domingo, 14 de agosto de 2011

lLa última batalla (IV).


 Cortita entrega, antes de empezar con lo jugoso.




Estalló la primera carga, que desalojó la calle, llenándola de cuerpos rotos y descuartizados. Se volvió a llenar y Jose volvió a accionar la siguiente. Cinco veces ocurrió esto, hasta que hizo uso de las claymore, que lanzaban su carga de metralla hacia delante. En tres ocasiones quedó la calle como muerta, llena de cadáveres y heridos que aún se movían y gemían de dolor. Amontonados, formaban una masa informe  patética, convertida en carne picada. David quitó el seguro.
– Y así, con el enemigo a las puertas, palmamos. – Dijo.
– Eso si no llega la ayuda antes.
Otra vez las carcajadas, que se juntaron con los disparos de la ametralladora y los fusiles. Explosiones recorrían de nuevo la zona, cosa de las granadas de Jose. El eco llevaba los ruidos de la lucha hasta la retaguardia Vong, que se preguntaba qué cantidad de locos hacían frente a sus huestes riendo como locos.

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