jueves, 27 de septiembre de 2012

Hoy toca política.

Sé que mi anterior entrada no ha desaparecido de la portada de subcultura, pero hacen ya casi veinte horas, así que espero que no haya problemo.

Generalmente no doy mi opinión sobre política. De hecho, no voy a darla. A quién vote o deje de votar no es en absoluto tema para un blog literario o cómo prefiráis llamarlo. Pero sí que voy a opinar de la forma que se tratan las opiniones políticas en este país.

Es curioso, porque hace poco recibí la respuesta de un menguado, que debió entender lo que no era, porque me insultó a mí y a parte de mi familia de muy malos modos hace unos meses, cuándo defendí la libertad de un amigo de expresar su opinión y castigué su forma soez de expresar la suya. La cosa no fue a mayores, simplemente argumenté una respuesta y meses después me ha respondido, igual de reaccionario que al principio. Después de reportarlo a Feisbuk (interesante, porque se la suda que lo reporte, símplemente me aconseja darle al botoncito de no mantener comunicación y ya (la otra opción que me da (acoso) es la de llamar a las autoridades y me parece excesivo)), estuve pensando algunas de las cosas que vais a leer. Ahora, después de leer acerca de una opinión dada y la forma de tratarla, me he decidido.

Últimamente estoy viendo una tendencia a reaccionar violentamente contra opiniones de distinto sentido al que nos gustaría que la gente siguiera. Si alguien no piensa cómo nosotros, lo insultamos, vejamos, perseguimos y amenazamos de mil maneras distintas. No es por supuesto el caso de todo el mundo, pero empieza a ser más general de lo que me gustaría y me hace recordar fechas pasadas, en las que la gente se tomaba estas cosas así. Y luego perseguía a antiguos amigos por haber levantado el brazo de una forma o de otra. Además, parece que no hay un punto medio, o se es de un lado, o se es del otro, sin poder quedar en tierra de nadie, como siempre he pretendido. Si comentas tímidamente que cada cuál tiene derecho a expresar lo que le de la real gana, te tachan de lo contrario a lo que el "vengador justiciero" considere que es. Si él es blanco, tú negro; si él es negro, tú blanco.
Comienza a asustar ver comportamientos tan extremistas en personas a las que en cualquier otro momento podrías considerar como adultos responsables y civilizados. Una vez ví una discusión sobre si una tortilla española debía o no llevar cebolla (yo me declaro anticebollero es este concreto caso) y los adultos que me doblaban la edad casi acaban a guantazo limpio. Qué no haran, me dije, por un ideal, si deciden que es el que ha de prevalecer sobre los otros, o más bien, sobre las tumbas de los otros.
España (hablo sobre mi país, pero estoy muy seguro que puede trasladarse a otros países de habla hispana, que al fin y al cabo, somos todos hermanos y primos) es un hervidero de violencia desde hace mucho, sin necesidad de meter la política de por medio. Entiendo que es sólo otra excusa para dedicarnos a lo que nos ha unido realmente a lo largo de los siglos (pegarnos entre nosotros y tan sólo ponernos de acuerdo para pegar al vecino), pero se supone que estamos en un siglo de luces, de libertad política, religiosa (de esto hablaré en otro momento), sexual e intelectual. Se supone (supongo) que somos gente moderna, avanzada y tolerante. Se supone, que somos capaces de manifestarnos, violenta o pacíficamente, por un bien común.
Sin embargo, no tenemos problema no ya en criticar o condenar otros puntos de vista, sino de desear que desaparezcan y ejercer esfuerzos en esa dirección. Recuerdo que hace un tiempo me uní a una manifestación con la que me sentía realmente identificado. Hasta que comenzaron con insultos y consignas políticas que me hicieron agachar las orejas (cosa curiosa en una manifestación que no tenía color), por si acababa linchado. También ví simbología que no iba en absoluto con el espíritu de la protesta, pero con la que no estaba de acuerdo.
No me molestaba especialmente la simbología, o las consignas. Lo que me molestó, fue la politización de la manifestación, que era una protesta pacífica en contra de algo que no me gustaba y que no tenía puto sentido politizar.

Por si alguien tiene alguna duda, nunca he sido demasiado democrático. Creo en las libertades de cada uno y de hecho las defendería con la vida, aunque no estuviera de acuerdo con él (sí, alguien decía algo similar, pero no recuerdo quién, lo siento (la frase creo que es: "Señor, no estoy de acuerdo con usted, pero daría mi vida para que pudiera tener la libertad de seguir expresándolo", o algo así)), pero cada año que pasa estoy cada vez más convencido de que la gente, como masa pensante, no tiene madurez para votar. O vota a lo que ha votado siempre, o vota a lo contrario que le jodió, pero no busca terceras opciones (vale, en España, no hay tampoco muchas terceras opciones realmente serias, pero ahora mismo, las dos primeras opciones no son serias tampoco). Con esto no digo que la gente individualmente sea lerda, porque no. Lo es la masa y ahí está el peligro, porque es la masa la que vota. El qué dirán cala muy directo en nosotros, queramos o no. Hay gente que se libera del yugo y es capaz de formarse una opinión propia y muy loable, esté o no de acuerdo con ella.
Pero no os asustéis, que yo sea poco democrático, no quiere decir que no vea que la gente lo que quiere es democracia, así que me amoldo a lo que dicte la mayoría (igual hasta sí que soy demócrata y no lo sabía). Lo único es que no se me ocurre un sistema menos malo, como dijo cierto estadista. De hecho, el problema no es el sistema. Nunca lo ha sido, realmente. Sino la gente, las personas que estaban dentro del sistema y esta gente (sí, antes salía de un estamento social distinto, pero ahora no hay razón) sale de entre nosotros. Lo que pasa es que parece que sean siempre lo peor de nuestra sociedad (yo creo que es un fiel reflejo, pero no voy a ahondar ahora por ahí).

Uf, creo que me estoy desviando un poco del tema. Veamos.
La opinión de cada uno, es sagrada, nos parezca correcta o no. Tratar de imponer la propia o peor, tratar de silenciar la otra, no es un acto de libertad de expresión, cómo algunos parecen creer. En absoluto lo es. No es una defensa del Estado, o una defensa del Pueblo. Es un ataque a la Sociedad en su conjunto.
No caigais nunca en un bajo ataque a otra persona que no piense como vosotros. Su opinión si está bien razonada, por mucho que joda, es tan válida. Si no lo está, hay que intentar que la razone antes de realizar un ataque directo.
Nuestra libertad acaba dónde comienza la del otro. Y la del otro es tan intocable cómo la propia. Recordadlo muy bien y mirad atrás de vez en cuándo. Mirad el río de muertos que dejamos en la historia por cuestiones parecidas. Por una vez, evitemos viejos errores y olvidemos viejas rencillas (sí, todos tenemos viejas rencillas por algún lado. Si soy capaz de hacer caso omiso, vostros también podréis), evitemos lo que hemos estado haciendo con nuestros hermanos durante tanto tiempo.

Leche, que desde que existe Estados Unidos hemos tenido cuatro o cinco guerras civiles de importancia, que parece que no salgamos del foso entre unas cosas y otras.

Pensad coño, pensad por vosotros mismos.

2 comentarios:

  1. Muy buena reflexión.

    Diría, por cierto, que la frase es de Voltaire.

    Y la tortilla sin cebolla, claro. O con ella, si la quieres más sabrosa. ¿Qué más dará?

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    1. Vale, me lo apunto.

      La cosa es que da igual qué es lo que carajo sea que lleve la tortilla. Mientras se respete que al otro le pueda gustar sin cebolla.


      Aunque sea totalmente incorrecto, por favor... Una tortilla de patatas con cebolla, qué ordinariez.

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