martes, 11 de octubre de 2011

La última batalla (X).

¡Uuuuy! ¡Pero si todavía no ha muerto nadie! Aunque como diría Kenshiro... Ya estás muerto. En fin, me estoy quedando sin búffer, así que debería seguir escribiendo. Bueno, cuándo la cabeza no juegue al ping pong ya me pondré. Mañana o pasado, por cierto, debería postear la entrevista que le he hecho hoy a Roach.

Por cierto, llamadme pesao. Pero vuelvo a poner el hilo en el que busco dibujante: http://www.subcultura.es/foro/viewmessages/1767





– ¿Baker eh? – Bajo la armadura, el viejo militar sonrió divertido ante la coincidencia. – Buena tropa.
– Gracias señor.
– Dejémonos de charla, mis chicos están desplegados y mi nave se larga.
– ¿No se quedan?
– De un momento a otro los cazas y cañoneras deberían comenzar a darnos apoyo. Mientras descendíamos he visto que están trayendo más cosas.
– Estupe…
– ¡Pero queréis dejaros de mierdas! – David les gritó desde su posición de ametralladora. – ¡Que nos copan!
Y era cierto. Los esclavos descerebrados vong ya no eran tan fáciles de repeler. Ahora venían acompañados de algunos colaboracionistas que blandían blásters y usaban algo más de táctica y estrategia que las masas anteriores. Los infantes de marina ya estaban en posición, abriendo un fuego denso y preciso. A pesar de todo, el enemigo avanzaba con fanática decisión.
Una serie de explosiones que les sofocaron estallaron justo delante. Rugiendo sobre los cañones naturales formados en el planeta, pasaron dos cazas en rasante, justo después del bombardeo. Otros dos y algo que impactó comenzó a arder brutalmente, incendiando a los atacantes e inundándolo todo del desagradable olor a carne quemada. Alaridos llegaban desde más adelante, dónde se intentaban cubrir del napalm lanzado. Los defensores rieron. Vilem terminó de montar su arma y sus subordinados lo miraron con reproche. A pesar del casco, se dio cuenta.
– Eh, que hace tiempo que no… – Revisó el cargador de tibanna que había metido y amartilló. – ¡Eh, que soy un anciano!
Alguien hizo una broma y el resto la rió con guasa. Todos sabía que a pesar del rango de comodoro y las insignias de marina, él siempre había sido tropa. Nada ya en el Universo podía hacerles cambiar la forma de tratar a su superior.
– Menos coñas que os empapelo. – Miró al frente. No se le pudo adivinar la mueca bajo el casco blindado. – Si salimos de ésta.
Venían de nuevo, en mayor cantidad.

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