domingo, 26 de agosto de 2012

Duelo de Titanes (3. Final).

Trastabillaron ambos, tratando de no caer tras el tremendo mazazo doble. El Sith reaccionó antes y acosó al mercenario a golpes, que tan sólo pudo cubrirse ante el aluvión. La armadura evitaba perfectamente que sintiera ningún dolor, excepto cuando Vader se centraba en la cabeza. Después de unos cuántos, pudo devolverle un par y aquél sí parecía sentirlos, al menos en parte, así que arreció la tormenta de golpes que le mandaba desentendiéndose un poco de la defensa. El oscuro era capaz de devolverle los golpes que en la armadura apenas contaban, pero algo comenzaba a ir mal. Las alarmas de la nave señalaban la entrada en la atmósfera y la gravedad cambiaba, atrayéndoles más hacia abajo. Por las explosiones y aquél ominoso quejido que recorría el superdestructor, debía de estar pasándolo realmente mal.
–¡Vaya! –exclamó el mercenario, encantado por el cariz que tomaba la pelea–. ¡Parece que si no te mato yo, lo conseguirán otros! Al menos te he distraído lo suficiente como para que no puedas evitarlo.
Vader guardó silencio ante la bravata. Maldijo su manía de no llevar un comunicador para poder cantarle las cuarenta inmediatamente al almirante Jon y que cumpliera sus órdenes. Estaba en una mala posición, eso se lo reconocía a aquél intruso. Pero seguía siendo un Lord Oscuro y eso significaba mucho en aquella nave y en aquella galaxia. Se acercó rápidamente a Vílem y le propinó una patada en el pecho, derribándolo de espaldas sobre la tambaleante superficie. Saltó sobre él antes de que terminara de quejarse y comenzó a golpear rítmicamente con los puños en el casco, esperando noquearlo para tener algo a lo que interrogar después. Que la mala leche no se baja sola.

Los puños llovían implacables sobre su cabeza y no le gustó. El cuello le dolía, así como la cabeza. Los refuerzos estructurales de su cuerpo podían aguantar una gran paliza. Con la armadura, un linchamiento en toda regla y un accidente de deslizador a gran velocidad. Pero aquello eran puñetazos de cyborg, lanzados con rabia y la Fuerza como aliada. Iba a perder el conocimiento si no podía quitárselo de encima y por mucho que le golpeaba, Vader no se movía de su pecho y no daba muestras de querer parar el aluvión, así que necesitaba una distracción externa. Recordó todos los amigos que podrían echarle una mano, pero también recordó que algunos de ellos le buscaban para entregarlo a la justicia de la rebelión. Maldijo en voz alta. Dentro de él, una vocecita comenzaba a hacerse de nuevo fuerte. Una voz acallada hacía muchas semanas, tras intensivo entrenamiento. Ahora volvía para tratar de reclamar el cuerpo. Necesitaba una distracción o aquél cretino con casco de cacerola lo iba a despertar de nuevo.

Cómo si alguien de un plano de existencia superior hubiera escuchado sus ruegos, llegó la distracción, en forma de objeto afilado y enorme que acababa de penetrar la cobertura blindada, antes de ir a incrustarse en el motor más cercano a los principales. Con un espantoso ruido, arrancó la estructura entera, dejando al aire la temblorosa pasarela que estaba a punto de desmoronarse. Bajo ellos, la fragata de espolón se soltó con un violento movimiento, mientras su tripulación trataba de sacarla de la estela del superdestructor al que acababan de herir gravemente. Vílem la aprovechó y golpeó con fuerza a Vader en la máscara, consiguiendo quitárselo de encima. La pasarela se quejó definitivamente por el maltrato y se desplomó, quedando colgada de uno sólo de los cables de sujeción, que aguantó heróico. El sith se agarró al pasamanos, mientras que el mercenario, recomponiéndose aún de la paliza cayó varios metros antes de agarrarse a la capa del oscuro, que casi se suelta por el tirón. Todo aquello se balanceaba y estaba seguro de que si se libraba de la capa y del peso del enemigo podría alcanzar el lado de la pasarela que aún se mantenía firme. Por su parte, el mercenario trataba de trepar en un intento de caer con Vader y cumplir su venganza.
–Maldito seas, mercenario –rugió Vader, contrariado–. Mueres sin que pueda sonsacarte. Suerte para tí, supongo.
La capa se desenganchó con un ruido sordo. Vílem cayó fuera de la nave y entró en la atmósfera. A lo lejos, la fragata se había repuesto y mantenía al destructor bajo fuego. Mientras caía, observó cómo el sith se columpió hasta un lugar seguro, aunque por suerte para su plan, el superdestructor se precipitaba hacia la superficie del planeta asediado ardiendo y mutilado en varios puntos. Sonrió dentro del casco, antes de disfrutar del pandemónium. La batalla era un infierno de disparo de turbolásers, misiles surcando el cielo y las lanzaderas de desembarco cayendo. A su alrededor, cientos de naves atmosféricas y espaciales combatían a las fuerzas imperiales, que habían caído presas de su propia arrogancia.
Se calmó y se puso de frente a la superficie. El viento era lo peor de estar cayendo desde tanta altura, pues producía un ruido infernal al rozar algunas de las secciones de la armadura y le molestaba. Supuso que con un poco de suerte Vader no sobreviviría a aquello. No lo podía saberlo en ese momento, pero más adelante supo que se equivocaba. Esperaba también que el paracaídas integrado hiciera bien su trabajo. En esto, se medio equivocó, porque el paracaídas no se abrió en el momento adecuado y cayó con muy malas maneras, pero al menos, sobrevivió. Así que pensando que había terminado el tiempo de las venganzas, consideró que era hora de rehacer su vida en aquella galaxia y volver a desaparecer.



Y se acabó. Hasta aquí llega este furioso combate entre dos titanes galácticos. El mercenario Vílem, alias Reissig, alias Caldeon, alias "Aullador", cree haber conseguido su venganza, aunque todos sabemos que no es así.
Siento si de vez en cuándo pongo retazos de mi fanfic, pero me ayudan y mucho a continuarlo, precisamente por llegar a ciertas partes especialmente emocionantes de escribir y espero, de leer.


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