lunes, 28 de abril de 2014

Cuatro añazos en Subcultura.

En enero el humilde blog de la Senda del Aventurero cumplió cuatro añitos. El pasado 21 de abril, se cumplieron cuatro desde que decidí registrarme en Subcultura y comenzar a publicar mis relatos también por aquí. Mantengo Blogspot por la simple razón de que queda más bonito y arreglado para usarlo como archivo, pero Subcultura me conquistó casi desde un primer momento.
Debe de hacer unos diez años o más que sigo silenciosamente webcómics, así que entrar en Subcultura y ver aquí a algunos de mis autores favoritos fue cómo estar caminando entre gigantes. Imaginad.
Que ahora publique (es un chiste, considerando mi frecuencia de publicación de el último año) no quita para que siga sintiéndome pequeñito en comparación. Pero pequeño o no, con problemas para mantener el ritmo y con una cabeza, que se distrae tanto cómo la de un niño de 4 años, este enanito seguirá tirando para adelante, aunque mientras tanto se caiga ladera abajo.

Los enlaces que no pueden faltar:

Zap! Un futuro jodido, un gobierno cabroncete y un desmemoriado con un extraño tupé. En inglés, que para practicar viene bien. Por Pascalle Lepas y Chris Layfield.

Supervalandería. Lo que leéis. En inglés se trata de la Atomic Laundromat, una lavandería en un mundo donde los supers son legión y son de coña. Tiras cómicas cortas que en ocasiones se relacionan entre sí. El propio autor, Armando Valenzuela, cuelga las traducidas.

No need for bushido. Samurais, acción y humor de la mano de Alex Kolesar y J.W. Kovell. En inglés again.

Dark_Lord se ha currado una página web personal muy molona (bueno, técnicamente es "se curró hace unos meses una página web muy molona") en la que podréis ver, entre otras cosas, sus distintos trabajos e incluso apoyarle con un donativo Paypal.

Alguna vez os he hablado del Narrador de Antagis a cuya mesa acudo cada dos domingos salvo catástrofe para asistir a una sesión rolera en una campaña que este año cumple una década de vida. Esta vez, por variar un poco, no sólo os hablo de su habitual blog de literatura o rol, no. Os hablo de su galería de miniaturas pintadas y suservicio de pintado. No sólo me congratulo de ser dueño del Alatriste que podéis ver en una de las fotos, sino que además he podido ver de primera mano la mayoría de miniaturas que muestra y son una absoluta maravilla, no sólo el pintado, sino su trabajo con la propia miniatura a nivel de transformación. Hojead su blog, porque podréis encontrar cosas muy interesantes.


Y hasta aquí el "aniversario" por los cuatro años. Me gustaría hacer cómo antes y montarme un relatito corto en el que los personaje me sacan a pasear, pero no ando con gracia ni ánimo de ello. Espero sin embargo que los enlaces os gusten, porque os van a dar para rato de diversión, os lo aseguro.
Un saludo a todos y muchas gracias por acompañarme estos cuatro añazos de camino por la Senda.

viernes, 25 de abril de 2014

Traición.

Dos días y habrán enlaces por los cuatro años en Subcultura y nueva entrega del fanfic de Pollito Wars. De momento mi cabeza no da para más:

–¡Pavel! –vociferaba, con la garganta al rojo vivo el alemán–. ¡Sal de una maldita vez, puto cobarde! ¡Esto es entre tú y yo!
Había gastado casi todas las granadas de 40 milímetros de su lanzagranadas ruso, acoplado al ak-47 modificado por él mismo. La melena clara, recogida en una improvisada coleta destacaba sobre el verde oscuro de su guerrera. Sus ojos de un grisazul claro, centelleaban fuera de sí. La ira se había apoderado del mercenario completamente. A su alrededor, el campamento de narcotraficantes camboyanos ardía a pesar del monzón, después de la inmisericorde andanada que Hermann había soltado sin previo aviso, dominado por la furia y el ansia de alcanzar a su presa a la que por fín había localizado. La mayoría de los que no habían muerto por las explosiones o los disparos habían huido, pensando que era un ataque perpetrado por un mayor número de enemigos.
–¡Pavel, maldito hijo de puta! ¡Sal! –remató a un herido, que se quejaba bajo su bota instantes antes–. ¡He venido a por tí! ¡Némesis te ha encontrado, cabrón!
Se encaminó al no ver más salida por unas escaleras de piedra por las que caía un torrente de agua, que llevaban hasta una caseta de caña de bambú y palmas mal entrelazadas. Cargó la última granada y apuntó con cuidado a la puerta. La estructura de bambú aguantó admirablemente bien, pero las palmas salieron volando con la fuerza del impacto. Había dos cadáveres destrozados en su interior, pero cómo no los veía bien se acercó cauteloso, entornando los ojos para no perder de vista ningún detalle a causa de la lluvia, que arreciaba aliandose con el viento y arrastraba el olor de la carne y el opio quemado hacia la selva. Tiró el cargador, casi seguro de haber gastado bastante más de la mitad e introdujo uno nuevo. Amartilló y apuntó cuidadosamente, atento a que nada se moviera fuera de su lugar, que era el suelo y la muerte. Llegó al rellano que hacía nivel con la casucha y antes de poder tener tiempo de esquivarlo, alguien asomó de la selva a su izquierda, desviando el fusil de asalto y desequilibrando a Hermann. Soltó el arma al verse incapaz de manejarla y lanzó un codazo, que el otro aprovechó para exponer su costado y propinar un golpe sobre el riñón, que hizo que el alemán retrocediera, buscando espacio. Su adversario, aunque era más bajo no cejó y le lanzó una patada baja, que el alemán bloqueo mal que bien, pues no era hombre de arte marcial depurada sino poseedor de un estilo autodidacta que se basaba en un arma blanca. Y el arma blanca pendía de su cintura, más no la alcanzaba si no podía dejar de detener los golpes que le lanzaba. Gruñó tras encajar tres golpes, incapaz de ganar aquella pelea sin hacerse con alguna ventaja material, pero antes de poder hacer uso de ella, un pinchazo y un leve gorgoteo. Una costilla, rota y suelta amenazaba su pulmón derecho, el que sentía anegarse poco a poco. Ciego de ira, incapaz de discernir qué significaba aquello, lanzó el puño a la cara del otro y consiguió un impacto limpio, sintiendo el cartílago de la nariz y sus propios nudillos hundiéndose por el golpe.
–Agh, maldito seas, puto –dijo Pavel, retrocediendo para enjuagarse la sangre–. La próxima vez no te doy oportunidad.
Hermann se fue hacia él, con toda la inercia que pudo. Vio venir la patada a kilómetros y la frenó en seco con un gruñido y gran dolor. Lo atrajo hacia sí, lo asió del cuello ignorando los repetidos golpes en la cara y lo levantó en volandas antes de lanzarlo escaleras abajo.
–Dios –el caído aguantó la respiración un segundo, casi suficiente para arrepentirse–.
La patada alcanzó su cara con con fuerza casi sobrehumana.
–Te dije, maldito hijo de puta –el alemán temblaba de ira, casi incapaz de controlarse, ajeno al dolor de los golpes que había recibido–, que te mataría. Te encontré. Te mato.
–Que te crees… –escupió dos dientes y más sangre–. Que te crees tú eso.
–Eras mi amigo, eras mi amigo –Hermann alcanzó el tomahawk de acero que llevaba encima, un antiguo regalo–; eras mi amigo. ¡Y la mataste!
–¡Yo también la quería! –gritó Pavel, incorporándose–. ¡Yo la conocí antes! ¡Yo te la presenté! ¡Debería haber sido mía!
–Nunca lo dijiste. Nunca hiciste nada que nos llevara a pensar…
–¿Cómo iba a hacerlo?
–¿¡Y se te ocurrió matarla!? –fuera de sí, sus músculos se tensaron, la rabia le encendió el rostro– ¡Eras cómo el hermano que nunca tuve, maldita sea!
–¡Te odio, alemán hijo de puta!
Pavel cargó ante el inmóvil Hermann, que aguantó el envite a pie firme. El puño recorrió el aire, antes de que la mano izquierda del mercenario rodeara la muñeca rápidamente y la retorciera con violencia. Aplicó la pierna y Pavel dio contra el suelo. Antes de que pudiera rehacerse, con un rápido movimiento hundió la pequeña destral en el hombro y escarbó para asegurarse de dañar los tendones. Su adversario dio un grito desgarrador y se revolvió para alejarse. Ambos cayeron al barro entre la lluvia y las blasfemias.
–¡Te mato! –el germano se lanzó sobre Pavel, golpeándolo con furia, asqueado de haber llamado amigo a aquél hombre–. ¡Te mato!
Asió de nuevo el tomahawk y lo levantó con decisión.
–Sí Hermann, otro judío más, cómo tu abuelo, cómo tu padre…
–Si te crees que te vas a salvar por mentarlos, lo llevas crudo bastardo –espetó–. Mi abuelo era un SS de lo más hijo de puta que podría haber en el partido y mi padre formaba parte de los Volkssturm y tuvo que hacer cosas espantosas para sobrevivir a la horda roja. Sus demonios son suyos, no míos. Adios.
Pavel dio un grito al ver bajar la afilada hoja hacia su cuello. Un crujido y un gorgoteo y la vida se escapó de su cuerpo. Hermann se aseguró de que estaba muerto hundiendo un poco más el arma en su cuerpo maltrecho.
–Maldito seas –escupió, mientras la lluvia disimulaba las gruesas lágrimas que le caían por la cara–. Maldito seas por hacerlo y por obligarme a esto.
Se incorporó sobre el cuerpo y se deshizo el nudo de la coleta, dejando el pelo suelto, pues recordaba que a Shakti le gustaba mucho que lo dejara así. Se mantuvo erguido un poco más antes de ir a buscar su arma y volver a la civilización, antes de que algún señor de la droga se le ocurriera echar un vistazo por allí.

sábado, 12 de abril de 2014

Pollito Wars: Filii Belli (10)

Décima parte. Esto está emocionante hasta para mí, que ya sé cómo acaba.


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En la superficie, las cosas andaban relajadas, en comparación con lo que había ocurrido hacía unos escasos milaikas. Los yagui destripados seguían exactamente en el lugar en el que habían muerto. Sin embargo, Malabestia, Púlsar y McQuarry habían entrado ya en la nave y los supervivientes al abordaje y al posterior aterrizaje forzoso se habían puesto en contacto con ellos. Y no sólo con ellos. Control de tierra les había informado de que la batería orbital no funcionaba y que no podrían cubrirles ante la amenaza que había atravesado la atmósfera y se dirigía a su posición. Así, algunos técnicos habían salido para, junto los esfuerzos del ingeniero jefe, poner en orden de combate el destructor, aunque fuera cómo artillería fija.
–Es inútil –dijo uno de los técnicos, tras comprobar el último cañón P.C.D.–. No digo que no puedan disparar de nuevo, digo que el sistema de control está frito. Tenemos la óptica funcionando, pero no podemos moverlo. Y el sistema de respaldo se ha atascado.
–Entonces, será mejor que la capitán ordene la evacuación –comentó otro de ellos, rascándose la cabeza. Después, señaló hacia donde las nubes se teñían por los disparos de los contendientes aéreos–. No creo que sea buena idea esperar a que aquellos se acerquen más.
–¿Y si lo movieramos a mano? –Malabestia se había acercado a ellos. Era muy aficionada a trastear con su equipo y siempre le había atraído la ingeniería de combate–.
–Ya he comentado que los sistemas de respaldo no funcionan.
–Yo no hablaba del respaldo –dijo, sopesando la larga barra que era el cañón–. Hablo de manejarlo desde aquí a mano y que disparen desde el puente.
–El cañón en su afuste pesa más de media tonelada –dijo el técnico con una sonrisa socarrona–. Aunque esté apoyada en el montaje, no es ya levantarla en vilo, sino poder aguantar el tiempo suficiente para dispararla.
Mala se acercó al cañón, caminando con cuidado por el casco. Debía de medir casi tres metros desde el afuste y contando el sistema de refrigeración tendría un diámetro de quince centímetros. No sólo parecía pesado, sino que lo era y mucho, ya que a pesar de la buena potencia y fiabilidad, era un modelo un tanto antiguo. La refrigeración era eficiente pero también añadía un peso extra nada desdeñable. Sin embargo... Malabestia flexionó las piernas y rodeó el cañón con sus brazos. De pronto y con un suspiro suave, se incorporó, elevando el arma hasta su altura, para, con cuidado, apoyarsela en el hombro. Tensó los poderosos músculos de las piernas para mantenerse erguida.
–Bien. Dadme cinco milaikas y creo que podremos tener un disparo claro.

–¡Señor, perdemos potencia!
–¡Manténgalo así maldita sea! –volvió la vista al informe de daños, con gesto preocupado. El alcázar había estallado en alarmas de emergencia tras cinco milaikas de combate cercano–. Dígame que no nos está derribando.
–Lo siento señor, pero en cuanto nos hemos acercado... –el oficial parecía cansado y apenas podía con todos los datos que el panel le ofrecía–. Bueno, nos están dando de lo lindo. Parece que poseían algunas armas de gran calibre y corto alcance, similares nuestros obuses de plasma. Hasta que no hemos estado a bocajarro, no han abierto fuego con ellas.
Énister meditó unos selaikas. Aunque el navío pirata no parecía tan serio, de cerca doblaba su potencia de fuego. En el espacio no la había usado, ya que querían capturar la fragata, pero ahora...
–Quieren derribarnos. Por eso han bajado. –se volvió hacia el oficial de comunicaciones–. Jim, dígales a los de control de tierra que necesitamos urgentemente apoyo artillero, o perderemos la fragata. Pregunte también al capitán Aubrey si nos pueden prestar algo de apoyo cercano.
–Sí señor.
El oficial cumplió sus órdenes y esperó la respuesta. Apenas un selaika después, una gran sacudida recorrió la fragata, que se estremeció cómo un puente en un terremoto. En el alcázar, todos se tambalearon y Énister tuvo que mantener el equilibrio ayudándose de la barra de sujeción del techo. Inmediatamente, la fragata hipó y los motores atmosféricos se apagaron. El Beaufighter, agujereado y envuelto en llamas, se precipitó hacia la superficie.

–¡Está cayendo! –gritó uno de los técnicos,dejando de añadir una nueva cubierta refrigerante al cañón que Mala sostenía–. ¡Han derribado el Beaufighter!
Todos miraron en aquella dirección. La fragata, dañada de gravedad y con lenguas de fuego recorriendo su casco no podía mantenerse en vuelo y se acercaba con velocidad al suelo. Su viejo reactor, fatigado por el esfuerzo del combate y los enormes daños que había encajado el navío, había dado un pico de energía demasiado alto antes de apagarse definitivamente.
–Sin el Beaufighter y con la artillería muerta... –comenzó a decir McQuarry, pero prefirió seguir subiendo los materiales al casco desde la escotilla–.
–¿Queréis dejar de decir tonterías y seguir trabajando? –Púlsar se había puesto sorprendentemente serio. Los yagui lo ponían extraordinariamente nervioso. Pero mientras que en otros humáferos eso provocaba el pánico, en él producía un aumento de la seriedad palpable–. Vamos que no terminamos nunca con esto y hay que dejar el cañón preparado para abrir fuego antes de que esos cabrones intenten seguir con su mierda y machacarnos a todos, así que dejaos de lúgubres predicciones y continuad trabajando.
Todos se le quedaron mirando. Sus dos compañeros con más sorpresa que curiosidad, que es lo que sentían los técnicos. En todo caso, sin decir una palabra más, terminaron de colocar la tercera cubierta refrigerante.
–Muy bien, con todo esto, debería permitirnos un disparo bastante potente –el ingeniero revisó el cañón y lo sopesó un momento con la ayuda de la semiyagui–. Y además, ahora pesa más. ¿Podrá aguantarlo?
–Sin problema –mintió Mala. Pesaba mucho más que al principio, dado que si sólo podían abrir fuego con uno, lo intentarían con toda la potencia posible. Y eso significaba una necesidad extra de refrigeración–. Es tan ligero cómo un pajarito.
–Muy bien, pues vamos a prepararnos para las correcciones de tiro –le tendió una máscara cómo de soldador–. Bien, soldado. ha de llevar esto y es muy importante que procure no mirar directamente el haz. He traído también para ustedes dos.
Les entregó otro par a Púlsar y al sargento, que se habían empeñado en quedarse para ayudar a Malabestia en lo que necesitara.
–Aquí traigo además trajes anti-incendios del equipo de emergencia de a bordo –miró la enorme planta de la soldado y resopló–. Por desgracia para usted no tenemos tan grandes, así que pongaselo sobre los hombros y use las mangas para apoyar las manos.
–Gracias –respondió ella, dejando el cañón apoyando sobre el casco con mucho cuidado–. Creo que nos vendrá bien.
Se colocó el uniforme ignífugo sobre los hombros y se puso la máscara de soldador, adaptándola a su cabeza. A continuación, haciendo un gran esfuerzo, levantó el cañón se lo puso en el hombro, antes de orientarlo en dirección al enemigo.

sábado, 5 de abril de 2014

Pollito Wars: Filii Belli (9)

Y no tengo tiempo ni para comentar; con mucho retraso os traigo la nueva entrega del fanfic. Espero que la disfrutéis.




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El alcázar del Beaufighter hervía de actividad. El primer oficial Énister había tomado el mando y mantenía el control de fuego bajo su atenta mirada. Haces de luz impactaban contra el casco, desviándose en ocasiones gracias a la angulación y el material del navío cómo a los escudos deflectores, que aún, a pesar de todo, funcionaban.
Énister era alto y espigado, de pelaje castaño oscuro y ojos grises, con una cicatriz provocada por un golpe añolaikas atrás en el pómulo derecho. Inclinó toda su estatura para hacer caso al oficial de sensores, que le indicaba las pantallas.
–¡Se retiran! –gritó, enardecido; pues cinco milaikas más de tan intenso combate y no sabía si la fragata aguantaría–. ¡Apretadles y que no escapen! ¡No deben escapar y dar nuestra posición a otros!
Efectivamente, el navío pirata, incapaz de mantener la liza, se retiraba hacia espacio profundo, virando con lentitud, dejando tras de sí los jirones de partículas desprendidas del maltratado casco.
–Jim, necesito que se comunique con los infantes de marina –dijo al oficial encargado de las comunicaciones, un anciano ajado y malencarado–, hemos de desenganchar para perseguirlos cuanto antes. Comunique con la superficie y dé el aviso de iniciando persecución.

En el espacio, ambas naves comenzaron a maniobrar. El pasillo de conexión entre la fragata y la astronave capturada se desenganchó bruscamente, dejando atrás algunos restos desgarrados del puente de abordaje. Reanudaron el fuego, tratando de frenar la huída del navío pirata, que ya aceleraba en dirección a las profundidades del sistema, para alejarse del pozo gravitacional que generaba el planeta. Los haces láser llenaron el espacio entre ambas astronaves, disipándose contra el casco o desviándose por efecto de los escudos deflectores, que ya estaban demasiado disminuidos cómo para poder reflejar todos los disparos.
–Muy bien, repulsores; compensad –dijo Énister, atento a la maniobra en el blindado alcázar–. Avante toda.
Los tres nucleosoplantes de la fragata se inflamaron en una llamarada azulada, haciendo vibrar el casco por el esfuerzo de volver al movimiento de combate después de tanto tiempo. Se puso tras su estela con un suave vaivén gracias a los sistemas de repulsión e inmediatamente de la nave yagui se desprendieron pequeños objetos. Apenas tardaron un momento en poder analizarlos y otro más en obtener una visual cercana de varios de ellos; se trataban de pequeñas naves y cápsulas de salvamento.
–¿Están evacuando? –Énister estaba asombrado. Era la cuarta vez que los combatía y nunca los había visto usar un medio de eyección–.
–Señor, están tripulados, pero no son yagui –el oficial de sensores trabajaba rápidamente–. Son esclavos.
En la visual, a través de los ventanucos en alguna de las pequeñas naves, se podían ver pequeños rostros que miraban al vacío aterrorizados. Énister enmudeció. Aquello no se lo esperaba.
–Aquí Aubrey –la voz sonó trémula en los comunicadores de todos los oficiales del alcázar–. Hemos capturado el navío yagui. Continúen con la persecución, ignoren a los náufragos. Nosotros nos encargamos.
–Me alegra escucharlo capitán –dijo el primer oficial, encantado de saber que continuaba vivo–. Muchas gracias por el apoyo.
Nadie contestó, pero la nave abordada ya se acercaba lentamente a la pequeña nube de esclavos abandonados.
–Muy bien, atención repulsores de babor –sin apartar la vista del mapa tridimensional, Énister daba la orden de maniobra–; impulso medio. Seguir un poco más... ¡Parad! ¡Estribor! ¡Compensad!
Los repulsores de estribor resoplaron para frenar el movimiento horizontal y continuar hacia adelante, en una maniobra tantas veces ejecutada antes que no habría hecho falta ni dar la secuencia completa de órdenes.
Lo que tampoco se esperaban, es que al ver que perdían distancia, el navío yagui se dirigiera directamente al planeta. Nadie en su sano juicio querría acercarse más a los cañones orbitales de una posición fortificada. Pero claro, la posición no había abierto fuego, y el control de tierra no había dado aviso de que los sistemas de fuego estaban atascados y no podían poner los hidráulicos en marcha, ya que alguien había obviado su mantenimiento. En cada revista que se pasaba, el corrupto capitán de artilleros había dado el visto bueno, a pesar de que algunas partes esenciales habían sido vendidas en el mercado negro. De esto, poca gente se enteró después de la batalla, pero el codicioso saboteador desapareció tres dilaikas más tarde para aparecer ahorcado ante la entrada de su casa.
–Vamos a seguirlos. Repulsores –se irguió completamente y cómo una vieja costumbre, se puso las manos en la espalda–, atentos a la orden.
Se desvió del curso suavemente, siguiendo la misma dirección que tomaban los yagui. Ante ellos, el navío pirata comenzó a brillar por la fricción, justo antes de que la fragata, ofreciendo su panza hiciera lo propio.
–Repulsores de proa, levantad dos grados más –las correcciones las daba respecto al pequeño monitor de estado, que iba cambiando según la temperatura aumentaba–, vamos demasiado rápidos.
–Señor, el casco soporta demasiada presión ya, si lo levantan más...
–Hágame caso. Dos grados más.
–Sí señor –el piloto volvió la cabeza a su puesto–. Repulsores. Proa, dos grados más hacia arriba.
El movimiento fue brusco. El aire ya combatía por levantarlo, pero el control de repulsión compensó adecuadamente el descenso. No podían inclinar ningún lado más de la cuenta si querían sobrevivir a la entrada en el planeta. No era la primera persecución de ese tipo que llevaban a cabo en el Beaufighter, pero sí la primera después de mucho tiempo y aunque la fragata era sólida y maniobrera, también proporcionaba un enorme plano de vuelo atmosférico y su maniobra de reentrada debía de ejecutarse perfectamente.
–Nos disparan.
–Sabía yo que no se rendirían –sonrió el primero oficial, encantado de que volvieran a presentar batalla–. No podemos responder hasta que no salgamos de la zona de peligro y podamos levantar los escudos térmicos, así que atentos a cualquier impacto para compensarlo inmediatamente.
–Sí señor.
Los haces se disimulaban en el pequeño infierno anaranjado que ocurría en la panza de ambas naves. La yagui, algo más estrecha y pequeña, avanzaba rápidamente, pues ofrecía menos resistencia, en comparación con la fragata que le iba a la zaga, de la que cada vez se distanciaba más.
–¡Repulsores! –gritó de pronto Énister, atento a la altitud y a la velocidad–. ¡Proa abajo, veinte grados!
–¡Señor!
–¡He dicho veinte grados! ¡Y es para hace diez selaikas!
El piloto gruñó y repitió la orden. El Beaufighter se inclinó con violencia y cayó de pronto varias docenas de metros, acelerando y alcanzando temperaturas extremas. El puente, uno de los elementos menos aerodinámicos del aparato, se puso en un tono que nada bueno presagiaba. Pero casi inmediatamente el aire se despejó. El color rojo temperatura dió paso a un rojo parduzco, más limpio. El cielo de aquél planeta, que desde tierra parecía tan sucio, era bello en sus alturas, cómo cualquier cielo visto desde el aire. Ahora, el Beaufighter recuperaba con rapidez el terreno perdido.
–Retirad los escudos térmicos. –apenas se había movido en su pose, la misma que llevaba adoptando desde que lo nombraron teniente hacía ya tanto tiempo–. ¡Preparado control de fuego! ¡A discreción en cuanto estemos a tiro!
Volvieron los disparos, mientras seguían descendiendo rápidamente a través de las nubes, que se inflamaban de colores según ambos navíos abrían fuego entre ellos.

martes, 1 de abril de 2014

Pollito Wars Filii Belli: Forzoso Intermedio

¡Atención, que te puedes reventar la historia. El principio de este fanfic lo encontrarás aquí.

La holosala estaba llena hasta la bandera. El palco vip, reservado a las estrellas protagonistas, se llenaba de nuevo, con risas, algunos juramentos y el suave y desquiciante murmullo de fondo que venía a ser la voz del incansable Púlsar.
-Espero que me saquen de nuevo, no me gusta nada eso de no acaparar pantalla -Aubrey engullía su tercer cubo de Alfa Centaury Fried Chicken™ con gesto satisfecho-. Ya veréis cómo eso de rajarme de arriba a abajo es muy exagerado. Si no, no estaría aquí.
-Pues capitán, ahora que lo dice, acabo de ver al sargento Hem volver del baño y parecía muy enterito para estar muerto -apuntó Malabestia sin malicia-. De hecho, parecía contento de tener las tripas en su sitio.
-Tú calla bicho, que contigo no hablo.
-¡Jerguins! -McQuarry se levantó de nuevo para reñir a sus subordinados, que la estaban liando de nuevo-. Si te vuelves a caer del palco, no te dejo volver a entrar... ¡Sois cómo putos críos!
-Mucho veo quejas por aquí sobre morirse o salir poco, pero yo todavía no he hecho ni media -Énister, el segundo, eterna sombra de su capitán se enfurruñaba en su asiento-. Sauri, tú por ejemplo, has tenido un protagonismo brutal.
-Quien vale, vale -dijo la comandante, encantada de su papel- y quien no, a llorar al parque.
-¡A callar todos, que ya empieza!

-¡Jobaaar!; ¿ésta no era porno? -dijo una voz desde la puerta del palco, porcina e insensata-. Con la de chatis con ganas de marcha que se huelen por aquí...
-¡SSSSHHHHHH!
-No sé tío, a mí me da que esta peli no es de suecas- otra voz, pequeñaja, comestible-. Creo que es una de esas de pensar. Un triller, o comosellame.
-¿Quién es el as en mujeres?
-¡QUÉ OS CALLÉIS!
-¡Perdón! -la vocecilla dudó un momento antes de responder alegremente-. ¡Tú, maestro!
-Pues tira pa' dentro, que aquí encontramos fijo nenas pa ligar.
-Huele cómo cuando me quemé el ala...


Pues nada, un pequeño intermedio que habría estado bien hacer en el cambio de capítulo, pero que se me ha ocurrido hacerlo ahora, que voy algo retrasado con las entregas. Llevo varios días añadiendo piezas nuevas a mi pc, lo que significa hacer el gilimemo delante de la pantalla más rato del que me suele gustar y que me suele acabar agotando.
Parece que se han colado un par de personajillos en el estreno de la holoproyección de Filii Belli, ciscandose muy mucho en la continuidad espacio temporal y literaria de este relato, de Pollito Wars, del Universo en general y de mi teclado en particular.