viernes, 25 de noviembre de 2011

Tiscornia en Coronet.

... y a ver si recupero un poco la inspiración de lo que tengo que hacer realmente. Maldita seas, desgana. En fin, esto será parte del fanfic que sigo escribiendo de Star Wars. En este caso, nuestro protagonista, con el nombre falso de Tiscornia ha vuelto a la Corelliana de Seguridad, cuerpo de policía del sistema corelliano, dónde trabaja hace la tira. Por si alguien se creía que no tengo un guión base creado, aquí una muestra de que no, que todo lo tengo pensado.
Si alguien quiere leer los inicios, que me los pida por comentario o privado, que ahora no encuentro los enlaces pertinentes.





- Hola colega. ¿Algún problema con la chiquilla?
Había parado el golpe con la mano, con una suavidad inusitada, para la fuerza que llevaba. Tiscornia sonreía, pero no era sonrisa afable, sino una mueca que dejaba traslucir su infinito desprecio. Su compañero le había dado el alto, pero el hombre los había ignorado.
- Señor, le he dicho que dejara de...
- Déjalo chaval. - El mercenario contenía los forcejeos del maltratador sin demasiado esfuerzo. - Atiende a la niña, yo le voy a explicar al amable ciudadano lo de la ley Kray.
- Por favor, no le rompas las piernas. - Dijo Timereth, recordando el atracador anterior. El muy idiota les había salido al paso con un cuchillo. - Antes ha sido bastante espeluznante.
- ¿Lo ha escuchado ciudadano? - Sin soltar la mano lo lanzó con violencia hacia el apartamento. Dió dos tumbos y derribó la mesa, cayendo sobre ella. - Mi compañero no quiere ver su miserable hueso atravesando la carne.
- ¡No puede... hacerme eso! - Se incorporó, sólo para encontrarse a Tiscornia muy cerca. El seguridad le sacaba una cabeza y media y aquello contribuía a la sensación de terror que sentía. - ¡Tengo derechooaaaaaahhh!
Lo tenía agarrado y apretaba con fuerza. Se escuchó un sonido sordo y el hombre pasó del estado aterrorizado, al de húmedamente aterrorizado. El orín se le escapaba por entre las piernas y llenaba la sala de mal olor.
- Joer, me he pasado. Tengo que ajustarme el brazo. - Movió la prótesis un par de veces, comprobando que el movimiento era correcto. - Disculpe por eso, colega, sólo quería que se estuviera quieto.
- ¡Me la ha roto! ¡Me ha roto la mano!
- Nah, tampoco es para tanto. - Lo agarró por el pescuezo y levantó sin esfuerzo el cuerpo, hasta tenerlo a la altura de la cara. - Verá, la nueva ley me permite el uso de la fuerza fulminante para acabar con una amenaza, así que mientras siga siendo una amenaza, podré romperle más huesos.
- Teniente, se ha rendido. - El novato entró con la joven, que se apoyaba en él.
- De eso nada, se ha meado. - Miró disgustado el suelo, hasta que escuchó el gorgoteo. Soltó al hombre al percatarse de que se estaba ahogando.
- ¡M... eh... merindo! - Exclamó, al caer.
- Ah, mira, ahora sí que se ha rendido. - Sacó una brida plástica y lo amarró con fuerza. - Colega, queda detenido en nombre de la ley corelliana, que ha tenido a mal incumplir. Cualquier cosa que diga será usada en su contra y cualquier intento de resistencia será respondido brutalmente...
- Teniente, no es así.
- Por los... - El mercenario se exasperó y le arrancó un gemido al detenido al apretar de más. - En serio chaval, el capitán me da vía libre para comportarme salvajemente con la chusma corelliana y tiene que ponerme contigo.
- Debemos respetar la ley, no podemos.
- Machacarlos hasta que griten en quince idiomas distintos. - Pulsó el botón que llamaba a los refuerzos de a pie. - Ya, ya lo sé. Pero esto es Coronet, no un pueblecito de 3 millones de habitantes, aquí los criminales se las gastan de forma distinta. Aquí matar a un Corsec no suele tener grandes consecuencias.
- Y por ello debemos rebajarnos a su nivel...
- Llevo toda la vida en un nivel tan bajo que para mí es subir de categoría. - Bromeó, sonriendo, conciliador. - Vamos sargento, que te invito a almorzar.
- ¡Pero si acabamos de desayunar!

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