miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sniper Alley (4).

Los tres estaban en una posición muy delicada. Barega mantenía con su enorme fuerza a Dean, que no dejaba de retorcerse para escapar del implacable abrazo del gigantón. Hermann, por su parte, buscaba cualquier resquicio para disparar sin herir a su empleado, cosa no tan complicada si no fuera porque el PKM estaba ahí, a la vista. Si hubiera querido, se habría apostado y les habría disparado al entrar. O antes de entrar, desde la ventana. Mientras Barega gritaba palabras con sentido y algunas que no tenían tanto, el alemán se concentró en su aspecto. Era enorme, cosa evidente y muy oscuro de piel a pesar del polvo, aunque no negro. Tal vez un hispano, pero aquél acento no le sonaba. De medio oriente, concluyó, no muy seguro. Con un poco de suerte sería israelí.
–¡Cálmate! –dijo Hermann, en inglés, esperanzado.
Barega puso cara de sorpresa y su brazo se aflojó ligeramente.
–Menos mal, podemos hablar –dijo el gigantón, aliviado claramente–. Voy a soltar y me alejaré un paso. No voy a dispararos.
Dean se soltó con un bufido y le apuntó sin miramientos con el lanzagranadas.
–Muy bien, podemos bajar las armas –comentó Hermann, mientras bajaba el fusil, algo más tranquilo–. Dean, he dicho que bajamos las armas.
El norirlandés resopló y obedeció. Siguió observando furibundo.
–Siento el espectáculo –dijo Barega, con un acento extraño, cercano al australiano, aunque con dejes sudafricanos–. Me llamo Barega y me han contratado para escoltar a un grupo de personas fuera de la ciudad y me está costando porque ya somos siete. Y cuesta controlarlos porque algunos se odian entre sí y no domino el idioma de por aquí.
–¿Y qué quieres? ¿Ayuda? –dijo Dean, despectivo–. No podemos ayudarte, estamos ocupados.
–Estamos buscando a una dama –comento el mercenario, en suave inglés–. Se trata de Ljubica Darko. Nos envía su marido a por ella, pero sólo sabemos que está en un edificio de radio local. Mandó un mensaje entrecortado hace unos días.
–La conozco. La protejo, cómo a los otros –sonrió el aborigen, encantado por el giro de acontecimientos–. ¡Venid! Si tenéis radios podremos enviar un mensaje.
Cogió el PKM y se acercó a la escalera, sin notar que ambos estaban asombrados por la noticia. Se dio la vuelta y les apremió, contento.

El lugar estaba a poca distancia de dónde habían conocido al australiano. Dentro, entre cascotes y sentados en colchones sucios, malvivían 6 personas. Dos mujeres, tres hombres y un niño. De las mujeres una era serbia, el resto, bosnios. Barega los presentó y Ljubica lloró de alegría al saber que su marido le había enviado ayuda. Más se alegró al saber que Dean transportaba una radio operativa para poder avisar en caso de que se hiciera imprescindible salir de allí.

Al principio los momentos de tensión estuvieron más que servidos. Los bosnios se creían abandonados por la serbia, con la que habían compartido las escasas provisiones, la preciada agua, que escaseaba. Sin embargo, Barega dejó de dar explicaciones cuándo Hermann le advirtió que los estaba confundiendo más, debido a su pobre dominio del idioma local. El alemán les explicó que estaba acordado que les enviarían un helicóptero para evacuar y había espacio de sobra para todos, así que nadie iba a ser abandonado allí. Pero todos debían obedecer las órdenes de los tres mercenarios, sin rechistar, pues la supervivencia de todos dependía de eso.
Cuándo comenzó a atardecer, salieron a buscar formas de pasar al edificio contiguo, que era más o menos de la misma altura, pero sin la molesta antena, que evitaría una recogida segura. Después de la exploración, que no tuvo incidentes, decidieron que pasarían de un tejado al otro, para evitar todo lo posible la calle y que se trasladarían aquella misma noche.





Vuelvo a la carga con Hermann, Dean y Barega, tres de los protagonistas de "Sueño Africano", el cuál podréis disfrutar dentro de un tiempo dibujado por mano de blacksanz.
Poco he de comentar hoy, excepto que de momento, seguiré con Sniper Alley hasta su fín y después haré lo mismo con "la Última Batalla" y si estoy de ánimo con "Él", que ya toca.

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