miércoles, 15 de octubre de 2014

Vacaciones; por Dark_Lord

Aquellas vacaciones estaban siendo estupendas. Mi chica y yo siempre habíamos sido grandes apasionados de la Historia y siempre buscábamos paquetes vacacionales algo diferentes a lo habitual. Normalmente, nos solíamos limitar a viajes de fin de semana, ya que el presupuesto nunca daba para más. No eran nada despreciables, solo sin salir de nuestra bella Andalucía había grandes rutas guiadas por la Alhambra de Granada o la mezquita de Córdoba. Pero esta vez celebrábamos 10 años juntos y la ocasión se merecía algo más especial. Tras rastrear por Internet, finalmente encontramos uno llamado La Ruta de las Cruzadas, que sonaba muy interesante. Nos metimos en un crédito con el banco, endeudandonos ambos hasta la ceja, pero había merecido la pena. A causa del calor, casi siempre descansábamos a mediodía en tiendas de campaña y viajábamos casi por la noche. Nuestro guía era un hombre gordito, bajito, con bigote, muy entrado en años. Se le notaba que nuestro idioma aun le resultaba extraño, que había palabras que aun le costaba. Aun así, hablaba como seis idiomas y se le entendía muy bien. Se notaba que no solo dominaba la historia oficial, si no aquella que solo había escuchado por boca de sus antepasados.
-Este lugar, mis amigos, fue tiestigo de las más curiosas batallas. Muchos escriben de como llegaron a ser grandes los reyes de la ápoca. Pero, pocos reyes debieron tanto su poder a ssiubditos leales, aunque ellos no se considerasen así. Uno de ellos, considerado un simple mierceñario, desafió a uno de los grandes jeques de aquella época. Aunque esto parezca solo un desierto, hace algunos shiglos, era donde el iemir de nuestra hiztoria tenía ubicada su fortaleza. Sé que es extrnio pensar que este lugar pudiese tener un palacio paradiciaco, piero los hombres del diesieto conocían bien shus siecretos.
Ciertamente, el lugar no parecía haber tenido nunca nada. Costaba imaginarlo, pero no sería la primera vez que hubiese ocurrido algo similar. Los años podían borrar la huella de cualquier cosa, incluso de una ciudad.
-Aquel iemir no había aprendido que si Alá te pone en tu mano a tu enemigo para matarlo, has de apriovechar para liquidarlo, antes de que la oportunidad y la fortuna cambie de lado. Él pienso que su eniemigo estaba acabado, pero demostró lo pieligroso que es tener servidores leales. Y que el aprecio puede más que el miedo. Un simple mercenario logró borrar de la historia a un iemir tan poderoso como aquel. Y su niombre pasó a significar osado, vlaliente en el idioma de nuestros ancestros.
-¿Y cual era el nombre de aquel valiente guerrero? - preguntó ua veinteañera, completamente ensoñada con aquellos relatos tan épicos que nuestro guía contaba.
-Reissig, el que lucha hasta el final con coraje.




¡Hola a todos! Hoy os presento un relato regalo de Dark_Lord, que está obsequiando con trabajos cortos a todos los que se lo pidan aquí hasta un límite de 31. Aprovechad chavaladuría y llenandle el post a peticiones (dentro de las bases, claro).
Recordad que además, dispone de página web personal:
El Rincón de Dark_Lord; donde podréis encontrar detalles de otros trabajos suyos, tanto como novelista y guionista.

Sobre el relato en sí, debo reconocer que me gustó mucho que pudiera sacar a Reissig de su contexto habitual de matanzas y crueldades y lo acercara a una época más amable. Además, convendréis conmigo que su leyenda salta tiempos y hasta realidades. ¡Un saludo a todos y mil gracias a Dark_Lord!

Catalina 2

El desierto se extiende bajo el aparato, inabarcable en todas direcciones. Aquella trampa de aparente oro se antoja inofensiva, si no fuera porque cualquier fallo en los motores, en la navegación o en alguno de los delicados sistemas del viejo hidroavión Catalina significa la muerte. He decidido atravesar desde Niamey en el suroeste de Nigeria hasta Túnez capital bajo mi propia responsabilidad y no espero un rescate heroico para un europeo imprudente. Tampoco lo exigiré. Éste es mi viaje y mi aventura, debo terminarlo por mis propios medios.
Los filtros de arena pesan y me molestan más de lo que me gusta admitir para un trasto del que dependo tanto, pero no tengo más remedio que admitirlos a bordo, o en los despegues y aterrizajes los motores se me llenarán de arena. Y con lo viejos y gastados que están, ya sólo les faltaba eso.
Pero me da igual todo. Tengo sobre la cabeza el ronroneo contínuo de las cámaras de explosión, 1200 caballos de potencia contenidos en 14 cilindros que no explotan ya por milagro o convencimiento de su propia leyenda. Dos grandes y viejos motores, los de serie, sin añadidos. Sin más añadidos que los cientos de reparaciones que han ido necesitando a través de las decenas de años que han sobrevivido.
El horizonte está lejos o cerca, me da igual, apenas es una línea difusa que se torna todavía más borrosa por el calor y la luz del Sol cae implacable sobre mi vieja e impecable compañera que avanza imperturbable ante los vientos que la azotan. Nada la ha detenido antes y nada nos detendrá ahora.
Uso los compensadores para mantenerla nivelada y que no me necesite y me desplazo hacia las cúpulas de observación, desde donde quiero tomar varias fotos. No es que sea algo nuevo, o una nueva forma de ver el Sahara. Pero es mi viaje, y quiero guardar un recuerdo cuando yo ya no esté aquí. Porque cuando yo ya no esté, ella, Catalina, necesitará de fotos para expresar sus viajes.


Y de nuevo, como hace unas semanas que me han parecido años; me encuentro en la felicidad absoluta.



Hace unos cuantos años, escribí el que sería el primer relato corto que no tenía relación con absolutamente nada de lo que llevaba escribiendo hasta ahora. Ese relato se tituló Catalina.


Lo que hoy os traigo es una suerte de continuación. Espero que os haya gustado.