domingo, 5 de diciembre de 2010

Más allá de Selene. Trabajo en Venus (II).

Esta ha sido una semana acaparada por las ganas de nada y mala leche. Aunque ha tenido algunas cosas buenas la verdad, ya tocaba. En fin, espero que la siguiente sea mejor, para todos.
Un saludete.





A cientos de kilómetros de la costa norteamericana, en un pequeño aeropuerto instalado en una destartalada isla artificial construida en una enorme montaña submarina, un perro labrador descansaba sobre la manta acolchada que le hacía de cama. Era un día caluroso, pero el perro no parecía molesto por la temperatura. De hecho, al perro lo que le molestaba era un desagradable sonido que llevaba escuchando desde hacía unos segundos. Levantó las orejas y miró en la dirección aproximada.
-¿Rog? ¿Qué ocurre chico? -Un anciano controlador de vuelo salía de la caseta en el momento en el que su mascota movía la cabeza. -¿Has visto algo verdad?
Se limpió las manos en el mono que llevaba hasta la cintura y se puso bien la visera de la gorra, que estaba vuelta hacia atrás. Entornó los ojos y echó una ojeada, tratando de superar el resplandor solar. No vio nada.
-Maldito radar... -Miró furibundo la antena parada, atascada por la suciedad que llevaba el viento en la zona. -Debería comprar uno circular.
Entonces lo escuchó. Un leve petardeo, que debía de venir con toda seguridad del Nor-Noroeste. Ahora lo podía ver también, gracias a una oportuna nube, que atenuaba la luz. Un punto en la distancia se aproximaba a gran velocidad, dejando un evidente rastro de humo negro y combustible ardiendo. Walter, pues así se llamaba el único encargado de aquella solitaria estación, se quedó helado, mientras su mente decidía rápidamente que hacer. Entre las posibilidades estaba el iniciar el encendido de las agarraderas repulsoras, para frenar la nave, ir a buscar el jeep contra incendios o llamar a los equipos de emergencia, que consistían en el inexperto Tim Simmons y el sarcástico Jack Lompero.
En los márgenes de las pistas, los pivotes de repulsión tomaron un color azul eléctrico, señal de que funcionaban correctamente, al menos en su mayoría. Walter estaba controlándolos desde el panel y llamando por teléfono a los médicos de guardia.
-¡Cierra la boca Jack y preséntate aquí cagando leches! ¡Dile a Tim que se pase por el garaje de la plaza y que traiga el 4X4! -Colgó con un gruñido y puso otra vez atención a la aeronave que se acercaba. Venía ladeada, incapaz de mantener un rumbo más de dos segundos seguidos y lo que más impactaba era la enorme cantidad de agujeros que tenía a lo largo del fuselaje gris azul. De muchos de ellos salía una densa humareda gris, que se mezclaba con el resto hasta dejar un rastro negro tras de sí, iluminado por el incendio que amenazaba su motor de estribor.
Algo explotó en un costado y se desprendió, impactando sonoramente contra la metálica superficie de la isla y provocando una fluctuación energética, que hizo que Walter temiera por la continuidad de las unidades repulsoras. Además, la nave comenzó a escorarse todavía más a su banda de babor, luchando su piloto por mantenerla equilibrada en la entrada en pista. Su angulo era extraño, pues mientras que el morro miraba en una dirección, la aeronave parecía obstinada en seguir otra, directa a la caseta de control. Pero el veterano controlador estaba acostumbrado a aquellas cosas y no se asustó, como sí que hizo su perro, Rog, que salió corriendo en cuánto sintió el aparato demasiado cerca.
-Maldita sea, pierdo energía... -Hablaba consigo mismo, oprimiendo interruptores y manejando los sticks de control con habilidad. -Te voy a meter en vereda majadero.
Justo cuándo parecía inevitable que Walter fuera arrollado en su casamata, aceleró los repulsores adecuados y desvió la nave en dirección al centro de la pista, compensando el esfuerzo con los del otro lado. Estaba decidido a aterrizarla con suavidad para poder apagar un incendio concentrado y no una línea enorme de combustible y piezas ardiendo. Luego era un coñazo raspar los trozos de la pista.
Antes de que pudiera detener el aparato para poder posarlo suavemente, se cortó la corriente y éste dio con el fuselaje en tierra, resbalando varias decenas de metro, arrancando asfalto y dejando componentes en el camino. Pronto el anciano no podía ver la nave accidentada, porque la humareda ya era muy densa, pero a través de ella pudo vislumbrar como saltaba la cabina, muy lejos y hacia atrás, proyectada por el sistema de eyección. Justo cuándo pensaba que el asiento cohete tardaba mucho en salir, pudo ver entre el humo a un chico corriendo, alejándose del lugar del accidente, hasta parapetarse detrás de los pivotes repulsores. Llevaba un bulto grande agarrado en el pecho. Y el bulto se movía.
Walter sintió un sudor frío por su espalda mientras corría hacia el piloto y escuchaba el sonido de la ambulancia acercarse por detrás. También escuchó el espeluznante estruendo del jeep anti-incendios conducidos por el inútil de Tim.

2 comentarios:

  1. Estupenda descripción: me has tenido en vilo hasta el final, a pesar de que sabía cómo se iba a desarrollar. Muy bueno.
    Por poner la pega (como siempre), en el penúltimo párrafo te sobra un artículo: "pudiera detener la el aparato".

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  2. Bueno, es la clásica escena de aterrizaje forzoso. ha de terminar bien... Más o menos.

    Errata arreglada, gracias por indicarla.

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