jueves, 24 de mayo de 2012

La muerte de Hood.

Ale, escribo un poco que tengo hueco y me apetece escribir sobre grandes trastos metálicos sacudiéndose bofetones. En éste caso, no es al 100% exacto, aunque trato de dar esa sensación.

Aún podéis decidir qué relato continuaré para la siguiente entrega.




La niebla se había levantado y los contendientes podían ver sus siluetas. El Príncipe de Gales avanzaba tras el Hood, disparando sus salvas contra el Bismark, que con prusiana arrogancia se había desplegado perpendicularmente a ellos, para poder disparar con su batería completa. El acorazado alemán había disparado seis veces ya y no había logrado impactos significativos, para tranquilidad de James Flint, vigía en el puente del Hood. El capitán Kerr no estaba especialmente nervioso, pese a la conocida debilidad del Hood, confiaba en mejorar la velocidad para escapar a los disparos. El vigía volvió a apuntar con los prismáticos hacia el Bismark, que destacaba contra el gris claro de la niebla. A babor llegaba el Prince Eugen a toda máquina, para proporcionarle apoyo. Pero antes de que éste hubiera hecho fuego, James vió los fogonazos desde el acorazado. "Ahí viene la séptima. No están muy..." Pensó James, dejando a mitad su pensamiento. No pudo pensar más, pues una luz brillante bloqueó su mente y le impidió ver.
Lo que ocurrió a continuación James ya no lo pudo observar. Ni él ni casi todos los marineros que tripulaban el Hood podrían ya contar lo que pasó. Sólo tres de ellos podrían haber comentado algo, pero estaban demasiado ocupados tratando de sobrevivir.
El Hood estalló con inusitada violencia. Una llamarada salió de sus tripas antes de que la santabárbara explotara y elevara el barco entero sobre las aguas. En el aire, se partió como una rama antes de caer y comenzar a hundirse. La proa, poco antes de terminar de desaparecer disparó de nuevo, desafiante, a pesar de la destrucción total del crucero de batalla. Cuándo por fin se hundió, la tripulación del Príncipe de Gales no podía dar crédito a lo que acababa de ocurrir.
Pocas veces, un disparo era responsable de la destrucción total de un navío de esa magnitud.

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