miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ira (VII).

A ver si soy capaz de escribir esto antes de llegar al cao absoluto.
Espero que os guste, porque es un desbloqueo que te cagas. Llevo casi un mes intentando superar este trozo.





La puta dormía todavía en la bañera, mientras el pistolero se vestía con calma. Cada prenda que se ponía significaba otro trago de la botella, que saboreaba con cuidado cada vez. Tenía los sentidos un poco embotados y le costó escuchar el jaleo de la calle. Parece que alguien gritaba.

- ¡Sal de ahí hijo de puta! - Era un hombre cubierto de polvo, que avanzaba por el centro de la calle echando furibundas miradas a todo lo que se le cruzaba. - ¡Te he encontrado Ira!
- Joder, éste debería estar muerto. - El forajido se había asomado, interesado en aquellos gritos. Dió otro trago y se metió de nuevo.
Se puso las botas y bajó al salón, dónde John le esperaba con dos cinturones.
- Es Jack.
- Si, lo he notado.
- Como supongo que vas a salir... - John le mostró los cinturones, uno con dos cartucheras puestas del revés y otro con una sola, a la diestra y en sentido normal. - ¿Cuál prefieres?
- Dame la simple. - La agarró sin esperar a que la soltara. - Y el Remington.
- No prefieres el Navy?
- No, me gusta más el otro. Cogió el revólver y lo comprobó Lo enfundó y se puso el sombrero. - Que preparen la cena, estas cosas me dan hambre.
- ¿Hago llamar al médico? - Preguntó con cierta sorna, sabiendo la que se jugaba.
- En todo caso al sepulturero.
- Lo decía por ti... - Se arrepintió mientras hablaba, ante la mirada terrorífica que aquellos ojos le acababan de echar. - Jack es muy, pero que muy rápido.
- Uhm. No, no hará falta. - Ira sonrió de forma peligrosa. - Ten cuidado botas, algún día, tu pico te perderá.
- Espero que no.

Ira salió al encuentro del alborotador justo después de escuchar el tiro y el grito. Había sido un tiro de revólver y un grito de mujer, algo mayor. Al salir, se encontró a Jack de espaldas, con su arma en la mano. El anciano sheriff estaba en el suelo, retorciéndose, llevándose la mano al vientre.
- ¡Te lo dije, viejo de mierda! - Estaba fuera de sí, drogado por la excitación del fin de la caza. - ¡Te lo advertí!
- ¡Jack! - Ira gritó, sonriente. - ¡Me alegro de verte, Jack! Tu olor sigue siendo inconfundible, me temo.
- Malnacido hijo de puta. - Apenas lo oyeron, pero el forajido sabía perfectamente interpretar aquellos movimientos de labios. - ¡Asesino! ¡Mataste a mi hermano!
- ¿Yo? ¿A tu hermano? - Se hizo el ofendido. Aún sonreía. - ¡Pero si tu hermano me era muy querido! ¿Qué le ha ocurrido al pobre Sam?
- ¡Lo mataste a traición, mentiroso asesino! - Temblaba de rabia, apenas podía controlarse. El polvo caía de él como si el viento lo arrastrara. - ¡Te doy la oportunidad de morir de pie, como los hombres!
- No me digas. - Tocó levemente la hebilla del cinto. - Pero insisto en mi inocencia.
- ¡Basta! ¡No te burles de su memoria!
- Así que... - Sonrió, pero de forma distinta. Su cara era una horrible mueca burlona. - ¿Me matarás?
- ¡Lo haré! ¡No intentes asustarme con tus caras! - Enfundó el revólver. - ¡Soy mejor que tú!
- En ese caso, pichafloja, follacabras, muerdealmohadas, matachinches, asaltacunas. - Elevaba la voz con cada palabra, seguro de que lo oiría. - ¡Desenfunda!
El otro gritó y se llevó la mano a la cadera. Casi inmediatamente, Ira lo imitó. Casi.

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