jueves, 29 de abril de 2010

Icusagora Riel. El principio (IV).

 Bueno, ha sido larga la espera, pero continuamos con esta pequeña miniserie de presentación de los personajes. Espero que os guste, y que me lo hagáis saber:D

Por si no fuera poco, tengo reservada una pequeña sorpresilla para cuándo termine "El Principio" y comience la serie regular.


La ballesta era de repetición, pero estaba seguro de que no podría acabar con los dos. Ella era bastante alta, y llevaba una espada que habría jurado que tenía mayor longitud que su compañero. Y es que el otro era realmente pequeño. Icusagora, que apenas medía el metro setenta y cinco, le superaba en cabeza y media, y estaba seguro de que era rápido, y lo que ocultara debajo de la capa iba a ser letal. Muy, muy letal.
-Disculpe señor. -La mujer no había dicho palabra, como esperaba, sino el otro. -¿No será por casualidad el paje de Vercel Riel?-
“¿Paje? ¿Cinco años siguiendo al muy desgraciado y soy el paje?” Ahora estaba de peor humor.
-Algo así. ¿Quién lo pregunta? -Respondió, seco y tajante. Aún sostenía la ballesta debajo de la mesa, y dudaba todavía de no dispararla.
-Mi nombre es Espinoso, y mi acompañante se llama Careila. Venimos buscando a Vercel Riel. -Sacó un sobre lacrado y sellado. -Traemos una carta de recomendación.-
-Pues la verdad, lo siento. Murió hace un mes. -No lo sentía en absoluto, pero ellos tampoco es que lo supieran.-
-¡Es imposible que haya muerto un hombre tan experimentado. -Espinoso estaba verdaderamente sorprendido. -¡Es un gran héroe!-
-Pues ya ves. Cosas que pasan.-
-Y... ¿Cómo murió?-
-Lo mató un polvo con una puta.-
-¡Mentira! ¡Eres un mentiroso! -La chica, que no había dicho nada, se levantó de un salto, mientras se llevaba la mano hasta la espada que le colgaba de la espalda. Pero seguía sin abrir boca. Era su compañero, el que rojo por la rabia se dedicaba a soltar un torrente de injurias. -¡Embustero, falso, mentiroso!-
-Es tan cierto como que respiro. Murió mientras trincaba con una puta que resultó ser una vampiresa. Lo dejó seco.-
Alguien lo corroboró desde otra mesa. Un par de expertas cotillas dieron fe de que tanto Vercel como Icusagora después de cada aventura comían y bebían, vendían o intercambiaban lo conseguido, jugaban a los dados y se iban a un burdel. Llevaban medio año asentados en aquél pueblo, aprovechando el trabajo que proporciona la encrucijada, y del gran torrente de dinero que venía allende los mares; cuando el veterano aventurero encontró la muerte entre los muslos de una meretriz no-muerta.
-Pero... era un hombre de honor. Nuestro maestro...-
-Vuestro maestro no mentía tranquilo. Sencillamente omitió detalles. Nada grave.- Por fin bajó la ballesta y se incorporó sobre la silla. -Mi nombre es Icusagora, y he sido discípulo de Vercel durante cinco largos años. El me permitía usar su apellido. ¿Que necesitan dos viajeros armados?-
-Veníamos a aprender de las capacidades del aventurero, pero si dice que ha muerto, lo mejor será que volvamos con nues...-
-¿Ella no habla nunca?-
-...tro maestro. No, nunca le he escuchado decir palabra.- Se rascó la barbilla y la miró. Ella sonrió, mostrando la hilera de blancos dientes. -Creo que hizo un juramento.-
-Muy interesante.- Se levantó, recogió sus cosas y cargó con el petate. -En fin, un placer conoceros, pero estoy seguro de que tendréis prisa por volver a casa. Yo tengo que ponerme en marcha.
Pagó al tabernero por su consumición y se apresuró a salir por la puerta. Careila le echó un rápido vistazo a Espinoso e instó a seguirlo.

1 comentario: