Ni imaginar podéis la sensación de triunfo que me embarga ahora mismo. Creo que lo de la votación y la promesa de la semana de actualizaciones diarias me ha venido bien. No me estoy sentando lo que me gustaría para escribir, pero cuándo lo hago, me sale casi sólo. Lo que viene dentro de unas cuantas entregas espero que sea uno de los momentos más espectaculares desde que comencé con Folgore.
Por cierto, dos cosas. La primera es mi disculpa por el tochazo "técnico" con éste trío calavera. Es una entrega de transición, para mostrar cosas y algo explicativa. Precisamente, porque quería hacer lo que leeréis en breve y porque de vez en cuándo hay que hacer algo así.
La otra cosa, es que tened en cuenta que no soy científico. Soy curioso hasta el extremo y me leo lo que sea por puro placer (física nuclear incluída), pero la aplicación que pueda dar, no se ha de tomar como algo realista. Así que no lo hagáis. Y no seáis muy críticos con ello, recordemos que es un mundo dónde la gente vuela, tiene superfuerza y además las esfinges se levantaron de las arenas del Sáhara para volver a trotar por sus dunas. Es ficción fantástica.
(Mañana por la mañana, seguiremos con Charles, que hoy es muy tarde).
Estaban los tres
científicos en la sala insonorizada del edificio de Industrial Glucciani,
trabajando en las mejoras de Folgore. Estaban algo estresados, porque no había
forma de lograr una fuente de energía estable y potente, lo suficientemente
pequeña para colocar en el traje. Las conexiones de plata eran la única opción
viable por el momento como conductor, así que se centraban en mejorar las
baterías y aumentar el rendimiento de los sistemas.
– Podríamos
volver a fabricar el traje de tela, pero añadiendo dos capas más. – Sandro,
pasándose la mano por la calva, exponía una posible solución, aunque no lo
tenía del todo claro. – Una capa formada por células fotorreceptoras, que tal
vez podrían suplir parte del gasto de la batería. Y otra capa de kevlar
transparente, para reforzarlo.
– Uhm, igual es
demasiado restrictivo, contando con las protecciones que ya usa. – Terció Kurt,
mirando sus papeles. – Podríamos hacer un poco más gruesa la última capa y
retirar algunos de los refuerzos interiores, para aligerarlo y que no sea tan
incómodo.
– Lo de las
receptoras está bien. – Se metió Johann, el más joven de los tres, con las
gafas deslizándosele hasta la punta de la nariz al echar un vistazo a los
stocks que poseía la empresa. – Evidentemente, las baterías podrían recargarse
durante el rato de Sol y dotarle de más autonomía.
Aunque Klaus
quería más velocidad, también habría que pensar en la autonomía, que a pesar
que para un uso estándar era adecuada, con una duración de batería de hora, y
llevaba diez, que no le estorbaban. El problema del sistema es cuándo se le
sometía a estrés, como acelerar por encima de la velocidad recomendada o
combatir contra casi cualquiera. Los últimos acontecimientos les habían
demostrado que el sistema en un combate prolongado no era tan buena solución.
Sobre todo en el cambio de baterías, pues la interna sólo tenía energía
suficiente para uno o dos minutos de rendimiento estándar o bajo. Con toda la
potencia conectada, apenas dispondría de veinte segundos, en los cálculos más
optimistas. Y en los más pesimistas podría desconectarse casi inmediatamente.
– Deberíamos
mejorar el sistema de cambio. Propongo situar la bahía de conexión en el centro
y que cambie automáticamente cuándo se acabe, en un cinturón estanco. – Dijo el
científico, sin dejar que sus dos compañeros terminaran de pensar en lo de la
recarga. – Igual podríamos ponerle baterías mayores, cubiertas por el propio
traje.
– Sí, es buena
idea. Las tres lo son. – Kurt apuntó su aguileña nariz en dirección al joven,
que sonrió tímidamente. – Pero hay algo de lo que me gustaría hablaros.
Ambos
científicos lo miraron expectantes. Sabían que Kurt había estado más pensativo
de lo habitual los últimos días y eso significaba que les iba a proponer alguna
cosa nueva.
– Sé que al
señor Glucciani le gusta Folgore tal y cómo está, pero dadas sus experiencias,
hemos comprobado que no tiene suficiente protección para los desafíos
habituales. – Abrió su carpeta, con algunos bocetos sencillos, seguidos de
hojas y más hojas con cálculos y anotaciones. Se los pasó a sus colegas. –
Folgore es un ejemplo de miniaturización excelente. Cualquiera de sus
componentes, medían metros antes de trabajar seriamente con ellos. Aquí os
propongo integrar sus sistemas en un entorno protegido más grande, para
aprovechar el espacio sobrante.
– Seguiremos
necesitando una fuente de energía, además de que es más peso. – Terció Sandro,
que no estaba del todo convencido, aunque sí que apoyaba la idea de un aparato
más grande en el que trabajar. – Y el peso es lo que más nos estorba, aparte
del tamaño.
– Ya había
pensado en ello. Y se me ha ocurrido una forma de librarnos de las baterías,
aunque no son un mal sistema de apoyo. – Aunque habría que encontrar la forma
de encastrarla, podríamos intentar usar una cámara Catatumbo. Sería cómo si
estuviéramos animando al monstruo de Frankenstein, pero con una fuente propia
de rayos.
– Lo veo un poco
complicado. Una cosa es un edificio que se dedique a la producción de energía
de esa forma y otra es acoplárselo a un sistema personal. – Johann revisó todos
los datos, admirado. Pero el punto del tamaño no lo acababa de ver. – No sé
hasta que punto hacerlo más grande es una solución al problema.
– Creo que con
el espacio que tenemos de sobra podríamos hacer una miniatura. –Sandro seguía
algo escéptico, pero la idea le gustaba lo suficiente como para plantear
posibles soluciones. – Teóricamente en un tamaño menor, no deja de funcionar,
el problema es que esto es incluso demasiado pequeño… Pero bueno, también todo
era demasiado grande para ser posible hasta y sin embargo aquí está.
– Bueno, dada la
cantidad de dinero que se desvía a la investigación de Folgore, no pasaría nada
si cogemos un poco para éste. – El joven había decidido al menos intentarlo. –
Dado que todo depende de la energía, miniaturicemos todo lo posible una cámara
de Catatumbo. Y después construimos alrededor.
– Me parece
buena opción. – Sandro se levantó, señalando una de las anotaciones. – Me gusta
el nombre de Blitz y además es adecuado.
– No lo había
pensado como nombre, sino como concepto. – Kurt sonrió, halagado. – Pero sí,
también creo que es adecuado. Blitz entonces.
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