lunes, 8 de noviembre de 2010

Icusagora Riel. El Beaufighter y el Golfo Ranac (II).

 Bueno, sé que dije que sería ayer (me he pasado 37 minutos, demandadme) y que debería haber más, pero no me ha salido mucho la verdad. Entrada de las cortas tocan. Esta semana supongo que volveré a actualizar, espero que la disfrutéis.


Uno de los snekkar zarpó en cuánto tuvo hombres disponibles para asaltar la goleta que avanzaba torpemente para llegar hasta los Diagonales y escapar de ellos. No hicieron caso del amenazador esquema de colores que portaba. Estaban seguros de poder lidiar con cualquier cosa. Vieron también la bandera Isparii con el águila imperial adornándola. De nuevo, desdeñaron a su enemigo y a fuerza de remo continuaron su implacable avance.
Sabiendo que sus esfuerzos por asustar a los piratas eran fútiles, los marineros entraron en pánico, hasta el punto de descuidar las velas y dejar sin viento al barco. Los scandios rieron a carcajadas al darse cuenta de que algunos, en su cobardía se habían arrojado por la borda.
Les dieron alcance, aún riendo de ellos y se prepararon para abordar. Pudieron ver toneles en cubierta y los aparejos de cualquier barco de carga. Aquello entusiasmó a los norteños, pues volverían a casa con mayor botín del que habían esperado en un principio. Además, parecía que se habían escondido todos para evitar la muerte. El capitán del snekkar se frotó las manos. Tendrían prisioneros, muchos prisioneros que vender, mujeres que violar y multitud de pequeños criados para el invierno. Scandia es un lugar muy frío y la servidumbre muere fácilmente.
Abordaron el Beaufighter sin encontrar oposición. La cubierta estaba desierta y con señales de haber sido abandonada a toda prisa. Pensaron que algunos habrían saltado por la borda contraria, así que se desplegaron en esa dirección, mientras el resto llenaba el vacío. No vieron a nadie y se extrañaron. Mientras su capitán trataba de discernir las implicaciones, escucharon un espantoso grito de dolor desde el snekkar que habían dejado a su espalda.
El timonel scandio yacía muerto a los pies de un hombre enorme. A su lado se encontraba una mujer de gran altura también y un hombrecillo de aspecto peligroso. Los tres estaban mojados y era evidente que habían nadado para llegar hasta ahí. Antes de que se repusieran de la sorpresa y con un grito, el trío cargó.
-¡Ahora! -Ismiz había esperado la señal para comenzar el combate.
Se escucharon los estampidos de las armas de fuego que se descargaban contra los asaltantes. Apareció la tripulación vociferando airada y de entre ellos aparecieron dos cañones, vueltos hacia cubierta. Dispararon.
El aire se llenó de alaridos y de humo con olor a pólvora, que mareaba los sentidos. Como si fueran un sólo hombre, la tripulación se movió al encuentro con los piratas.
-¡Beaufighter! ¡Beaufighter! -Gritó alguien desde la niebla.
Y 70 gargantas lo corearon enardecidas.

1 comentario: