¡Uf! Casi no llego a ésta entrega. Agradecedle la putada al catarro, que me tiene completamente idiotizado.
Klaus estaba
boquiabierto. Evidentemente, no era la primera armadura que de ese tipo que
caminaba por el planeta, pero era la primera que tenía tan cerca.
– Aún hemos de
ponerle la cobertura de aleación, pero es operativa y está prácticamente
acabada. – Johann no podía ocultar su orgullo por el aparato creado por los
tres. – Será bastante duro, eso sin duda.
– ¿Es rápido? –
Preguntó el joven, sin recordar que ya se lo habían dicho antes de mostrárselo.
– ¿Cuánto alcanza?
– Todavía no
hemos podido hacer las pruebas de campo. – Sonrió Kurt, maravillado por la
buena respuesta de su jefe. – Pero debería alcanzar Mach 2 con facilidad, sin
forzar los sistemas.
– ¡Es estupendo!
– El millonario no cabía dentro del arnés de la satisfacción que sentía. –
¿Está equipado cómo Folgore?
– Dispone de los
sistemas tradicionales del propio Folgore, claro. – Dijo Sandro, intercambiando
miradas con el aparato que se alzaba ante ellos, imponente. – Hemos añadido dos
generadores de campo quinético extras, que crearán un escudo protector, para
complementar el blindaje físico.
– Pero… ¿No se
podían añadir directamente a Folgore?
– No, la fuente
de energía es demasiado grande, aunque ofrece la que necesitamos y más. – La
voz ya no sonaba metálica y la armadura estaba entrando en posición de apagado.
Se abrió una placa trasera. – En ésta maravilla funcionará perfectamente y no
tendremos tanta limitación a la hora de añadir equipamiento nuevo.
– Oh, Dios,
tengo que probarlo. – Comenzó a quitarse presillas, ante la sorpresa general.
Se lo impidieron. – Kurt, así no sale, es exactamente al revés de cómo lo estás
haciendo.
– Claro que es
al revés. – Terció éste, sonriendo, mientras volvía a apretar las presillas. –
Y está usted herido, además de que no está completamente acabado.
– Uhm… Ahora que
lo pienso, ¿cómo demonios lo puede pilotar él? – Se sorprendió. – Pensaba que
el enlace neural era indispensable.
– Y lo es, lo
es. – Sandro miró a su colega, que descendía del monstruo metálico. – Por eso
Johann lo lleva. Es nuestro piloto de pruebas.
– Señor, no le
íbamos a dar una maravilla experimental sin haberla probado antes. – Dijeron
los tres, a unísono, mirándose sorprendidos.
– Oh venga, no
me podéis dejar así. Hasta yo sé que puede volar. – Suplicó, esperanzado. – Si
lleva escudos telequinéticos, no necesita de la carcasa exterior para que sea
aerodinámico.
– Señor
Glucciani, usted pagará, pero también hemos de mirar por su salud, al fin y al
cabo. – Dijo Kurt, inflexible. – Hasta que no esté completamente recuperado, no
pilotará éste o Folgore.
Klaus lo miró
dolido. Sabía perfectamente que no podía, pero estaba tan contento como el día
que la empresa aeronáutica le llamó para comunicarle que había terminado con la
reproducción de su B-25. Tuvo que volver a la realidad y admitir que no estaba
en su mejor momento, antes de disculparse por haber perdido un momento los
papeles.
Hablaron durante
horas, sobre sus capacidades, posible nuevo equipamiento, incluso armas de
energía, que actualmente estaban desarrollando para el ejército estadounidense,
aunque estaban en unas etapas muy primerizas de desarrollo. Hablaron hasta que
se hizo de noche e incluso cuándo llegaron las pizzas, continuaron.
Friedrich midió
con la mirada al hombre que tenía delante. Era enjuto, vestido de negro y no
sonreía en absoluto. Le ponía nervioso.
– Entonces,
¿qué? – Dijo, inclinándose sobre la mesa en toda su alta estatura. – ¿A por quién he de ir?
– Se trata de
Folgore, un superhéroe suizo que apareció hará como medio año. – Tenía una voz
suave y agradable, que apenas se escuchaba por encima del estruendo del pub. –
Dado que hace unas semanas que no da señales de vida, queremos que salga a la
luz. De paso, comprobaremos si nuestras teorías. Sabemos que opera en la zona
de Lugano, aunque por fuerza mayor se desplaza a otros lugares.
– Muy bien, pues
iré y lo macha…
– No. Irá a
Frankfurt y comenzará a hacer lo suyo. – Hizo un ademán un tanto despectivo. –
Ya sabe, destrozos y todo eso. Y de paso, buscará a dos personas, que son de
carácter fundamental para nuestra organización.
– Ajá, y las
mat…
– No. Se
limitará a encontrarlas y a secuestrarlas. – No hizo ningún gesto al decirlo,
como si fuera una estatua de cera. – Después declarará ante las cámaras, usted
se ingeniará el cómo, que si no viene Folgore antes de dos horas, las asesinará
en directo.
– ¿Dos horas? –
A Friedrich aquello no le cuadraba nada en absoluto, dado que iba a hacerlo
solo. – Media Alemania se me echará encima. Soy poderoso, pero hasta yo tengo
en cuenta mi límite.
– De las fuerzas
de seguridad nos encargaremos nosotros.
– ¡Y de los
otros súper?
– Le aseguro que
tendrán otros motivos para distraerse. Usted es nuestro mejor activo. – Añadió,
siniestro. – No el único.
– Bien, y cuándo
llegue el tal Folgore, si tiene redaños…
– Se limitará a
humillarlo. No lo matará ni lo incapacitará ya que es muy necesario dentro de
nuestros planes. – Volvió un momento la cabeza, para hacerle una señal al
camarero. – Después de hacerlo se irá del lugar a dónde se esconda
habitualmente. Y matará a sus dos rehenes.
– Muy bien, así
lo haré. – Le miró, interrogante. – ¿Puedo saber qué han hecho esos
desgraciados?
– Algo que tiene
que ver con nuestras finanzas. No se preocupe. – Sacó una nota de papel y se la
entregó. – Son éstos dos. ¿Podrá recordarlo? Hay que destruir la nota.
– Así que Kurtz
Rot y señora, ¿eh? – Incineró el papel con el mechero que le pasaba su
contratante. – Creo que éstos dos lo van a pasar mal.