domingo, 17 de agosto de 2014

Relato para Duelo Relatístico.

Resulta que estoy limpiando Google Drive y me encuentro cosillas y proyectos de antaño. Entre ellos, un relatito corto que escribí para el ¡Duelo Relatístico, en el que me medía mano a mano con Peri. No sé qué pasó con el Duelo (la verdad es que después de presentar el relato y pasarme por el foro alguna vez, derivé mi mente a buscar curro e intentar mantener flotando la Senda del Aventurero, y eso ocupó todos mis procesos mentales). Ahora me he acordado (manda huevos, peste de memoria tengo) y hasta he buscado el hilo para publicar esto de forma apropiada y que tengáis referencias (leed los relatos que fue escribiendo la gente, que merecen la pena, leñe).
La imagen que debíamos usar de inspiración es ésta del artista Electrocereal.
Así que espero que disfrutéis de este pequeño relato, pues me ha venido bien encontrarlo de nuevo (es una maravilla que google guarde lo que envío por correo electrónico).

(EDITO: Me acabo de dar cuenta de que aparezco como no presentado en el hilo del Duelo. No tengo ni flawers de lo que pasó, porque envié el relato a los dos días de ver la imagen y la respuesta que recibí no me hizo suponer que estaba descalificado. Me he quedado un poco chafado, porque es una lástima).

La estepa se vestía de gala, pues de oro era el abajo y azur el arriba y el viento soplaba tranquilo. Pero entre tanta paz y armonía algo tenía que venir a romperla. Eran dos, cabalgando a toda velocidad bajo el limpio cielo. El primer jinete tenía el rostro lívido por el terror y no quería volver la vista atrás en ningún caso. Tras él, una joven muchacha tensaba de nuevo el arco.
–¡No voy a volver! –dijo el primero, horrorizado–. ¡Nopuedesobligarme!
–¡Oh, claro que vas a volver! –replicó ella, apuntando con cuidado, compensando el vaivén de su montura–. ¡No puedes elegir!
Dejó ir la flecha. El caballo se inclinó hacia adelante y perdió tino, fallando.
–Maldición –dijo, espoleando para tratar de darle alcance–. ¡No seas crío!
La distancia entre ambos se acortó significativamente, lo suficiente cómo llegar a tocarse. Desenvainó el joven y le lanzó varios sablazos, de los que ella esquivó dos, antes de desenfundar su largo cuchillo curvo y comenzar a pararlos con facilidad. No estaba muy versado en el arte de la guerra, mientras que ella era toda una experta, tanto a caballo y arco cómo en combate con los cuchillos. Le golpeó varias veces usando la parte sin filo, pues lo necesitaba vivo, pero sí que quiso hacerle daño, por todas las molestias que le estaba provocando. Al ver que era inútil aquello, decidió separarse un poco de él, justo antes de acercarse bruscamente y lanzarse sobre su caballo. Gritaban los dos, uno por el terror y la otra por la furia, peleando a puñetazos hasta que acabaron rodando en tierra. Después de un interminable forcejeo, lo consiguió poner boca abajo y le ató las muñecas a la espalda, mientras el joven trataba de zafarse.
–Sabías que tenías que hacerlo. Lo aceptaste.
–¡P-pensaba que era una...! ¡b-broma! –balbuceó, desolado–. ¡Soy demasiado joven!
Lo aprisionó entre sus fuertes piernas y se irguió. Era hermosa, pequeña y parecía muy segura de sí misma. En su pueblo no se podía ser débil. Él era guapo, grande y sin embargo lloraba ahora desconsolado y sin esperanza. Ella silbó a los caballos, que vinieron juntos con un trote ligero y alegre. El del joven se acercó y sólo tuvo que levantarlo con un pequeño esfuerzo, hasta que lo cruzó sobre su grupa.
–No quiero, no quiero, no quiero –desconsolado, sentía correr las lágrimas sin control–. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
–Deja de lamentarte llorón, que tampoco es para tanto –estaba comenzando a arrepentirse de haber ido hasta él. Más que lástima, provocaba repulsa–. No tiene sentido que lloriquees ahora, anoche parecías tan enérgico. Ya te dije ayer, que si pasabas conmigo la noche en el pajar, tendrías que desposarte conmigo.