jueves, 31 de marzo de 2011

Folgore VIII

 Hola de nuevo. Aunque tal vez sea un poco pronto, estoy compensando la sequía de los últimos dos meses, que es hora.
Además, no era plan de dejaros más de una semana con el final de la anterior, que eso jode un huevo.
Saludos!




El árbol les había pasado a escasos centímetros. Folgore los había forzado a agacharse con violencia, evitando el destrozado tronco. Tuvo una sensación de déjà-vu al ver a aquella mole inmensa de nuevo. Tal vez no sea la misma criatura, pero desde luego se parecía. Era enorme, estaba abotargada y tenía la misma mirada vacía. Era evidente que el diálogo no iba a ser la mejor opción para tratar con aquello. En todo caso, su primera prioridad era la de poner a aquellos dos a salvo, así que los agarró con firmeza y despegó sin consultarles.  Ambos se movían y eran bastante fuertes, pero pudo controlarlos mientras descendía de la ladera hacia zonas más seguras con la esperanza de que la criatura no fuera tan rápida. Pero lo era. Bastante más de lo que dejaba ver su tamaño, porque al poco de adentrarse en la zona arbolada, otro proyectil le hizo dar un bandazo, sin lograr esquivarlo del todo. Cayeron con ligereza, sin golpearse con nada, gracias a los sistemas del superhéroe.
– ¡Corred! ¡No miréis atrás y corred, maldición! – Giró sobre sus talones sintiendo venir a la mole. – Joder.

Aquello venía sin parar, ajena completamente a la posición del cuerpo que había adoptado Folgore. Ramas cayeron, con intenciones de obstaculizarle el paso. Las ignoró. El héroe dio un gran salto hacia delante, esquivando a su enemigo, mientras seguía lanzando ramas y todo lo que encontrara, en un intento de derribarlo. Sin éxito. Quería capturarlo vivo, para poder investigar las apariciones aquellas, pero el ser era un hueso muy duro de roer. No imaginaba cuánta fuerza debería de aplicar para poder noquearlo, en caso de que se pudiera. No le dio tiempo a seguir pensando, porque había arrancado un árbol de cuajo y había bateado con éxito a Folgore de nuevo hacia la cima. Lo había visto llegar y había podido protegerse con un campo telequinético, pero incapaz de controlar el vuelo, no pudo hacer nada para no estrellarse en la ladera de la cargada montaña. Y antes de que se diera cuenta, ya lo tenía encima de nuevo.

Esquivó el tremendo puñetazo, pero al comenzar a levitar de nuevo, la mole le atizó de refilón, enterrándolo de nuevo en la nieve. Un par de costillas habían bailado y le dolían una barbaridad. Además, el brazo izquierdo se le estaba entumeciendo por momentos. ‘Demasiado joven para un infarto’ pensó, pero lo cierto es que no comía demasiado bien. Se lo reprochó. Antes de que se pudiera incorporar, un puñetazo directo lo clavó en tierra. De nuevo había podido protegerse mediante los generadores telequinéticos, pero cada nuevo golpe lo hundía más y descargaba peligrosamente la batería. De pronto, en lugar de golpearlo lo agarró y mantuvo fijo en el suelo. Los sensores daban señales anómalas, algo ocurría. Cuándo por fin pudo interpretar lo que recibía, ya estaba ocurriendo. La potencia de las vibraciones había puesto en movimiento la nieve de la ladera, que ya comenzaba a deslizarse en su dirección. Se asustó y trató de zafarse. No pudo, por mucha fuerza que ejerciera. Y ya había agotado prácticamente la batería. Pero el ser tampoco parecía querer moverse. Estaba allí sin más, sujetándolo. Abrió el compartimento que contenía los recambios y trató de alcanzar sin éxito la bahía de la batería. Entró en pánico y comenzó a patalear y a moverse para tratar de llegar como pudiera.
Y en ese momento, les alcanzó el alud mientras un grito de espanto recorría la zona.

lunes, 28 de marzo de 2011

Folgore VII.

Más tarde de lo que pretendía. Bueno, ya deja de servir como excusa que tenga poco tiempo libre, ¿no? Bueno, espero que disfrutéis de esta nueva entrega. Estoy poniendo cierto énfasis en usar correctamente los guiones, para separar los diálogos. Por otra parte, como podréis ver, he añadido dos secciones, dedicadas a los dos principales relatos (que tal y lo que llevo pensado, se van a transformar en novelas por entregas, más que relatos) en la que incluye una breve sinopsis y que más adelante completaré con descripciones de personajes y enlaces a los distintos capítulos.
Un saludo!



De nuevo, el Sol brillaba en los Alpes, iluminando la nieve que se aposentaba en las laderas. Había salido a dar una vuelta, tan sólo para poder relajarse, porque estaba harto de todas las intrigas. Llevaba una banda sonora puesta, lenta, que le relajaba y había apagado la radio y los sensores estaban en modo pasivo. No quería ser molestado y desde luego, las autoridades podrían hacerse cargo de la mayoría de cacos que solía atrapar. No le necesitaban para nada
Abrió la ventilación para sentir un poco del aire fresco en la cara. El casco no podía levantarse, debía soltar los anclajes del cuello y retirarlo. Y si hacía eso, nada funcionaría. El sudor del rostro se enfrió inmediatamente y un escalofrió le recorrió el cuello y la espalda. Comenzó a controlar su respiración, para permitir la entrada de mayor cantidad de oxígeno, sin pensar en la altitud en la que se movía, que superaba ya los tres mil metros. Cerró la ventilación y conectó el sistema de oxígeno, porque se había mareado ligeramente. “Es la tensión de estos días, nada más”, se dijo a sí mismo, tratando de tranquilizarse, pero lo cierto es que el enfado permanente en el que vivía desde hacía una semana, con la denuncia, las vistas y todo el follón.
– ¡Vamos cariño! – Una mujer, enfundada en un traje de escalada naranja apremiaba a su acompañante. – ¡Un esfuerzo más!
– Ca… Casi llego… Un momento… – Aquello no era el punto más alto de los Alpes Lepontinos, pero a ellos ya les valía. – Ya… Está…
– Estás sin resuello… Je. Deberías ver qué cara. – Se quitó la capucha, los cabellos negros ondearon en el viento.
– Menos… Coñas. – Tenía la cara completamente roja. Aunque se notaba su juventud, estaba claro que no solía hacer aquello muy a menudo. Se apartó la manga azul para mirar el reloj, que brillaba bajo el cálido sol, contrastando con el frío de la montaña. – Bueno, descansamos un momento y bajamos, que es ho…

Se había interrumpido al oír el suave murmullo. Folgore descendía hasta ellos con calma, siniestro con aquél traje negro de franja amarilla, que le recorría desde la rodilla hasta el hombro. Se acercó a ellos caminando con soltura sobre la blanda nieve, en la que los jóvenes aventureros se hundían casi hasta los tobillos. Estaban boquiabiertos.
– Hola. ¿Qué tal? – No tenía muy claro qué carajo se suponía que estaba haciendo. Casi nunca hablaba con nadie usando el traje, a pesar del modulador, pero le apetecía charlar un poco. – ¿Ha ido bien el ascenso?
– Eh… Si, sí, nos ha ido estupendamente… – La joven no se acababa de creer aquello. Lo había visto en las noticias, pero una cosa era la tele y otra tenerlo delante, como flotando. – Aunque está claro que peor que tú.
Los miró con calma. A pesar de las caras de felicidad, de esos esforzados y satisfechos rostros, parecían en verdad cansados y podría decir que hasta doloridos.
– Si, bueno, eso es normal… – Buscó las palabras con rapidez, tratando de encontrar una buena respuesta. – Pero yo hago trampas, desde luego.
El de azul, no acertaba a decir nada, pero con un gran resoplido, indicó que estaba de acuerdo. Aquello no tenía ningún mérito, en su opinión. Desde luego, se hacía entender con un solo resoplido.
– Si, tienes razón. – La chica se sentía un poco incómoda, pasada la primera impresión. – En fin, tendremos que bajar, no queremos que se nos haga tarde.
– Uhm, si, es normal. – Se iba a dar la vuelta para ascender y perderse en la lejanía, pero se le ocurrió una tontería. – Eh, si os apetece, puedo pasaros el vídeo de vuestra meta. Es que habitualmente grabo los vuelos…
Ambos se miraron. Giraron la cabeza en dirección al superhéroe y se volvieron a mirar entre ellos.
– Tenemos cámara, la verdad es que nos gustaría mucho. – Ella era psicóloga y había notado ese mismo tono muchas veces. Supuso que incluso los que vuelan necesitan hablar de vez en cuando. – Muchas gracias. Nuestros amigos se morirán de envidia.
Por debajo de la máscara, Klaus sonrió. Tomó el pequeño aparato con cuidado con la mano izquierda y con la derecha lo conectó al guantelete. Sin moverse, traspasó el vídeo a la memoria. Le devolvió la cámara y se preparó para despegar.
– Bueno, mejor me voy yendo… – Se quedó completamente quieto, atengo a los temblores que notaba. Los sensores, recién encendidos le pasaron las lecturas por el enlace neural. – ¡Al suelo!

domingo, 13 de marzo de 2011

Él (IV) Y un aviso para corazones muuuy sensibles.


Bueno.  Actualizo después de mucho tiempo el relato "Él", que en breve concluirá, calculo que en dos o tres entregas más. He decidido acortar un poco el asunto y darle algo de crudeza. No es que sea violento, ni siquiera es gore, que tampoco es plan de pasarse.  Aviso que puede ser un poco duro, aunque mucha dureza no se la veo ahora mismo, pero claro... En fin que me dejo de cháchara y doy paso. Total, no creo que ninguno de los que me lee sea tan inocente todavía.





27 de Abril.

Las dos perras estaban muy asustadas. Joe Massera y Tony Bassi vivían juntos. No obstante, eran novios, aunque sus jefes y compañeros no tenían ni idea. No lo entenderían. En todo caso, habían decidido huir bien lejos al enterarse de las muertes anteriores. Estaban incluso contentos al llegar a la otra punta del país. No creían que les siguiera y cuándo recibieron el aviso en su hotel de que su vuelo se retrasaría, no los hizo crisparse. Estaban muy, pero que muy tranquilos.

Recordó la satisfacción la cara de espanto de Joe al abrir despreocupadamente la puerta. El fútil intento de sacar su pistola, neutralizado por un certero golpe en la mandíbula, que lo hizo caer al suelo. Cuándo llegó Tony, se encontró a su amante en el suelo, inconsciente pero vivo. Justo a tiempo para que con la misma cachiporra lo golpeara en la sien. Meterlos en el baúl que traía había sido un juego de niños y también el convencer al botones de que cerrara la boca y le ayudara a meterlo en el todo terreno negro, con la promesa de que volvería si en algún momento le delataba. Eso si, desde luego, sacarlos luego del baúl en aquél cobertizo separado de cualquier cosa, desnudarlos y atarlos a los soporte en forma de cruz, uno delante del otro… Eso había sido una cabronada. Así que se desfogó un rato.

Estuvo un buen rato golpeándoles con dos puños americanos. Sin mucha fuerza por si acaso los mataba a puñetazos, pero con decisión y a lugares que por experiencia, sabía que dolían un montón. Por suerte, para él, ya estaban conscientes. Y tan completamente aterrados que aquél lugar olía francamente mal. Estaba bastante claro que gritaban, pero la mordaza era lo suficientemente efectiva como para que el ruido no saliera de aquellas paredes. No demasiado efectivas, pero debido a su lejanía con cualquier lugar, era más que suficiente. Ya le dolían los brazos del esfuerzo, así que decidió pasar al plato fuerte sin demasiado intermedio, como tenía planeado en un principio. Desde luego, torturarlos físicamente no era su primera intención, pero ninguno tenía familia a mano, pero cuándo se enteró de que eran pareja, consideró que aquello era un regalo. Para él, desde luego.

Muchas horas. Muchísimas. Es lo que había tardado en cortarles cada miembro del cuerpo en varios trozos. Poco a poco y sin prisas, usando torniquetes y cerrando heridas cada vez. Poniendo todo el cuidado del mundo, haciendo las curas con la precisión de un cirujano y la mala leche de un interrogador de la mafia. Les reservaba aquél final tan especial porque en el vídeo, habían sido especialmente cruentos. Más todavía. En ciertos momentos la ira había estado a punto de llevarse la magia, pero supo controlarse. Ahora se sentía observado por dos muñecos, patéticos y desfigurados. Sin miembros, sin orejas ni narices. Estaban fuertemente amarrados, para maximizar la sensación de impotencia, la sensación de estar siendo destrozados por una fuerza irresistible. Y así era.

– ¡Bueno pareja!– Les retiró las mordazas, las bocas entumecidas soltaron un gemido. –Ha sido muy divertido, pero debemos terminar ya. –
– Ma… mátanos por favor...– Apenas podían hablar ya. Estaban completamente desechos. –P… Por favor. –
– Hmm...– Se rascó con aire entretenido la barbilla. –¿Sabéis qué? Que tenéis razón. –
Descorrió una cortina y dejó ver una mesa metálica, con una superficie negra. En un lateral tenía varios indicadores y un par de diales, además de patas con ruedas Estaba conectada mediante un cable a la pared. Parecía eléctrica. La arrastró, dejando que la alargadera hiciera su trabajo. Ahora pudieron ver que el aire por encima se ondulaba. Como en la superficie del asfalto un día caluroso. Echó una pastilla en el centro, que comenzó a derretirse poco a poco, con un leve chisporroteo. Olía a manteca.
– Vais a morir.– Sonrió, malévolo. –Pero va a ser a fuego lento. –

En mitad del bosque, cerca de un pequeño, maloliente y contaminadísimo lago, unos terribles gritos se escuchaban. Al principio pedían clemencia, llamaban a sus madres o a Dios. Después sólo eran aullidos de potencia inenarrable. Hasta que poco a poco, con toda la calma del mundo, enronquecieron y acabaron por desaparecer y dejar paso, de nuevo, a la tranquilidad de la naturaleza.

lunes, 7 de marzo de 2011

Más allá de Selene se cancela.

Pues sí, debido a que cada vez me veo con menos tiempo que dedicarle al blog (a los relatos del blog, quiero decir), he decidido retirar Más allá de Selene, que de momento...
Se queda como está hasta nuevo aviso o milagro.
No es una decisión grata, pero la he tomado después de mucho meditar (vamos, dos semanas de profunda meditación a capa y espada).
En fin, mis disculpas para quién le hubiera gustado conocer la continuación, pero no creo que pueda continuarla con todos los que tengo abiertos.
En el mismo orden de cosas, estoy firmemente decidido a terminar con 'El', que es otra espinita. Éste si que lo voy a terminar sencillamente porque es el que más cerca está de su conclusión. En breve espero quedarme como al principio, con Folgore e Icusagora Riel únicamente, para que no se pierda tanto el hilo.

Un saludo y mil disculpas.