miércoles, 28 de julio de 2010

Él (III).

 En fin, ahí va otra. Parece que la migraña de esta tarde ha potenciado mi capacidad creativa de la noche. Voy a muy buen ritmo la verdad. Para l que es habitual claro. 
En fin, que me enrollo un poco demasiado. Espero de nuevo que os guste esta nueva entrada.

P.D: Me estoy dando cuénta de que tal vez debería dejar el ritmo habitual, pero... ¡Que carajo!
5 de Abril.

-Thomas “Terror” Harkin nos delató. Pero hay pruebas de que no fue por su propia voluntad.- Hablaba Johan Ronson, dirigiéndose a sus tres asociados.  -En su sangre habían restos muy leves de barbitúricos. Pero son tan leves que los investigadores no pueden hacer nada.-
-Sabemos exactamente de dónde salen esos restos.- Continuó. -Y precisamente por ello no podemos comunicárselo a las autoridades. Por lo que debemos resolverlo nosotros mismos.-
Su audiencia continuaba callada. Se alisó el grasiento pelo e inspiró profundamente.
-¿Votos a favor? Bien, comenzaremos a buscarlo. Que nuestros abogados se encarguen del desaguisado que ha montado.-


10 de Abril.

Llovía. Y mucho. La ciudad tragaba con dificultad el enorme torrente de agua que caía del cielo sin compasión. El barrio residencial tenía un buen alcantarillado, pero no podía con tanto. La lluvia se hacía más desagradable todavía por el excesivo calor que emanaba de los coches parados en el embotellamiento, causado por una mala planificación de las carreteras. A él le venía muy mal que hubiera tanta gente por allí, pero debía terminar 3 trabajos antes de ir a por los de arriba y se iba a quedar sin tiempo rápido.
De pronto, echó mano a la guantera, sacó una bolsa de vómito, como las de avión y devolvió dentro. Tuvo varias arcadas y el desagradable olor a bilis subió. Había investigado un poco y ya sabía el porqué de aquello, así que tomaba precauciones. Por eso no había llegado a más.

Melinda Pívano entró en su casa seguida de sus niños. Y él había visto llegar los cuatro paraguas. No esperaba al marido, que estaba de viaje. Llegaba mañana. Exactamente para aquello. Perfecto para la venganza.

Vio como se iluminaba el salón. Cómo los niños ponían expresión de horror y a su madre se le salían los ojos de las órbitas. Debían estar viendo el vídeo. Y leyendo las letras grabadas en la pared. Apretó el botón y aparentemente nada ocurrió. Hubo barahúnda, la madre los llevó a otra habitación y ella volvió al salón. Por la mira telescópica notó que cabeceaba un poco. El gas comenzaba a hacer su efecto y ya se había dado cuenta de que algo olía raro. Melinda escuchó atentamente, tratando de orientarse. Estaba claro a esa distancia que no era capaz de pensar con claridad y además el vídeo que no había llegado a quitar la turbaba. De pronto se agachó debajo del sofá y sacó un bidón. Exactamente igual que los que habían repartidos por toda la casa. Lo sujetó con dificultad frente a su cara.
-Ah, por fin lo encuentras.-
Apretó con suavidad el gatillo. Había colocado una placa de pedernal en la pared por si no llegaban a encontrarlo. Pero no hizo falta. El tiro salió, silencioso desde el siniestro tubo negro que apenas asomaba de los cristales tintados del sedán. La lluvia podía suponer un problema, pero lo tenía todo calculado.
La bala atravesó el cristal e impactó de lleno contra el pequeño bidón. Inmediatamente la casa estalló en llamas, devorando con facilidad cualquier cosa que hubiera dentro. Cerró con cautela la ventanilla y se puso al volante. Todos estaban pendientes del fuego, corriendo a salvar a quien pudieran. Tan pendientes que no se dieron cuenta de que él ya había torcido en la primera calle y se metió en una casa que tenía vista directa a la que era asolada por el fuego.
Observó pacientemente los esfuerzos de los bomberos. La pesada lluvia ayudaba bastante y que el gas se consumiera rápidamente había evitado que se desmoronara. Apagaron las llamas, buscaron los cadáveres entre los restos. Todos miraban al suelo, entre los restos, hasta que resolvieron apartarlos. Y encontraron las letras escritas bajo la moqueta el día anterior mientras estaba la familia fuera. Grabadas con una suerte de zumo de limón superresistente. Y llamaron a la policía, que acordonó la zona y comenzó las pesquisas, haciendo fotos de casi todo.
Y cuándo estaba amaneciendo apareció Paul Pívano. Estaba deshecho, mirando la casa con ojos rojos y llorosos.
-¿De qué lloras?- Se extrañó. -Pensaba que no sentías nada. “Frío asesino es el mejor asesino”como decías. Y lo mío no lo hiciste en frío. Espero que te guste.
Apoyó la culata en el hombro. Respiró profundamente y esperó a que saliera corriendo hacia el interior de la vivienda. Vio las letras que brillaban, fosforescentes. Y se espantó.
“Al igual que la señora Harkin, tu mujer supo exactamente qué ocurrió.”
Paul cayó y aún así podía verlo. Se llevaba las manos a la cara mientras un sanitario le instaba a salir de allí. La cara del sanitario se manchó de sangre cuándo el disparo atravesó la garganta de Pívano. Y otro su corazón. Y otro le hizo estallar las sienes.

2 comentarios:

  1. Pues... ¿Qué más voy a decir? Violencia sin sentido ya, a mi entender... Pero está bien escrito y te mantiene atento. Eso es un punto a tu favor. Y el mantenerte escribiendo, otro.

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  2. Esqueee... me apetecía escribir violencia sin sentido...
    Bueno, espero que esto me espolee a escribir más de lo habitual.

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