jueves, 31 de octubre de 2013

Preparado para el NaNoWriMo

Bill Red parece que tiene las papeletas necesarias para convertirse en la novela que escribiré durante elNaNoWriMo, pues tiene dos de tres votos. Recordad que hasta medianoche se podrá votar, en mi blog, en la encuesta de la derecha. Ya tengo la preparación necesaria:
YNwh1s3.jpg

A eso de las doce y cuarto (GMT +1) abriré el documento correcto al público y dejaré el enlace en un comentario, por si alguien anda por ahí a esas horas y quiere darme palique.
¡Comenzando!

miércoles, 30 de octubre de 2013

NaNoWriMo y encuesta.

Hoy he decidido hacer una locura y es la de inscribirme para conseguir cumplir el objetivo de las cincuentamil palabras en un mes. Aquí una estupenda explicación por parte del Narrador de Antagis, cuyo blog deberíais pararos a leer.

Así que os pregunto, ¿qué novela debería aprovechar y continuar? ¿O intentarlo, al menos?
Podréis encontrar la encuesta en mi blog a la derecha de las publicaciones. ¡Sólo necesitáis dos clicks para participar (tres si venís de )!

lunes, 21 de octubre de 2013

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (Final)

Y después del intermedio, continuamos:


–¿Qué broma es esta? –había retrocedido un paso. Desde luego aquello era una visión y ya no tenía ninguna duda, pero no sabía hasta qué punto podía tomarla en serio–.
–No hay broma que valga –sonrió, divertido por su reacción–; los mataré y no podrás detenerme.
–¿Debo suponer que lo haría yo? ¿A sangre fría? –no podía creérselo. No había razón para hacerlo–. ¿A quién quiero más que a mi propia vida?
–¡No! ¿No me has oído? –pegó las palmas al muro y acercó la cara, para asegurarse de que lo escuchaba–. Seré yo, ya lo verás.
–No voy a asesinar a mi familia, ni a mis amigos –golpeó de nuevo, tratando de alcanzarlo, por puro instinto–. Da igual qué terrible visión me muestres, no pasará.
–Creo que has debido golpearte demasiado fuerte la cabeza –ahora, el doble malvado parecía disgustado–. O te has quedado tonto al contemplar lo que les aguarda.
–Creo que lo llevo bastante claro…
–¡No! ¡Escuchame de una maldita vez! –la ira lo recorría, aquello era ridículo. Había ido para asustar y aquél mercenario parecía haberse calmado después de ver su cara–. ¡Estarán escondidos, los encontraré y los mataré!
–Quiero decir, ni de coña me verás levantando una mano contra ellos…
Ahora la furia la ponía la aparición. Golpeaba con fuerza el muro, fuera de sí mientras Vilem continuaba pormenorizando lo que jamás sería capaz de hacerle a su familia con aire socarrón.
–...y desde luego, no podría obligarles a comer coles de Chandrila, esas verduras infernales…
El muro cayó en mil pedazos transparentes. El invasor lo había puesto y comprendió después de varios golpes que podría retirarlo y así lo hizo. Avanzó de una gran zancada a por el mercenario, que continuaba con la chanza y alargó el brazo derecho para cogerlo del cuello. Pero ya no había cuello, sino aire y él giraba ahora en el mismo. Vilem le acababa de hacer una de las llaves más simples que existían y lo mantenía inmovilizado contra el suelo.
–Me da igual quien seas –dijo, completamente serio y sin broma–. No podría importarme menos de que oscuro pozo de mi pasado asomas. Me da igual si eres uno de los supervivientes del exterminio de Falleen, o si me cargué a algún colega tuyo durante la represión en los sectores hapanos.
–No soy…
La armadura del invasor no pudo soportar la fuerza y se partió, junto con el brazo. Gritó de ira y dolor, incapaz de controlarse, pues comprendió que el soldado, le había fintado y se acababa de poner al mando de aquél mundo onírico originado de sus pesadillas.
–Te he dicho que no me puede importar menos –se centró en el hombro y esperó con satisfacción el grito. Sonrió satisfecho–. Si me amenazas a mí, lo resolveremos cómo debemos. Si amenazas a mi familia, te mataré lentamente y no encontrarán tu cadáver jamás.
–No puedes… matarme –le costaba pronunciar. Aunque sabía que el dolor no era real, Vilem procuraba que lo sintiera cómo sí lo fuera–. No podrás matarme.
–¿Qué mierda es esa? ¿Qué es eso de que no existes? ¿Quién demonios eres?
–No, no. Has dicho… que no, que no te importa… –una especie de carcajada hueca salió de su garganta–. Ahora ya no lo sabrás… nos veremos, nos veremos cuando sea mi oportunidad. Y no podrás hacer nada.
La realidad cedía, la conexión mediante la Fuerza se debilitaba. A su alrededor, la oscuridad era derribada, pero no podía verlo. La plataforma cedió y cayeron juntos al abismo, perseguidos por la maníaca risa del malvado.
–¡No!
Miró alrededor. Sólo la oscuridad de su habitación terrosa le había dado la bienvenida. Se sentó sobre el catre, incapaz ya de dormir y meditó levemente sobre lo que había visto.
–No ha sido una pesadilla… –pensaba en alto, necesitado de escuchar alguna voz, aunque fuera la suya–. Ha sido una visión, enviada por alguien. Alguien que quiere asesinar a Biranai y a Eric.
Se levantó del todo y dio la luz. Fue hasta el escritorio, donde descansaba una botella que no recordaba haber dejado allí. Dio un trago y cerró los ojos al notar el fuerte licor. Una lágrima le cayó por la mejilla, acompañada al poco por más compañeras, ya desde ambos ojos. Acababa de comprender. No la terrible revelación de muerte que pendía sobre su mujer y su hijo, no lo siniestro de usar su aspecto para mostrar tan fatal advertencia. No. Estaba feliz. Los había visto, un retazo de futuro.
–Están vivos –se abrazaba a la botella cómo si estuviera borracho–. ¡Están vivos! ¡Están vivos y los veré!
Se enjugó las lágrimas y respiró ruidosamente para calmarse. No sabía cómo, pero aquél que había intentado asustarle con aquella terrible visión acababa de avivar una llama de esperanza que hacía tanto que estaba extinta.



Bien, y aquí termina este relato corto. Cómo ya comenté, no es un relato corto propiamente dicho, sino parte de la propia narración de mi Fanfic de Star Wars Galaxies. Los más entendidos, verán alguna pequeña incongruencia con los dos hechos que he dejado caer en el relato: El Exterminio de Falleen y la represión de los sectores hapanos. El primero en principio fue cosa de bombardear unos laboratorios (y la ciudad que lo rodeaba) desde la órbita del planeta. En el Universo que he creado alrededor de mis personajes, no necesito una bacteria devoradora de carne (es lo que se libera en dicha ciudad y que provoca una expeditiva respuesta de Vader). Sin embargo, decidí dejar el marco de peligro biológico y hacer que el exterminio lo llevaran a cabo tropas de tierra de forma sistemática.
Dichas tropas eran mercenarios poco necesarios para el Imperio y nuestro protagonista participó en el exterminio activamente.
La otra situación, que yo sepa no se ha dado nunca. Dado que necesitaba una galaxia más conflictiva, he diseñado alguna guerra civil a menor escala. El Imperio Galáctico no es la única organización en la galaxia. Existen también otros imperio, cómo el Hutt y el Consorcio de Hapes y cada uno tiene sus problemas internos. En este caso, unas colonias hapanas se levantan en armas en contra del control central y tratan de establecerse libremente. El Consorcio envía a su flota a pacificar la zona, llevando además a varios millares de nada pacíficos soldados profesionales, entre los que de nuevo, se encuentra Vilem.
Lo de Falleen lo tengo pensado cómo una dura prueba no sólo para el protagonista, sino para todos los personajes. Un terrible virus se extiende sin control, propagado por la Rebelión (eso es lo que saben) y deben llevar a cabo una "limpieza" de cualquiera que de positivo.
Lo del Consorcio es más complejo. Están aislados del resto de la galaxia por unas nebulosas que impiden el tránsito hiperespacial por el Cúmulo de Hapes, así que en general, no tienen nada que temer. Disponen de una pequeña y potente flota (hablo de mi visión sobre ellos, no la original) y apenas un ejército testimonial. Hay varias rutas hiperespaciales que pueden alcanzar el cúmulo, pero están estrechamente vigiladas y es posible que se traten de los puntos mejor armados de toda la galaxia. Después del levantamiento, un diplomático hapano, contrató a una gran cantidad de mercenarios y compañías libres y los transportó por estos puntos hasta el interior del espacio de Hapes. Allí, los embarcaron en la flota y partieron a una batalla que comenzó contra un sólo grupo, que a la larga se dividirían en dos facciones menores, enfrentadas y en guerra. El conflicto a tres bandas acabaría con la victoria hapana, la destrucción de ambas facciones y la ejecución de sus líderes y con los mercenarios licenciados.

Interrumpimos la programación...

...para ofrecerles un jugoso intermedio:

El primer vuelo de Fénix.

El fanfic con el que participé en el Gran Primer Concurso de Fanarts y Fanfics y Artes Adivinatorias de Punto Azul, webcómic de maesesag. Cómo de costumbre, me quedé a las puertas de la gloria, pero me llevé un regalillo bien chulo que aún tengo que montar (soy un puto manazas, mi yo más joven me mira con desprecio) y fotografiar.
Lo subo hoy y de paso le hago publi a un estupendo cómic.

sábado, 19 de octubre de 2013

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (II)

Continuación de lo de ayer:


Los repulsores hacían su trabajo. Eran del tipo que había usado en asaltos a superficie, equipado de armadura presurizada y blindaje para la entrada atmosférica. Pero aquella armadura se movía muy fácilmente en comparación. Llegó a la altura de la plataforma y al alcanzar la mitad se golpeó contra un muro que no había visto. Al caer sintió pánico por si era al vacío, pero en seguida se tranquilizó al impactar contra el suelo. Tanteó con calma antes de levantarse, no fuera a estar en el borde y se incorporó. Todo aquello era sumamente raro. Recordaba los túneles que servían de ciudad para aquella civilización a la que estaban ayudando a derrocar a su tirano particular. Recordaba los depredadores favoritos de dicho tirano, pero no recordaba haberse puesto la armadura o que todo se quedara tan oscuro.
Algo brilló en el pequeño puente. Alguien se acercaba con prisas, a juzgar por las voces. Se materializaron poco a poco ante sus ojos. Se alarmó al ver allí a Ilvael y a Nomaie, acompañados de bastante gente a la que no conocía.
–¡Vamos! ¡Todos atrás! –el antiguo contrabandista los alentaba a continuar, mientras volvía y disparaba contra la oscuridad–. ¡Nomaie! ¡No dejes que te alcance!
Pero lo que hizo que su corazón diera un vuelco completo no fue la visión de sus amigos. Sino la de aquella mujer de corto cabello negro y mirada avispada, que ahora estaba aterrorizada. Recordaba su figura, su calor y su sabor. La recordaba por completo muerta. Pero allí estaba, al otro lado de un muro que no podía atravesar, con aspecto de haber pasado los últimos años encerrada en una nave a la deriva en el espacio. Era aparentemente incapaz de verle desde ese lado, pues lanzó ojeadas, cómo buscando puertas pero no reparó en la figura blindada que apoyaba la mano contra la suya. A su lado, corría un hombre que alargaba el brazo hacia ella y cargaba con un niño, de seis o siete años, que no podía correr tan rápido cómo los adultos.
–¿Biranai? –el mercenario no podía creérselo. Después de perderla en el vacío espacial, embarazada de su hijo, después de buscarla durante año y medio de contínua búsqueda hiperespacial, allí estaba ella, al otro lado de aquella maldita pared–. ¡Biranai! ¡Cariño!
Golpeó el invisible muro con fuerza. Se sacó con violencia el casco, sin dejar que terminara de despresurizarse con seguridad. Lo usó cómo ariete inútilmente. Al otro lado, su amada se inclinó hacia el niño con dulzura.
–Tranquilo Eric, cariño mío –las frases tranquilizadoras contrastaban con el ambiente en general–. No pasa nada.
El soldado de fortuna quedó paralizado. Sabía que al desaparecer junto con el transporte y todo el pasaje, ella estaba embarazada. De aquello hacía ya… seis, o siete años. Seis o siete años. El niño se parecía a su madre, pero las maneras, los ojos y el cabello castaño eran de su padre. El mismo padre que ahora golpeaba con furia aquella barrera que los separaba.
–¡Biranai! ¡Eric! –el casco cedió al esfuerzo después de varias repeticiones–. ¡Por favor!
El puño derecho ya no dolía y descargaba una y otra vez toda la fuerza de Vilem. La servoarmadura gritaba por el esfuerzo. Buscó algún indicio que le permitiera usar los repulsores para superar la barrera y aquello le dio tiempo para ver al enemigo del que huían. Acababa de matar a Ilvael con un certero golpe y ahora usaba su fusil, rociando a todos aquellos que lo acompañaban. El mercenario gritó có un loco y embistió brutalmente el muro, que se resquebrajó, pero mantuvo su consistencia a pesar de ello. A pesar del frenesí por salvarlos, no pudo evitar ver cómo dejaba a su mujer y a su hijo para el final. Y ver cómo se tomaba su tiempo con ellos.
Seguía golpeando contra la ensangrentada pared. Más de un impacto parecía haber hecho mella, pero no era capaz de pensar demasiado. De la necesidad de protegerlos había pasado a la ira animal y a un deseo de venganza absoluta. Quería torturarlo largamente y matarlo. Quería que sufriera. Quería poder tener un rato con él. Pero estaba aquél maldito muro.
–¡¡Te mataré!! ¿¡Me oyes!? –lloraba de rabia e impotencia, alternando las embestidas con poderosas patadas–. ¡¡Te encontraré!! ¡¡Estás muerto, hijo de la gran puta!!
Al otro lado, la figura se incorporó sobre los cadáveres destrozados. Su servoarmadura era negra y verde mate. Miró directamente al mercenario a la cara y casi pareció que se le podía ver sonreír al otro lado del casco.
–Vaya, vaya –la voz, sonaba fría y cruel, pero extrañamente familiar–. Me alegra que lo hayas visto.
No tenía palabras. Sólo gritó de nuevo y volvió a arremeter con furia. Le dolían todos los huesos del cuerpo y le daba igual, quería alcanzarlo y matarlo.
–No te molestes, Vilem, no podrás –se encogió de hombros, al ver que su sugerencia caía en saco roto–. Verás, no compartimos tiempo ni espacio. Todavía.
Esta frase consiguió penetrar la coraza de furia y llegar hasta el centro de razón y lógica que se hallaba atrapado debajo. La ofensiva se contuvo.
–Verás, Vilem –pausaba las frases y eso lo irritaba, pero comenzaba a ver un patrón en todo aquello, un patrón que ya había visto antes. Necesitaba escuchar–, todavía no existo. O sea, en un momento dado existí y dentro de un tiempo, existiré. Pero todavía no. Aún así, quería enviarte un mensaje. Es importante que lo escuches.
El silencio por respuesta. El asesino continuó, ajeno a la mirada de su audiencia.
–Lo que acabas de ver, no ha ocurrido. Todavía, cómo habrás imaginado –se relamió al ver que apretaba los puños y la mandíbula hasta palidecer–. Esto no es una pesadilla, es una premonición y te hago la advertencia porque no quiero que dejes de pensar ni un día en lo que acabas de ver. Los mataré, a todos ellos. Y cómo ahora, asistirás imponente a su asesinato.
–No lo creo –zanjó el mercenario, haciendo un gesto despectivo con la cabeza–. Te has metido en mi cabeza. Te encontraré y te haré pagar por lo que me has hecho ver.
–Cómo ya te he dicho, no existo. Y para cuando lo haga, será muy tarde para tí, me temo –el tono era burlesco–. A no ser, claro, que puedas de verdad matarme.
Se sacó el casco con delicadeza, siseando los sistemas de despresurizado. El mercenario dejó escapar un murmullo horrorizado. La cara que le devolvía la mirada, era la suya.



¡Chan! ¡Revelación! No os podéis ni imaginar lo muchísimo que estuve considerando los pros y los contras de lo que acabáis de leer. Es un recurso manido, pero consideré el malvado que tenía entre manos y... bueno, le cuadra perfectamente hacer estas cosas. Es un spoiler cómo una catedral y me falta el tiempo para llegar hasta esa parte, que será una de las más jodidas para el personaje y su entorno. Andarán también los protagonistas del Emancipador en el embrollo, arrastrados por Ilvael.

¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 3 (I)

Star Wars Galaxies. Parte del Fanfic original que podréis leer entero y sin cortes cuando termine de revisar las 30 primeras páginas y termine las últimas 50 (de la primera parte):



Corría de nuevo. La sensación de persecución no era nueva, pero aquél oscuro escenario sí. Apenas veía unas ligeras formas, iluminadas por una luz tenue y grisácea que no llegaba a alumbrar del todo. Esquivó lo que consideró eran rocas y mantuvo la velocidad, respirando rítmicamente. Sabía que los varghals corrían tras él, al acecho de su carne, pero no había sido capaz de ver a ninguno en la oscuridad. Los oía gruñir, sentía el calor de su fétido aliento de depredador en la nuca, a pesar de la armadura de combate, que se le hacía más pesada y complicada de mover, aunque no le costaba en exceso. De los desagradables depredadores, recordaba las dos ocasiones que los había visto. Una fue durante una terrible exhibición en una arena de gladiadores, más allá del círculo exterior, mientras se adiestraba cómo soldado de fortuna. Quiso no volverlos a ver jamás en su vida, pero varios años más tarde, durante la represión de un levantamiento en el espacio hapano, los revolucionarios habían liberado a las bestias del zoo, entre las que se encontraban un buen número vargas, que estaban siendo criados para mandarlos a otros recintos. Todavía podía sentir el miedo nocturno en la trinchera, pues a pesar de los sensores y vigías, todas las noches desaparecía alguien, o directamente lo arrastraban fuera de nuestro alcance y comenzaban a devorarlo mientras manoteaba impotente. Aquellos depredadores de gran inteligencia eran silenciosos, tenaces y muy crueles con sus presas, especialmente las especies inteligentes. El miedo era un arma para ellos tan natural cómo sus dientes y afiladas garras.
Tropezó con algo que no pudo ver y no pudo evitar caer, con todo el vello en punta. Le era imposible controlarse, a pesar de la instrucción de años para evitar caer en el temor, o en el odio. Aquellos animales conseguían lo que pocas situaciones o personas habían podido; provocarle un terror más allá de la lógica común.
Se levantó, tratando de dominarse y echando un vistazo a su alrededor. Nada. La oscuridad. Ni siquiera escuchaba el característico chasquear que producían aquellas bestias al cazar abiertamente sin sigilos. Al continuar con su carrera tuvo que frenar en seco, pues ante él se abría otro abismo. Uno sin fondo, del que no veía otra cosa que la negrura.
–Esto ya es pasarse –se lamentó.
Tragó saliva. ¿Varghals o abismo insondable? No retuvo la pregunta demasiado tiempo, pues cómo por arte de magia, a cierta distancia de él, en mitad de lo que aparentemente era caída libre, unas luces sin fuente reconocible tomaban fuerza e iluminaban una pequeña plataforma unida por un puente a algo que no podía ver. Buscó posibles agarres, algún sitio donde pudiera enganchar el garfio y usar la cuerda de escalada para balancearse, pero no pudo detectar nada. Era su armadura, desconocida, pero que parecía saber usar en su totalidad, la que le daba la solución.
–Muy bien, sólo está un par de cientos de metros por debajo –trataba de tranquilizarse pensando en voz alta–. Pero no recordaba tener repulsores en la armadura.
Tras dos pasos atrás, suspiró fuerte. De pronto, la amenaza que hasta entonces no se había dejado sentir más allá que por pequeñas suposiciones, chasqueó las mandíbulas. Pequeños ojillos rojos lo miraban directamente. Un depredador intangible mordió su brazo derecho y parecía que se lo hubiera arrancado, pero continuaba allí y del varghal, ni rastro. De pronto le costaba muchísimo respirar y estaba mareado. Supuso que era el dolor, así que aprovechando que su juicio se nublaba por momentos, corrió hacia el borde del abismo y dio un gran salto.




Siguiendo un poco la idea de las dos anteriores entregas con este nombre, retorno al fanfic de star wars galaxies del que salen Ilvael, Nomaie y el Emancipador. De nuevo, recordad que mi apodo es el que uso en los juegos y este personaje no era una excepción.