miércoles, 10 de septiembre de 2014

Un mensaje para el atamán (regalo para Platov).

Era un día caluroso de Septiembre y la estepa rebosaba actividad.. El jinete galopaba a toda velocidad, prácticamente ajeno a las pobres gentes del camino polvoriento, que trataban de apartarse y lo maldecían a voces y en ocasiones incluso con el puño levantado.
–¡Camorrista! –espetó una anciana, tras levantarse del suelo como pudo–.
–¡Lo siento, llevo demasiada prisa! –el jinete estaba ya lejos cuando terminó la frase, porque su alazán corría como si lo persiguiera el mismo diablo y de tal manera apremiaba a la montura–. ¡Vamos Jhiphir! ¡Hemos de estar de vuelta antes de tres días y antes hemos de entregar el mensaje!
El caballo resopló y apretó el paso al notar como las rodillas de su dueño aumentaban ligeramente la presión. Llevaban dos días demoledores, pero no podían parar. No podían, creyendo estar tan cerca.

Una columna. Podía ver una columna de jinetes. No tenía muy claro si eran ellos, o si tan sólo era otra compañía de mercenarios que tal vez le rebanarían la cabeza en cuanto se pusiera a observarlos de cerca para reconocer su escudo. Confiaba en el pobre Jhiphir en caso de que no fueran muy educados. Cabalgó hasta ellos y sacó un papel, donde podía ver el dibujo que estaba buscando. Escudriñó con cuidado, atento a cualquier mala cara, que de momento sólo eran de sorpresa y extrañeza ante tanta majadería por su parte. Por fin, reconoció el emblema y rió alborozado por haberlos encontrado. Taloneó su montura para avanzar hasta la cabeza de la columna y allí, ante gentes con aspecto de no fiarse ni un pelo, intento presentarse:
–¡Saludos, poderosos cosacos del Don! –dijo, tratando de sonar todo lo serio posible–. ¡Soy Admes y soy mensajero y vengo con una carta para vuestro augusto atamán!
–¡Más que mensajero, parecéis un pordiosero! –chanceó a voz de grito uno de los que encabezaban el grupo y se escucharon las risas atronadoras a cientos de metros–.
–¡Silencio en toda la columna! –una voz se abría paso entre los jinetes, revelando a un hombre de mirada astuta y vivaz, al que se le acercaba ahora alguien para susurrarle algo–. ¡Lavr, si es un asesino, ya daré cuenta de él, maldita sea! Yo hablaré con el desconocido.
Se acercó a pocos metros de Admes, acariciando como al descuido su temible látigo y sin que mediara orden, su montura frenó, dando un golpe con el casco en tierra, como marcando su lugar.
–Bien mensajero, decid, os escucho.
–Sire, me ha enviado mi señor Lánderer, para entregaros esta carta.
La tendió con humildad e hizo avanzar a su caballo hasta que quedara al alcance del atamán, que la cogió sin estirarse y sin apartar la mano del látigo. A continuación volvió a su posición y esperó a que la leyera entera.
–¿Qué respuesta debo dar, sire?
Sonrió el atamán y miró a los ojos del expectante mensajero.
–Agradeced a vuestro señor su gentileza, fiel mensajero. Tomad buen oro para el camino e id en paz.
–Gracias, mi señor. Cantaré sus alabanzas mientras vuelvo con los míos –dijo, sonriendo y cogiendo la bolsa que le tendían ¡Todos conocerán la generosidad del atamán!


Ayer, a cuatro días de mi particular día D, va y resulta que el trastomóvil vía feisbukil me informa oportunamente que es día de celebración, ya que nuestro celebérrimo Platov, usuario entre los usuarios, cosaco de la Historia y diestro espadachín de las Palabras, cumple años. Ante la tesitura de hacerme el longuis o currarme un buen regalo, decidí hacerme el longuis y mandarle lo que acabáis de leer.
Podéis leer su estupendo blog aquí. Y creedme, queréis hacerlo.
¡Felicidades Sire! Admes asegura que la vuelta fue segura, grata y muy entretenida gracias al oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario