martes, 29 de mayo de 2012

La importancia de la Lengua.

Llevo una semana aproximada mente pensando en escribir algo relacionado sobre el lenguaje escrito (en español, se entiende).

 La verdad es que no soy filólogo o mis estudios me han llevado cerca de la lengua, más allá de las clases de Lengua Castellana de la E.S.O, malditas sean, que confunden más que enseñan y cuyas lecturas aborrecí hasta la náusea (sin olvidar que hace poco me enteré que uno de los profesores de Lengua y una de las profesoras de Llengua eran marido y mujer y además escribían novelas, así que nos tragábamos en clase de uno las obras de la otra y viceversa).
Curiosamente, tuve que dar prácticamente el mismo número de horas de Llengua Valenciana, que no he usado jamás de forma regular y que además, cada cuál habla como le sale de los reales pendientes.

Si escribo con cierta corrección, es gracias al ejercicio de la lectura, simple y llanamente. No me considero un lumbrera y estoy seguro que alguien profesional me sacaría más de un fallo en lo que estoy escribiendo ahora mismo. Pero como decía, no hablo de ortografía, hoy no.

Hablo de la comprensión de la escritura. Algunos sabréis, que aunque mováis algunas letras, una palabra se puede entender con cierta facilidad si mantiene intactas la primera y la última y no se piensa mucho en el hecho de que están mal. No qiuree dceir que sea fáicl, sino que es psibole. No es cómodo, pero se puede. De la misma forma, el sentido de una frase no se pierde del todo si alguna palabra está en otro sitio. Si  problema algún vemos, releer podemos. Y de paso, hacemos la gilipollez al más puro estilo Yoda.
Así que un error ortográfico o de orden e incluso gramatical, queda incluso invisible si no pensamos mucho en él y vemos el contexto de la frase entera, que aún mantiene el sentido.

Pero a la hora de escribir (y de hablar colegas y de hablar), hay un problema. Y es un problema, que ocurre con la comida. Algo no demasiado sano, un par de veces no hay problema. El problema viene cuándo comemos McBurguer todos los días. No sé a vosotros, pero al cabo de un tiempo, necesito un buen lavado de estómago. Así que podemos imaginar todos ya a qué me refiero, ¿verdad? Hoygan es la forma común de llamarlos, pero prefiero el término "analfabestias", que además es un poco más general. Me ha parecido más acertado, porque un analfabeto en muchas ocasiones no tienen la culpa de serlo, por varias razones y pueden ser muy inteligentes a pesar de ello.

Un "analfabestia" no es analfabeto, pues sabe leer y escribir. E incluso, sabe formar palabras sonoras con el órgano proporcionado a tal efecto por la naturaleza. El problema viene del hecho de que ni habla, ni escribe, ni lee bien. Si entablas conversación con uno, antes o después comienzas a pensar que es subnormal. Tanto por la forma de expresarse, cómo por las palabras que utiliza. Y escrito ya es sangrante. No es ya que cometa faltas, sino que la gramática ignora que existe un ser tan basto y por tanto nunca ha reparado en él. Si además el espécimen usa mayúsculas sin control alguno o colores chillones y cambiantes, ya estamos ante un "analfabestia superior", que no sólo escribe mal, sino que se esfuerza en que sea lo más ilegible posible. A ésta clase de gilipollas habría que convertirlos en abono, aunque por desgracia, no sirven para alimentar nuestras verduras.
Lo peor con diferencia que suele pasar con un "analfabestia" en cualquiera de sus modalidades, es que no sólo escribe mal, sino que lo sabe y no le importa en absoluto. Y si se lo comentan, por suave y considerado que sean a la hora de comunicárselo, además tiende a saltar enfurecido, en muchas ocasiones esgrimiendo razones que no se mantienen por sí mismas. Algunas veces aluden a su pobre formación, otras veces declaran que son rebeldes y por eso actúan así. La que más me gusta con diferencia (vuestro humilde escritor tiende a reír groseramente con lo que viene a continuación), es la de la libertad de expresión. Éstos individuos, tienden a acogerse a la libertad de expresión, sin conocer demasiado bien lo que dice la constitución de cualquier país acerca de la misma. Lo mejor, es que se escandalizan si usas la misma liberadora libertad para mandarlos sutilmente al cuerno (bien puede ser llamándolos oligofrénicos, que hace tiempo los tendría horas frente a un diccionario, leyendo con el ceño fruncido por el esfuerzo, peste de internet) y te llaman ortonazi por muy benevolente que sea. A mí me lo han llamado, en varias ocasiones (a mí, que nunca he mirado mal al alfabeto judío) y por ello perdí interés a la hora de ayudar a una rectificación, deseando sinceramente que sufrieran una diearrea cerebral de lo más estimulante. Estimulante para mí, se entiende.


En fin, iba a ser serio, pero ya sabéis que no hay manera. Espero que a pesar del tocho os haya gustado éste pequeño artículo de opinión. Las macetas, por favor, que sigan en sus respectivos lugares.

2 comentarios:

  1. Excelentísima entrada, sin duda alguna.

    Coincido con la parte final, por supuesto, pero no con todo. Si cada uno habla la lengua valenciana como le viene en gana, es precisamente porque su condición de cooficial no es en absoluto real: no se usa de la misma manera en el ámbito público, ni en la administración, ni por supuesto en la escuela. Los alumnos en territorio valenciano deben dar el mismo número de horas de valenciano, para crear así una suerte de estándar lingüístico. De todas formas, de este tema se han escrito libros y libros...

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    1. Y a pesar de ello, si en ámbito público no te manejas con ella, te miran mal. Más adelante escribiré más profundamente mi opinión sobre el asunto, aunque quien me conoce ya sabe qué pienso. En todo caso, siempre he sido defensor de la cultura local, hasta que ésta venía en detrimento de la cultura más general.
      Gracias por leer y comentar colega.

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