jueves, 11 de agosto de 2011

La última batalla (I).

Comenzamos con este sarao.

En un panorama asolado por la guerra, dos hombres cargaban su equipo y una ametralladora, esquivando cascotes y pisando los vidrios rotos. Los dos pequeños satélites de aquél mundo habían impactado entre ellos, haciendo caer innumerables restos sobre la superficie, plagada de canales secos en los que se construían las ciudades, para evitar los terribles vientos que acechaban más arriba. Los Vong disfrutaban de la crueldad que prometían como un niño disfruta su caramelo y eso había hecho huir a la población. El ahora desierto planeta, se defendía como posición estratégica en el corredor central, inaugurado hacía algunos años y que permitía hipertransporte seguro casi hasta el Borde Exterior. No podía caer ante los invasores, porque supondría una ruta libre y casi directa al Núcleo Galáctico y una vez allí, Coruscant caería ante la horda.
– Vale Jose, este es un buen sitio.
Había hablado el que cargaba la ametralladora, cuya cara hacía suponer que estaba más allá de la cuarentena, como la de su compañero.
– Okidoki. – Dejó un par de cajones y los abrió, para poder apilar los cartuchos de tibanna de los que se alimentaba el arma. – Voy a colocar los explosivos. Los carapasa no deberían tardar demasiado en llegar.
– Bien. – Descargó también lo suyo y se puso a montarla. Alzó la cabeza. – Recuerda dejar los detonadores en orden.
El otro asintió y fue corriendo a pegar el explosivo plástico y las minas claymore en los lugares elegidos.
– Vale, todo colocado. ¿Tienes puros David?
– Si, vamos a fumarnos el último ya.

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