Decir debo, que aproximadamente la mitad del relato está escrito como unas memorias (holocrón en este caso) y a partir de cierto punto, la narrativa cambia de estilo a 3ª persona, más seria y trabajada. Más cómo lo que escribo aquí.
En fin, espero que lo paséis de coña estos días y hasta septiembre (que a mi me van a dar las mías y las de un bombero).

Vilem.

jueves, 5 de agosto de 2010

Icusagora Riel. El principio (IX).

 Y allá va la siguiente entrega. En breve va a aparecer un personaje que me gusta especialmente, pues se trata de un pejota de una partida de hace mucho, mucho tiempo que llevaba un colega que ya no juega. La cosa es que me lo curré mucho con su historia (él no, ya entenderéis) y me apetecía semirrecuperarlo (aunque parte se introdujo en otro personaje que los que me conocen sabrán recordar). Ésta no va a ser la última recupercaión de este tipo, pero si la más fácil de introducir.




Bajaron al sótano, ignorados completamente por los guardias que peleaban en la puerta. Allí, además de la bodega, había una habitación con un recio portón de madera que tenía un ojo de buey y un agujero para pasar la bandeja con comida. Obviamente la sala era una celda.
-Ábrela.- Le apretó un poco el cuchillo en el cuello, para mejorar su convicción. -Ábrela pero ya.-
-No podréis escapar. Mis hombres son más que capaces de terminar con tu miserab...-
-Chitón a la puta boca.- Le pinchó un poco más, lo suficiente como para que corriera un perceptible hilo de sangre. -Hazlo o no respondo.-
Gritó por la sorpresa del pinchazo. No era del tipo de persona acostumbrada a ser maltratada. Sacó tembloroso la llave del botellero más cercano y la hizo girar en la pesada cerradura. Espinoso lo dejó libre y de un movimiento muy rápido cogió la ballesta que llevaba atada en la cintura y le apuntó. Le indicó con la punta del virote que abriera poco a poco y que se echara a un lado. Desde dentro emanaba un olor desagradable, combinando el olor a humanidad, heces y alcohol apestoso.
-!Por mi honor!- Sonó desde el fondo de la celda.

Icusagora golpeó duramente con el plano de la espada el hombro de su contrincante más cercano, que aulló de dolor y se retiró para dejar a otro más fresco. Se había dado cuenta de que en aquella casa hay más espadas de alquiler de las prometidas. Igualmente su compañera no cejaba en el combate y además le había sorprendido al comenzar la distracción, porque se dedicó a proferir unos gritos e insultos terribles en una lengua desconocida. Estaba sorprendido por el volumen y dureza de los berridos así como el hecho de que era la primera vez que escuchaba un sonido articulado salir de su garganta. Pero aquellos gritos habían espantado en parte a los guardaespaldas así que estaba bien.
Peleaba muy bien, a pesar de que manejar aquel enorme espadón no debía ser fácil en una pelea tan cerrada como aquella. De un poderoso mandoblazo, sajó a uno desde la clavícula hasta la cintura, salpicando sangre y derramando las vísceras. Con un poco de esfuerzo destrozó la pelvis y el guardia se partió del todo. Y se encaró con el siguiente, que estaba visiblemente nervioso.
Icusagora por su parte manejaba aquella espada con esmero, procurando no recibir ninguna herida seria. Cuándo atravesó a uno hasta el mango, se le quedó enganchada, sin tiempo para poder empujar con la pierna y sacarla. Tuvo que dejar caer la espada, arrastrada por el cuerpo y esquivar el sablazo que le tiraba el de la izquierda, agachándose y metiendo mano a la cartuchera. Desenfundó y le apoyó el arma justo sobre el corazón. Retumbó otro trueno y todo eran sangre y trozos de hombre pegados en la pared.
Y en ese momento los mercenarios comenzaron a chaquetear.