jueves, 25 de noviembre de 2010

Folgore VI.


 Una entrega algo más lentita. No todo van a ser combates y gresca superheróica.




Las noticias habían volado muy rápido por toda Suiza. Klaus Glucciani, el excéntrico millonario que había convertido la fortuna de la lotería en una de las mayores del planeta, pagaba a mercenarios para mantener sus intereses en países subdesarrollados. Era desde luego un escándalo importante, pues siempre había tratado de dar una apariencia benévola y apacible. Desde luego, la gente se escandalizó. Y Klaus también.
Se encontraba en su casa de Lugano, en una propiedad de tres pisos blanca, con vistas al enorme lago y un jardín con piscina, muy cerca del pequeño puerto deportivo. La televisión empotrada dejaba ver el canal que emitía en ese momento la exclusiva y él se había levantado repentinamente, arrepintiéndose inmediatamente del brusco movimiento. De su último combate había salido con tres costillas rotas, muy difíciles de explicar y una vez frías, muy difíciles de soportar con tranquilidad. Y ahora aquello.
-Hijos de perra. Pero qué hijos de perra. -Entre palabras respiraba con cuidado, para no hacerse daño. -No comentan el porqué, a pesar de que lo conocen perfectamente. No informan de qué protegen esos cuarenta contratistas.
Después de Industrias Glucciani subiera como la espuma y le hiciera ganar miles de millones, decidió equilibrar un poco el karma regalando dinero. En un principio donó algo a Ong's, pero más tarde descubriría que la mitad de ellas se hacían puros con los billetes que mandaba, así que fundó la suya propia y la puso a trabajar como una empresa. Sólo que en lugar de conseguir dinero, debían ser eficientes a la hora de gastarlo. Aquello ya estaba más con su consciencia.
Pero los lugares dónde ponía en práctica sus proyectos de desarrollo son zonas muy deprimidas, dónde los maleantes campan a sus anchas, sin que las autoridades locales hicieran nada por evitarlo. Eso si habían autoridades locales claro. En muchas ocasiones la ayuda iba a parar a países en guerra civil, dónde tal tribu trataba de asesinar a tal otra y entre medias estaban los refugiados y sus propios empleados. Así que para proteger todo aquello, contrató a un variopinto grupo de contratistas civiles, que velaban por la seguridad, aunque lo hicieran fuertemente armados.
Y ahora un periodistoide se había topado con aquello y lo había vendido al mejor postor. Aunque evidentemente, olvidaba muchos detalles en el camino, claro. Y si había algo más que lo irritara, es que nunca había intentado atraer la atención. Ganar esa animalada de dinero y regalar parte siempre atrae, pero de pronto se había convertido en un personaje más de esa cartelera que siempre había odiado. Y ahora se estaba viendo en la enorme pantalla, con un letrero a la izquierda que ponía “imágenes de archivo”, todo fofo y paliducho, de la temporada que siguió a la lotería. Se había abandonado un poco. Bastante. Mucho. Y le había costado una barbaridad coger la forma de nuevo, sobre todo pensando en meterse en el pellejo de Folgore. Tenía que demandar a esos cabrones.
-Como alguien ataque sus estudios me voy a demorar todo lo que pueda, maldición.

Estaba de mal humor. Los tres últimos días se había visto asaltado por multitud de periodistas, que trataban de tomar alguna declaración respecto a la noticia de Alpes Televisión, o de la demanda a ésta misma, por uso no autorizado de imágenes personales. En todo caso, no respondía a nada.
La reunión con su equipo de pensadores no estaba dando muchos frutos y se aburría. La mayoría de conceptos que barajaban estaban muy por encima de su, en comparación, pobre educación. Ellos lo sabían, así que se limitaban a discutir entre ellos, entregados a solucionar los distintos problemas planteados.
-¿...opina? -Sandro se inclinó con dificultad hacia su jefe, apoyando la enorme barriga en la mesa. -¿Klaus?
-Quiero una armadura condenadamente grande con una panoplia de armas como para convertir... -Había agachado la cabeza hasta mirar la mesa gris sin reconocerla. Cuándo se dio cuenta de que le hablaban, se incorporó como el rayo. -Eh. ¡Ah! ¡Oh perdón! Se me ha ido la cabeza bastante lejos sin darme cuenta.
-¿Se encuentra bien?
-Yo eh... No, la verdad es que hoy no estoy muy por la labor. -Se levantó suavemente y apoyó las dos manos en la mesa. -Por favor, continuad vosotros. Manteneos en los proyectos abiertos, no es necesario que sigáis centrados en Folgore de momento.
Los tres científicos se miraron significativamente cuándo su jefe salió por la gruesa puerta aislada. Los tres sabían la gracia que le hacían a Klaus los medios de comunicación y también habían escuchado perfectamente lo que le había dicho a la enorme mesa de reuniones, de forma casi confidencial. Dado que todos sentían que le debían algo, decidieron ponerse manos a la obra con una pequeña sorpresa.

4 comentarios:

  1. No sé por qué, pero creo que hay alguien a quien le gusta Iron Man... Esto se parece un poquito más de la cuenta, ¿no?

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  2. Hombre, sí, me gusta Iron Man. Y además es dificil no ver una semejanza en dos superhéroes tecnológicos (que en los que además, es muy necesario que sean millonarios).
    Sin embargo ahí termina. No tienen las mismas motivaciones, ni siquiera el mismo tipo de tecnología. Tony Stark es un genio que diseña él mismo supercosas (y esa es a fuente de su dinero) y Klaus es un tipo listo que ganó la lotería y necesita a muchas mentes brillantes para conseguir algo.

    Y por encima de todo, Stark es un ególatra ebrio.



    Ejem.

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  3. Cuando vea dibujada la "armadura condenadamente grande con una panoplia de armas" hablaremos de parecidos...

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  4. Bueno, siempre se puede diseñar una armadura condenadamente grande y con una "inmensa" panoplia de armas. Y no esas MARICONADAS que lleva Máquina de Guerra en Iron Man 2.

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