lunes, 28 de marzo de 2011

Folgore VII.

Más tarde de lo que pretendía. Bueno, ya deja de servir como excusa que tenga poco tiempo libre, ¿no? Bueno, espero que disfrutéis de esta nueva entrega. Estoy poniendo cierto énfasis en usar correctamente los guiones, para separar los diálogos. Por otra parte, como podréis ver, he añadido dos secciones, dedicadas a los dos principales relatos (que tal y lo que llevo pensado, se van a transformar en novelas por entregas, más que relatos) en la que incluye una breve sinopsis y que más adelante completaré con descripciones de personajes y enlaces a los distintos capítulos.
Un saludo!



De nuevo, el Sol brillaba en los Alpes, iluminando la nieve que se aposentaba en las laderas. Había salido a dar una vuelta, tan sólo para poder relajarse, porque estaba harto de todas las intrigas. Llevaba una banda sonora puesta, lenta, que le relajaba y había apagado la radio y los sensores estaban en modo pasivo. No quería ser molestado y desde luego, las autoridades podrían hacerse cargo de la mayoría de cacos que solía atrapar. No le necesitaban para nada
Abrió la ventilación para sentir un poco del aire fresco en la cara. El casco no podía levantarse, debía soltar los anclajes del cuello y retirarlo. Y si hacía eso, nada funcionaría. El sudor del rostro se enfrió inmediatamente y un escalofrió le recorrió el cuello y la espalda. Comenzó a controlar su respiración, para permitir la entrada de mayor cantidad de oxígeno, sin pensar en la altitud en la que se movía, que superaba ya los tres mil metros. Cerró la ventilación y conectó el sistema de oxígeno, porque se había mareado ligeramente. “Es la tensión de estos días, nada más”, se dijo a sí mismo, tratando de tranquilizarse, pero lo cierto es que el enfado permanente en el que vivía desde hacía una semana, con la denuncia, las vistas y todo el follón.
– ¡Vamos cariño! – Una mujer, enfundada en un traje de escalada naranja apremiaba a su acompañante. – ¡Un esfuerzo más!
– Ca… Casi llego… Un momento… – Aquello no era el punto más alto de los Alpes Lepontinos, pero a ellos ya les valía. – Ya… Está…
– Estás sin resuello… Je. Deberías ver qué cara. – Se quitó la capucha, los cabellos negros ondearon en el viento.
– Menos… Coñas. – Tenía la cara completamente roja. Aunque se notaba su juventud, estaba claro que no solía hacer aquello muy a menudo. Se apartó la manga azul para mirar el reloj, que brillaba bajo el cálido sol, contrastando con el frío de la montaña. – Bueno, descansamos un momento y bajamos, que es ho…

Se había interrumpido al oír el suave murmullo. Folgore descendía hasta ellos con calma, siniestro con aquél traje negro de franja amarilla, que le recorría desde la rodilla hasta el hombro. Se acercó a ellos caminando con soltura sobre la blanda nieve, en la que los jóvenes aventureros se hundían casi hasta los tobillos. Estaban boquiabiertos.
– Hola. ¿Qué tal? – No tenía muy claro qué carajo se suponía que estaba haciendo. Casi nunca hablaba con nadie usando el traje, a pesar del modulador, pero le apetecía charlar un poco. – ¿Ha ido bien el ascenso?
– Eh… Si, sí, nos ha ido estupendamente… – La joven no se acababa de creer aquello. Lo había visto en las noticias, pero una cosa era la tele y otra tenerlo delante, como flotando. – Aunque está claro que peor que tú.
Los miró con calma. A pesar de las caras de felicidad, de esos esforzados y satisfechos rostros, parecían en verdad cansados y podría decir que hasta doloridos.
– Si, bueno, eso es normal… – Buscó las palabras con rapidez, tratando de encontrar una buena respuesta. – Pero yo hago trampas, desde luego.
El de azul, no acertaba a decir nada, pero con un gran resoplido, indicó que estaba de acuerdo. Aquello no tenía ningún mérito, en su opinión. Desde luego, se hacía entender con un solo resoplido.
– Si, tienes razón. – La chica se sentía un poco incómoda, pasada la primera impresión. – En fin, tendremos que bajar, no queremos que se nos haga tarde.
– Uhm, si, es normal. – Se iba a dar la vuelta para ascender y perderse en la lejanía, pero se le ocurrió una tontería. – Eh, si os apetece, puedo pasaros el vídeo de vuestra meta. Es que habitualmente grabo los vuelos…
Ambos se miraron. Giraron la cabeza en dirección al superhéroe y se volvieron a mirar entre ellos.
– Tenemos cámara, la verdad es que nos gustaría mucho. – Ella era psicóloga y había notado ese mismo tono muchas veces. Supuso que incluso los que vuelan necesitan hablar de vez en cuando. – Muchas gracias. Nuestros amigos se morirán de envidia.
Por debajo de la máscara, Klaus sonrió. Tomó el pequeño aparato con cuidado con la mano izquierda y con la derecha lo conectó al guantelete. Sin moverse, traspasó el vídeo a la memoria. Le devolvió la cámara y se preparó para despegar.
– Bueno, mejor me voy yendo… – Se quedó completamente quieto, atengo a los temblores que notaba. Los sensores, recién encendidos le pasaron las lecturas por el enlace neural. – ¡Al suelo!

2 comentarios:

  1. Muy bueno... La tranquilidad de todo el relato se ve roto por la sorpresa final. Un recurso muy bien plasmado.

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  2. Gracias chaval. A ver si a partir de ahora puedo ser más productivo con el blog, que lo tengo muy abandonado.

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