lunes, 28 de enero de 2013

¡Revolución!, para el Atamán Platov.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.


La plaza del Palacio Helado hervía de excitación. De violenta excitación. Una docena de guardias del Oso, con sus grandes barbas y bigotazos y sus ushanka de pelo de oso, se apelotonaban alrededor de aquella figura delgada y pequeña que blandía el sable de su padre e increpaba brutalmente al gentío que los rodeaba. Más de un centenar de personas rodeaban a los 13 que se defendían contra la puerta, encima de los cadáveres de enemigos y compañeros, muertos en los minutos previos. La Guardia del Oso había tenido que improvisar una defensa alrededor de Ekaterina, pues no sólo el palacio, sino la capital entera se había rebelado y después de horas de limpieza dentro del mismo, los revolucionarios del Igualitarismo habían conseguido penetrar las puertas del patio. La Emperatriz, en lugar de huir, había empuñado su sable y llevaba toda la mañana al frente de aquella lucha desesperada contra un enemigo que los superaban y mucho, en número. La habían herido de un mosquetazo y se mantenía erguida pese a ello, con un trozo de manga de la casaca de uno de sus guardias, que se la había arrancado nada más verla herida. A su alrededor luchaban con denuedo, aunque ya daban muestras de fatiga y sus enemigos más cercanos tenían una evidente faz de terror. Algunos ya no se acercaban y los fusiles comenzaron a aparecer entre las primeras líneas.
–¡Perros! –gritó de pronto feroz, Ekaterina–. ¡De esta no os librareis tan fácilmente! ¡Vuestras cabezas adornarán mi palacio durante generaciones!
Se prepararon para disparar, sin acercarse demasiado a la masa humana erizada de sables y medias picas, que ya había agotado municiones y se preparaba para recibir la descarga.
–¡Mi guardia! –siguió la emperatriz, con la certeza de que aquellos eran sus últimos momentos y no iba a dejar de presentar batalla–. ¡Cubríos con los muertos! ¡Usadlos de parapeto!
La Guardia se giró. Parte de su consigna extraoficial es que no se cubrían, ni retrocedían. Pero allá estaba ella, menuda y herida, el sable de su padre muerto en la mano, gritando órdenes e insultos por igual, sin descomponerse. Alguno recordó la muerte del progenitor y alguno sintió ternura hacia la cruel Ekaterina, así que con ánimos renovados, se agacharon, se echaron los muertos por encima y recibieron las primeras descargas con resignación. A los sublevados les debían faltar municiones también, pues entre una y otra pasaban varios minutos, mientras buscaban pólvora para recargar los fusiles.
–¡Traed más balas! –gritó uno de los rebeldes, hacia su retaguardia–. ¡Más cartuchos, más pólvora!
Ekaterina no se pudo contener. Una cosa era el enorme enfado del hecho de que se hubieran levantado contra ella. Pero así, de esa manera, con tan poca previsión, le nublaba el juicio.
–¿¡¡Más balas!!? –gritó y se la pudo escuchar en toda la capital–. ¿¡¡Acaso creéis que esto es la caza del cerdo negro de Zaranamov!!? ¡¡Estáis asaltando el Palacio Helado esperando que lo entregaría!! ¿¡¡Por quién demonios me tomáis!!?

Se quedaron paralizados por el estupor. Aquello no estaba saliendo cómo habían planeado. La mayoría pensaba que la fuerza de la unidad y la fraternidad derrotaría a los imperialistas. No se habían esperado que la Guardia del Oso fuera una piedra tan dura. Y la propia emperatriz no se quedaba atrás. Pensaban que acabaría de forma similar a la rebelión que acabó con su padre, pero que ahora no habría una cabeza visible de gobierno. Creían muchas cosas.
El silencio se había hecho en la plaza. Nadie se atrevía a toser y sólo se escuchaba la respiración furiosa y agitada de Ekaterina, que fue creciendo en magnitud, hasta que todos creyeron que se transformaría de un momento en otro en el dragón que temían que fuera y los devoraría.
–¡Vamos hermanos, terminemos con ella –dijo desde atrás, tratando de dar algo de valor–, antes de que se organicen de nuevo!
Se envalentonaron de nuevo, sólo eran doce hombres y una muchacha. Eran veinte veces ellos, no había nada que temer. Y con esa premisa, se lanzaron de nuevo.
–¡Cerrad fila, mi Guardia! –gritó de nuevo, al ver que se les echaban encima otra vez–. ¡No olvidaré esto! ¡Ekaterina no olvida!
Los veteranos guardias se apretaron de nuevo y combatieron recio. El rumor de la respiración de la emperatriz seguía creciendo. Hasta el punto de que se dieron cuenta de que no era respiración, sino un motor. Algo motorizado se acercaba por la avenida, de la que comenzaban a llegar relinchos y voces airadas. Un cañón de asalto avanzaba por el centro de la vía, flanqueado por dos carros de combate, a cuyos costados se abría una enorme cantidad de kozaks, que ya llevaban sus sables desenvainados que centelleaban al sol del atardecer. Se abrían paso entre la muchedumbre que rodeaba y llenaba la plaza del palacio, sin frenar ante nadie, dispersando a la población.
–¡Preparados para abrir fuego! –gritó el comandante dentro de la bestia de acero, mientras el artillero afinaba puntería, con el cañón cargado con carga doble de metralla–. ¡A mi orden! ¡Fuego!
El corazón del monstruo vibró brutalmente por la descarga. El enorme cañón retrocedió un metro y frenó con terrible estrépito, hasta el punto de que el vehículo ralentizó su marcha.
Medio centenar de personas cayeron al suelo, muertas o heridas por las pelotas de plomo en el aire. Ekaterina sintió que la deflagración la golpeaba y un calor de satisfacción le recorrió el torso. Cuando los tanques abrieron fuego a su vez y los kozaks alzaron sus sables y picaron espuelas, los rebeldes flaquearon visiblemente. La emperatriz vio la duda en sus ojos y supo que era el momento.
–¡Vamos mi Guardia! ¡A por ellos! –se levantó ella, alzando el sable ensangrentado, conteniendo la mueca de dolor–. ¡Hay que apretar! ¡Seguidme!
Los del Oso se levantaron. Muchos de ellos le triplicaban la edad. Y ninguno se iba a quedar atrás. Se prepararon, mientras Ekaterina ayudaba al más anciano de todos a levantarse, pues era de los más heridos y había cubierto a la emperatriz durante toda la batalla. Ella lo agarró del costado y lo mantuvo en pie.
–¡A ellos! ¡A ellos! –repitió, tomando aire–. ¡¡A ellos!!
Se lanzó hacia adelante, con el anciano a su izquierda parando y dando tajos y se vió a ella misma, en medio de la multitud, cortando cómo si fuera lo único que pudiera hacer.
Los rebeldes entraron en pánico tras semejante muestra de ferocidad. Los guardias mataban a cualquiera que se acercara y no dejaban de moverse hacia adelante, cubriendo a sus compañeros, con Ekaterina en el centro, cargando con la ayuda de otro más al más veterano de ellos. Las cabezas se abrían cómo melones, horrendas brechas se aparecían en torsos y los miembros quedaban inútiles. La masa se movió hacia la puerta, por la que entraba el enorme cañón de asalto, que no frenó, sino que aplastó a los que cogió por medio, convirtiéndolos en pulpa sanguinolenta. Casi inmediatamente el gentío se echó al suelo, soltando armas y bagajes, pues tras el animal de acero cargaban los kozaks, sables en alto.
–¡No! –gritó Ekaterina, voceando ronca, pero enérgica–. ¡Los quiero vivos!

El mundo se enteró un día después de lo ocurrido en el Horda Polar. Una revolución a gran escala, violenta y de carácter igualitarista había intentado deponer a la actual emperatriz. Sin éxito. Imágenes de ahorcamientos se podían ver en todas las salas de filmes una semana más, así cómo escenas grabadas por la propia propaganda imperial, mostrando escenas de Ekaterina firmando papeles, herida pero con fuerza, así cómo colgando medallas en el pecho a 11 guardias del Oso y depositando una doceava en un ataúd adornado con la bandera nacional. El propio mensaje de Ekaterina, fue emitido por radio casi dos semanas después, cuando concluyeron las investigaciones de sus servicios de espionaje, que habían salido malparados tras la súbita revolución, pues a muchos los habían atrapado.

-No puedo decir que no me haya sorprendido el intento de levantamiento. No me lo esperaba y desde luego, no imaginé que su germen vendría del extranjero. Un grupo de espías, que ya han sido ajusticiados en su totalidad, instigaron, organizaron y armaron; muy pobremente, a los golpistas. Creyeron que no necesitaban de más, pues me eliminarían con facilidad, pero no pensaron que soy hija de mi padre y con su mismo sable, el mismo que usó la última vez que corrió a sofocar un levantamiento. ¡Soy Ekaterina Fyodora Zolnerowich, hija de Alexis Fyodor Zolnerowich! ¡No soy una cualquiera y a mí, no se me vence por la espada! Pero es evidente que el Imperio de su Majestad en vista de que no puede derrotar a Horda Polar en la honrada guerra, trata de hacerlo mediante actos subversivos, azuzando a mi propio pueblo en mi contra. Los detenidos han sido condenados a trabajos forzados, pues no creo que su ejecución sea lo que merecen, ya que al fin y al cabo fueron otros los conspiradores y ellos tan sólo las marionetas. Espero que mi magnanimidad convenza a mi gente de que trabajar por nuestro bien común es mucho mejor que conspirar con agentes enemigos, que no dudarán en dejar abandonados a sus aliados aquí, con tal de salvar el pellejo.-

El discurso caló muy hondo en Horda Polar. Todos sabían de la feroz resistencia en el palacio y de que la propia Ekaterina había peleado mano a mano con sus guardias. Nadie se atrevería a levantarse de nuevo contra ella, al menos no en tiempo de paz. Nadie, pues a pesar de su relativa indulgencia con los vivos, los muertos seguían observando al pueblo desde las estacas donde habían clavado las cabezas de los insurrectos fallecidos. Nadie olvidaría aquello y a la Emperatriz se le daba muy bien que nadie olvidara.




Y ya tocaba publicar algo, que el inicio de año está siendo poco prolífico. En este caso, el relato corto "Revolución", fanfic para el muy grande Platov, amo y señor de El Corrreo del Atamán que publica también en Subcultura (técnicamente, es "publica también en Blogspot). Él se pregunta qué es lo que tendrá Ekaterina para atraer a tanto fan, pero los fans bien lo sabemos.

¡Un saludo a todos!

viernes, 18 de enero de 2013

Tal día como ayer, a estas horas...

...hace tres años un culo inquieto escribía la primera entrada de la Senda del Aventurero. Anunciaba entonces que la atracción principal serían las Increíbles aventuras de Icusagora Riel, relato por entregas que ideé con un cierto componente steampunk y que acabó siendo fantasía aventurera rara. Desde entonces han sucedido muchas, pero que muchas cosas (en el blog) y casi todas buenas. Cada vez sois más los que me aguantáis, he ido pasando de las series por entregas a los relatos cortos (son más sencillos de escribir y no requieren tanta constancia, denunciadme) aunque no abandono del todo mis pequeñuelos. Por si fuera poco estoy en producción de nada menos que dos cómics (ambos con mis guiones) y un desafío para El desafío Twitter (que guionizo y ya vamos tarde, pero que no dejamos de trabajar en él (aunque me he atascado de malísima manera)). Vaya, que La Senda ha crecido e incluso hemos incorporado nuevos autores, aunque sigo siendo el único que publica casi exclusivamente (¡EJEM!).

En fin, tres años que han traído de todo, tanto en lo personal cómo en lo bloguero (en lo profesional mejor ni hablo). A lo largo de la semana que viene publicaré el especial por los tres años, que será cómo el del año pasado, pero más multitudinario. Y el día 21 de Abril cumplo 3 años publicando en Subcultura, así haré una lista de reseñas que creo que os gustarán.
Un saludo a todos los que me leéis. Aunque suene cliché y no lo creáis, no habría recorrido la Senda sin vosotros.
¡Gracias!

miércoles, 9 de enero de 2013

Libertad 9. Dulce emancipación.

Las explicaciones están al final del post, después de la lectura.


Algo sonó en el exterior del hangar. Parecía un claxon. Un claxon profundo y atronador, pero claxon al fin y al cabo.
–Hay alguien fuera –dijo Jeriaebrek–.
–Pues abre –respondió Ilvael en la sala de control, algo extrañado por la pregunta–.
El antiguo maestro jedi se lo pensó un momento y bajó la palanca que abría el acceso al hangar, que se comenzó a mover lentamente.
–Ah, que venía por ahí –comentó, antes de añadir ligeramente enfadado–. Ni te has molestado en mirar quién era.
–Me has dicho que abra.
–Agh, da igual –hizo un gesto con la mano, restándole importancia–. Tengo una de las torretas en servicio, voy a activarla.
Por la enorme puerta blindada del hangar entró levitando suavemente un elegante caza, pintado en una mezcla de manchas blanco hueso sobre una base oscura. Se trataba de un caza de escolta N-2 de Naboo, con tal vez veinte años de servicio, aunque este modelo carecía de la visera carenada encima de la cabina, sobre la que iban montados antaño dos blásters adicionales. A Ilvael no le sorprendió, pues muchos pilotos se quejaron de que la nueva cúpula, algo más abierta y de burbuja semicompleta era inútil con aquello tapando cualquier visibilidad hacia atrás. El caza, con un leve movimiento, aterrizó junto al de Cicak.
–Hola, he venido por el anuncio –era un kel-dor, alto y fuerte, de caminar pausado y porte elegante–. ¿Quién es el señor Norath?
–Yo, soy yo –dijo, admirado del diseño del caza, que era raro de ver pero muy bonito–. ¿Qué puesto te interesa? Aunque imagino que algo relacionado con la escolta.
–Pues... –dudó un momento, pensando bien lo que iba a decir–. La verdad es que esperaba algo un poco más pacífico. Sé de mecánica y soy capaz de reparar los cazas con facilidad. Tampoco tendré queja si he de limpiar, cargar y descargar u organizar la carga.
–Pero tu caza... –se rascó la nuca, pensativo–. No se puede quedar ni nos lo podemos llevar si no le vamos a dar uso. ¿Si lo necesitáramos, saldrías a combatir?
–Para protegernos exclusivamente.
–Me vale, necesito un escolta. ¿Qué armamento tienes?
–Cañones gemelos de iones Taim y Bak KX-8.
–Te gusta dejarlos a oscuras, ya veo –sonrió Ilvael, ante la calidad del armamento–. ¿Cómo te llamas, por cierto?
–Za Nom y sí, prefiero no matar si no es necesario, aunque en ocasiones me he visto obligado a hacerlo.
–Ya veo... Bueno, no te quiero mentir Za –comentó, sopesando bien cómo decir aquello sin que sonara mal–, pero no descartes la posibilidad. Quiero que el viaje en el Emancipador se convierta en un camino tranquilo y sin incidentes, pero no siempre es posible. La galaxia es un lugar peligroso.
–Za ya sabe bien eso –Jeriaebrek se había acercado, atento más allá de sus sentidos normales. Era tan leve que si no estaba cerca no lo notaría, pero allí, lo podía notar. Era sensible a la Fuerza, aunque no demasiado, por eso había podido leer de él sin dificultad–. ¿Verdad?
–¿Os conocéis? –Ilvael pasó la mirada por ambos. Za Nom estaba sorprendido, pero la máscara que le permitía sobrevivir en aquella atmósfera impedía que el artesano fuera capaz de darse cuenta–. Entonces ya me explico por qué has abierto, Jeria.
–Oh, no somos viejos amigos, pero pongo la mano sobre el fuego. Es de confianza.
–Ah, vale ya sé que ocurre aquí. Tú y tus trucos, viejo timador.
–Para protegeros, no dudaré en usar cualquier truco que tenga en la manga.
A su alrededor se habían ido quedando callados. Nomaie sabía de qué estaban hablando, pero el resto no estaba al tanto del pasado jedi de Jeriaebrek, así que ni Cicak, que se había acercado para terminar de firmar el contrato ni Za Nom entendían media. El lagarto no era de usar el don de la palabra sin razón, pero estaba sintiendo el cosquilleo de hacer una pregunta. Se contuvo.
–Uhm, capitán, tengo contrato por firmar –dijo, tras decidirse–. Sssi tiene un momento...
–Sí, claro, claro. Lo tienes en la mesa de la sala de seguridad. Fírmalo que ahora voy a hacer lo propio.
–¿Entonces, me contratan?
–A mi me vienes bien y no han venido demasiados interesándose, así que haremos una cosa –dijo, afable–; No te voy a pagar sueldo de escolta si no vas a ser un escolta activo. En todo caso, transportaré tu nave y si necesitamos que salgas a luchar, te pagaré seis mil créditos por cada navío inutilizado. Es el doble de lo que se lleva un escolta por derribo. Eso sí, cobrarás veinte mil créditos menos al año.
El kel-dor lo sopesó. El sueldo anual para un trabajo de mecánico o encargado de la carga era un poco bajo, a pesar de el plus por inutilizar naves; a no ser...
–¿Mi puesto estará asegurado?
–Seguro civil, seguro médico completo, yo pago las fiestas, así cómo reparaciones, comida y en tu caso, filtros para la máscara. Y casi cualquier cosa que necesites.
Parecía sincero. Realmente, casi todos los twi’leks parecen sinceros cuando mienten, pero creía o quería creer que él lo era. Sus lekku se movían en armonía con sus movimientos de cabeza, sin cambios bruscos perceptibles. Si mentía, no lo hacía conscientemente. O eso creia, siempre era difícil de decidir con aquellos embusteros naturales.
–Está bien. me parecen buenas condiciones –dijo por fin, desde el fondo de su máscara–. ¿Dónde dejo el caza?

Ilvael lo había despachado a aterrizar en el hangar del Emancipador donde podría encontrarse con parte de la tripulación






Buenas a todos de nuevo. Estoy resurgiendo, cual Ave Fénix o cual error informático. De nuevo estoy en la brecha, de nuevo en modo multitarea y pretendiendo sacar las entradas correspondientes. No prometo nada, pero algo he de hacer. Espero que os guste la nueva entrega, en la que presentamos a Za Nom, el kel-dor ideado por ElVal cómo hombre-para-todo/escolta de oh-mierda-estamos-perdidos. Lo que me recuerda que he de avisarle.


Por otra parte, recordad que el Emancipador aún busca tripulación, así que si queréis animaros sólo tenéis que Clickar aquí y postear vuestra idea.

viernes, 4 de enero de 2013

Sobre la mala suerte.

2012 ha sido un mal año. No del todo, han habido cosas que compensan con creces toda la mierda del resto del año (aunque mi cuerpo no está de acuerdo, pero bueno), como el nacimiento de Carlos, mi primer sobrino y que nos alegra los días (Carlos es la estrella, pero he conocido a gente genial y me encanta, pero en serio, imaginad el año para pensar que ha sido malo).
Pero en general, no ha sido muy buen año, a pesar de esas cosas. El trabajo va a peor, no he podido escribir todo lo que quisiera y encima sigo enfermando con facilidad, cosa que así, nunca me había ocurrido (mis migrañas son crónicas, pero nunca había pillado tanto catarro, traqueitis y mierdas de esas). Como buen rolero, soy supersticioso, pero siempre he querido a pensar que era cosa del azar, unas veces se gana y otras se pierde. Pero claro, entre mis tiradas anormalmente malas, la racha que llevo desde 2010 y lo que ocurre hace poco... Empiezo a pensar que hay algo más. Que la mala suerte me ha pillado por los huevos y no parece que me los vaya a soltar.
Entre los sucesivos accidentes que he ido teniendo (alguno de esos serios que al final nada pasa), hoy he tenido dos especialmente jashondos:
La puerta de mi armario se ha caído. Encima de la mesa de mi ordenador, donde está mi flamante y muy querida pantalla de 24 pulgadas FullHd que te rilas por la pata de abajo. Si me quedo sin pantalla me suicido, en parte porque no tengo otra y en parte porque fue un regalo que me encanta. Por suerte, la puerta ha frenado contra mi cabeza, arreandome un sartenazo interesante, aunque no demasiado doloroso (lo que me ha dolido ha sido el orgullo, porque llevo más de un mes pensando en arreglarla y procastinando brutalmente).
La segunda, ha sido más graciosa que peligrosa, en parte porque no ha pasado nada. He conectado un destornillador eléctrico a su cargador para atornillar de nuevo la puerta y al poco de empezar he comenzado a oler a quemado y al mirar, resulta que el enganche soltaba humo. Y al retirarlo el borne estaba chamuscado. No h a pasado nada porque lo estaba usando, pero había pensado dejarlo cargar un poco y aprovechar para hacer otras cosas. Menos mal.

Con esto lo que quiero decir es que es lógico pensar que sólo es una racha, ya que no hay pruebas que indiquen que vayas a ir mejor o peor por hacer o dejar de hacer ciertas cosas. No estoy yendo a peor por no haberme tomado las uvas (hace como dos años que no las fallo y fíjate), o por haber brindado sin líquido en el vaso ni estoy yendo a mejor por levantarme con un determinado pie por la mañana, echar sal por encima de mi hombro o tocar madera.
No sé si pensar que es normal, que una mala racha la tiene cualquiera, o que me ha mirado un tuerto (igual es que al mirarme en el espejo... no sé). En todo caso, empiezo el año de "la mala suerte" con mal pie, aunque con mejor humor de lo esperado. En todo caso, este año, si no por la crisis sí por huevos ha de venir mejor. Pretendo ir a por todas para dedicarme a lo segundo que más me gustaría hacer, en vista de las opciones de trabajo que hay y estoy muy animado.


Como primer post del año es un poco pobre. Esperemos que el nivel aumente.