lunes, 24 de septiembre de 2012

Libertad 2. Dulce emancipación.

Segunda entrega del fanfic de Star Wars "Libertad". A partir de aquí y lo siento de veras, pero comenzamos con actualización semanal de este apartado. En todo caso, serán entregas más largas de lo habitual, espero. Un saludo a todos.



Caminaban con soltura entre la gente de mala catadura del Sector Azul. Aunque estaba plagado de criminales, a Ilvael nunca le había asustado entrar allí. Y si además llevaba la escolta de su hija y de Jeriaebrek, no habría rival en aquella zona. De hecho, le gustaba la zona. Estaba en su salsa
Siempre se había movido entre rufianes y en el Sector Azul estaba lo más granado del sector. Pero aunque también estuviera en plena campaña de reclutamiento para la pelta, no tenía pensado en ninguno de aquellos para contratarlo. Pretendía evitar puñaladas traperas. No obstante, mantenía un ojo atento a posibles incorporaciones. Siempre era posible encontrar a un conocido o a algún antiguo compañero.
-Papá, mira papá. -Se había desviado hasta uno de los tenderetes que habían en la calle de la Nave del Tesoro, a la que acababan de llegar. -Míralo al pobre...
El “pobre” era una suerte de lobo enorme, de pelaje grisáceo oscuro y aspecto amenazador, que tenía seis patas. Estaba, metido en una jaula, aunque quedaba claro que esta no tendría resistencia suficiente si se enfadaba
-Nena... ¿No te parece un poco peli...? -Comenzó Ilvael. -¡Nomaie!
Se había acercado sin miedo al animal, hasta agarrar uno de los barrotes con la mano izquierda. Se arrodilló y acercó la otra poco a poco. El “lobo”, que al principio había reculado asustado, ahora acercaba el hocico poco a poco, mientras echaba miradas recelosas a Nomaie y a su padre. Olisqueó la mano, la tocó suavemente con la nariz y bufó sonoramente. Comenzó a mover la cola.
-¿Nos lo podemos quedar? -El animal ya se acariciaba contra su mano y parecía más animado. -Míralo que majo es.
-Yo, eh...- Miró desesperado a Jeriaebrek, que había permanecido callado un buen rato. -Jeria, échame un cable.
-Ilva, el animal no da muestras de ser agresivo, pero si de haberlo pasado mal. Te recomiendo quedártelo. Míralo como un acto de caridad.
-Gracias por el apoyo tío. -La joven ya jugueteaba con el enorme can, que estaba visiblemente más contento. -¿Dónde estará el que lo vende?
-Hija, todavía no sabemos si lo ven...
Como si sonara una campana, el lobo se apartó de la mano y gruñó perceptiblemente. Miraba a alguien que se acercaba desde un tendero cercano y le gruñía con verdadero celo.
-¿Están interesados en la mercancía señores? ¿Les interesa este magnífico animal? -Apoyó la mano en la jaula. Justo en ese momento la mascota se acurrucó y pareció que algo le molestaba. -A mí me ha prestado mucho servicio, pero es muy amigable. Como han podido ver.
-Nos lo llevamos. ¿Cuánto es? -El antiguo maestro jedi se había adelantado. Rebuscaba en sus bolsillos, como buscando algo. -Pregunto que cuánto es.
-Pues serán tres mil... -Se quedó parado un momento. Pero continuó. -No, 500 créditos.
-Cóbramelo. -Jeriaebrek ya le había extendido el chip de créditos. -Ilvael, no pellizques coño.
-¡Gracias tío Jeria! -Nomaie estaba radiante. -Podremos llevarlo en la pelta.
-Genial, ahora me convertiré en esclavo del chucho. Gracias “amigo”.
-Mi viejo amigo, comprenderás la decisión que he tomado antes de lo que piensas. -Sonrió y guiñó un ojo. -Ahora debemos llevárnoslo, pero por suerte este amable señor nos regala también la jaula y los repulsores de transporte dónde la lleva.
-Por supuesto... Gracias por la compra.


Había logrado escapar a la vigilancia imperial de forma casi milagrosa, quemando su uniforme de asalto para evitar que los sabuesos lo localizaran. Había aprendido muy bien todos los temas referentes para escaramuzas en territorio imperial, tanto el combate en sí como la posterior huida en solitario si se hiciera necesario. Y vaya, aquello se hizo muy necesario.


Todo salió con el orden planeado. La célula se infiltraría en una instalación carcelaria y extraerían a cierto prisionero político, para llevarlo a salvo. Y mientras se encaminaban por las transitadas calles de Coronet, los detuvieron unos soldados de asalto. Sabían exactamente para qué habían sido enviados y les informaron que les iban a acompañar, sin disparos entre la multitud. Entregaron discretamente sus armas y los siguieron, hasta que los soldados los metieron en un discreto callejón. Allí, el sargento rebelde, oliendo a muerto decidió saltarse la acción diplomática y comenzó una trifulca, en la que cayó una cegadora al suelo aprovechando los que pudieron para hacer mutis por el foro y largarse.


Nunca supo que había ocurrido con sus compañeros y la misión, porque al acudir al punto de encuentro se topó con imperiales, a los que pudo esquivar gracias a que se había desecho ya del uniforme según la forma que le habían enseñado. Daba gracias por la instrucción. Sin ella habría acabado muerto, pero igualmente estaba sólo, sin amigos o conocidos cerca y sin ningún tipo de dinero o visado. Estaba verdaderamente jodido y buscaba una forma de salir de Corellia y volver al seno de la jovencísima Alianza Rebelde. Se enfadó. Aquella situación podría haberla evitado, pero quería acción. Podría haberse quedado tan tranquilo en uno de los cuarteles improvisados, ejerciendo de médico para la Alianza, sin arriesgarse, pero quería estar en primera línea, sentía que atrás no hacía todo lo posible. Maldita fuera su estampa.


Entre los callejones del Sector Azul se podía mantener más o menos a salvo, porque aunque cualquiera de los delincuentes podría pretender algo de él, disponía todavía de su bláster auxiliar. Y estaba más que dispuesto a usarlo. Lo que se preguntaba era que carajo iba a hacer en caso de que lo disparase.

Estaba tan paranoico que cuándo escuchó pasos cerca se metió en uno de los patios de viviendas de la zona, aparentando ser un vagabundo durmiendo. Pero su sospecha desapareció pronto cuándo vio que se trataba de dos twi'leks y un humano, escoltando una jaula con un perro enorme de seis patas. Aquella raza le sonaba, pero no sabía de qué. Se concentró en lo que decían, porque parecían discutir. La chica decía algo sobre abrir la jaula y los otros dos, bastantes más mayores le daban una serie de razones para no hacerlo. Ella replicaba de nuevo. Cuándo comenzaron a alejarse, toparon con una serie de cajas y barriles de cerveza vacíos, desechos de las cantinas y bares de la zona. Cuándo retiraban los desperdicios, el twi'lek empalideció perceptiblemente, hasta llegar a un tono rosado muy claro. Sin gritar, dejó las cajas en el suelo y se apoyó de cara a la pared mientras se masajeaba la espalda. Sin verlo, supo que apretaba los dientes y podía escuchar un lamento muy, muy bajo, pero sin oírlo. Porque sabía lo que le había pasado y lo mucho que dolía aquello. Así que sin saber muy bien que se creía que estaba haciendo, se encaminó en su dirección, poniendo una sonrisa muy, muy afable.

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