domingo, 22 de abril de 2012

Último día de encuesta. ¡No pares! ¡No mires atras! ¡Sigue corriendo! 2 (3 de 3).

La encuesta está justo a la derecha y tan sólo queda un día para decidir qué relato será continuado a razón de una entrega diaria.
En principio, después de ésto viene una serie que he llamado "Canción del Mercenario", en la que se relatan la aventuras del personaje antes de lo acontecido en "Memorias", pero contado por el propio Vílem, desde un futuro medio, mucho después de lo de "Memorias" pero bastante antes de la escenita de insurrección o la de la "Última Batalla" que podéis leer aquí.


- ¿Qué harás? - Preguntó Jeriaebrek, sin tener del todo claro si su alumno había pensado en una posible profesión. - Porque allá afuera hay muchas formas de cagarla.
- Tampoco hace falta que me animes tanto. - Sonrió socarrón el joven, viendo las pocas ganas que tenía su maestro de que se marchara tan pronto. - Me voy con Ilvael, estaré bien.
- No sé que me preocupa más, que te vayas tú sólo. - Suspiró perceptiblemente. - O que te vayas con el bueno de Ilva. Por la fuerza, en menos de dos meses ya habrás pillado gonorrea o sífilis, considerando los putiferios que frecuenta.
- Nah, ya me ha dicho que no vamos a ir a ninguno de ésos sitios. Me ha comentado que dado que tengo tanto interés en las armas, me llevará a ver un amigo suyo.
- Ah, un mercenario, me quedo más tranquilo. - Dijo, mientras Vílem cogía las dos bolsas de viaje y se iba hacia el salón. Lo siguio. - ¿No podría buscar algo menos violento?
- Venga Jeria, convendrás conmigo que el chaval no es de los típicos mocosos que se ven habitualmente. - El fornido twilek anaranjado sonreía, con los lekku moviéndose sutilmente. - Éste es de una pasta especial.
- Ya y me gustaría seguir viéndolo respirar.
- Mira, ya hemos hablado y sabes que...
- Déjalo, no quiero otra discusión. - Se giró hacia el pasillo. - ¡Niños, Vílem se marcha, venid a despedirlo!
Trotaron los otros padawan salvados de la masacre hacía ya cuatro largos años. Habían crecido, al igual que Vílem, aunque tenían menos edad que él. También había otros, recogidos por Ilvael, guiado por Jeriaebrek para salvarlos. Éstos últimos eran incluso menores y alguno venía de la mano de otros.
- Vílem, aunque no tienes apellido, tu nombre como tal aparecía en los registros del templo. - Sopesó lo que le iba a decir a un chiquillo de apenas quince años. - Deberías elegir otro nombre y acostumbrarte a él, si vas a morar fuera de aquí. El tuyo, el verdadero, no se puede nombrar más allá de éstos muros. Y por cierto, dame el sable láser.
Tendió la mano. Vílem no se acordaba de que lo llevaba al cinto, una antigua costumbre de cuándo salía a entretenerse por Yavin IV. Lo desenganchó y lo miró durante un minuto largo. Era el que le había cogido al jedi muerto en el templo, el primer cadáver que viera aquél día y en su vida. Paró sobre la inscripción de la empuñadura, compuesta por una sóla palabra. Se lo dio con suavidad.
- Reissig. Ése será mi nombre a partir de ahora. - Señaló con la cabeza el sable. - No sé de dónde viene la palabra, ni siquiera si es un nombre. Pero éste sable pertenecía a alguien que sin quererlo me salvó la vida al perder la suya. Honraré su memoria.
- Genial chico, cambias tu nombre por el de otro que podría estar registrado. - Ironizó Ilvael. - Te aplaudo.
El joven se quedó con cara de idiota. No se le había ocurrido y tenía toda la lógica del Universo. Se sintió un tanto estúpido.
- Sin embargo chaval... - Terció de nuevo el antiguo contrabandista y artesano ante la implacable mirada del maestro. - También es cierto que has dicho que murió, así que es posible que lo tacharan. Además, seguramente la edad no cuadre...
- Bien, Ilvael, intenta dejarlo. - Miró al joven, que seguía poniendo la misma cara de pasmo. - Reissig entonces, ve con cuidado y por favor, procura volver a vernos. De una pieza, a ser posible.
- Bueno, casi mejor nos marchamos. - Se acercó y le dió un beso en la frente a su hija, que se iba a quedar allí mientras él viajaba con Vílem. - Adiós nena, pórtate bien. Juega con todos y no hagas de las tuyas.
- Tranquilo Ilva, ya sabes que se lo pasará bien.

Todos lo despidieron, en especial aquellos seis a los que el propio Vílem había defendido personalmente. Cuándo hubieron salido en dirección a la moto swoop y a la gris mañana, Ilvael se paró junto al vehículo y sacó una bolsa.
- Te he traído algo colega. A Nomi le caes bien y te agradezco las veces que has cuidado de ella cuándo tu maestro y yo salíamos a buscar. - Sacó de la bolsa aquél blaster grande y pesado, de revólver, unos modelos que ya casi no se veían. - Se trata de un viejo Máverick Mk III. Lo recogí de un basurero y lo he puesto en marcha de nuevo. Las células de energía son genéricas y van seis por tambor. Cada una permite seis disparos de alta potencia, así que después de treinta y seis tiros habrás de cambiar de cargador.
El joven la miró admirado. Estaba recién pintada en negro mate, con las letras del modelo en blanco hueso. Pesaba, pero no le molestaba.
- Te he fabricado una pernera y bastantes tambores para que no te falte en caso de necesidad. Y de paso te puedes quitar el trasto ése de la cintura. - Chasqueó la lengua y los lekku bailaron rítmicos. - Jeriaebrek no tienen nignún sentido a la hora de elegir arma, maldita sea.
Se ciñó la cartuchera y puso el blaster en ella. Sintió el peso del arma y tuvo una sensación de déjà vu al cerrar la presilla de velcro suave. De pronto supo que iba a combatir durante mucho tiempo con aquél arma pendiendo de su pierna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario