Y aquí la segunda y última entrega del bueno de Charles. Recordad que ayer por la noche publiqué la onceava de Folgore, en la anterior entrada. Un saludo a todos, espero que os guste.
Se acercó a la entrada de la
puerta con ánimo cauteloso. Lentamente, alargó la mano, para comprobar si
estaba abierta. No había suerte. Alguien desde el otro lado dio un respingo
cuándo el peso del ex-soldado hizo crujir una tabla del porche.
– ¡Muérete viejo cabrón! –
Dijo la persona que estaba tras la puerta. – ¡No creas que nos asustas! ¡Somos
una legión aquí dentro, gringo asqueroso!
Siguió gritando y lanzando
imprecaciones. Cerca, por lo visto. Charles chocó los nudillos contra la
puerta, como llamando.
– ¡Jajajaja! – Rió la voz,
gozosa. – ¡Ahora el pinche cree que le voy a ab…!
Dejó de reír después de que
el furibundo padre apoyara la
Colt en la puerta, a una altura adecuada y disparara. Desde
el otro lado, se escuchó la frase quebrada y el grito de espanto que lo siguió.
Volvió a enfundar la pistola y sonrió, malévolo, mientras sacaba del bolsillo
de su chaleco una barra oscura de la que sobresalían dos cables. Los conectó a
un cebador manual, que llevaba un carrete doble.
La puerta voló sin encontrar
resistencia por parte de las bisagras. Cayó dentro entre el estrépito de
cristales rotos, gritos variados y el propio estruendo de la explosión. Entre
el polvo y las astillas levantadas, apareció una gruesa forma, que se movía
endiabladamente rápida. Sin pararse a analizar la escena, de izquierda a
derecha soltó una ráfaga sin dejar de apretar el gatillo hasta que sus enemigos
se habían escondido. O estaban muertos, con las entrañas desparramadas.
– Lo diré por primera y
última vez. – Sentenció, iracundo. Estaba atento a todos los que continuaban
quejándose. – Decidme dónde está, o traédmelo, u os mataré a todos.
Nadie respondió. Un par lo
miraron incrédulos, otros no eran capaces de escucharle, como se veía por la
sangre de sus oídos. Sólo el par que aún estaba en condiciones por disparar se
dieron cuenta de sus palabras y vieron en su cara la veracidad de ellas. Y
trataron de coger sus armas, inútilmente. La ráfaga los destrozó en el mismo
sitio dónde se encontraban, convulsionando sus cuerpos. Los que pudieron
huyeron torpemente, pero algunos cayeron por las nuevas ráfagas. Avanzó hasta
uno de los heridos, al que ahora le corría una sombra oscura por el pantalón,
incapaz de contenerse. Lo agarró por el cuello y le acercó el cañón de la
pistola a la sien. Seguía atento al resto, por si las moscas.
– ¿Creo que no me he
explicado bien, no? – Sonrió de nuevo, con una expresión espantosa. – Dime
dónde está. O te juro por el altísimo que no respondo de mí mismo.
Aterrorizado, le comenzaron a
temblar las piernas. No sabía nada más que balbucear. Con los ojos miró hacia
las escaleras. El antiguo Ranger miró.
– Ah, claro. – Ejecutó al
sicario. – Está arriba, qué típico.
Sin dejar de dar la cara
hacia el interior, retrocedió con la ametralladora preparada, por si salía
alguien más. Como efectivamente ocurrió. La m249 volvió a rugir en cuánto
asomaron por la puerta superior, destrozando el marco y a los hombres que
aparecieron tras ella.
– ¡Veo que seguís sin
comprenderme! – Rugió de nuevo, subiendo con cautela las escaleras. – ¡No hay
nada que podáis hacer! ¡Nada! ¡Excepto devolverme a mi hijo!
Se acercó a la puerta de
acceso al pasillo superior. Asomó ligeramente un pañuelo y retiró la mano antes
de que se la volaran. Sacó otra granada del bolsillo, cilíndrica. Le quitó la
anilla y la hizo rebotar contra las paredes. Se cubrió tras la puerta y esperó
la leve detonación y el suave siseo del humo saliendo. Corrió hasta la primera
habitación, cubierto por la densa humareda. Estaba vacía, pero escuchaba voces
en la siguiente, así que se le ocurrió una broma que les encantaría.
Al otro lado, atado en un
sillón, estaba su hijo Erik. No podía gritar, ya que estaba fuertemente
amordazado y tenía los ojos vendados, pero podía escuchar perfectamente el
estrépito. Oyó que tocaban a la pared que tenía enfrente. Los sicarios y el
narcotraficante se giraron hacia ella cuándo dejaron de tocar y ya la
aporreaban. Un cuadro cayó y se hizo añicos contra el suelo.
Apenas los cristales dejaron
de esparcirse por el suelo, dispararon a la pared sin control Aquí y allá, los
matones y el narco vaciaban pistolas fusiles y subfusiles, con la esperanza de
asesinar al intruso. Cuándo el silencio se hizo patente y nada más se
escuchaba, sonrieron confiados.
Desde la puerta, les llegó un
sonido escalofriante. El suave roce del cañón metálico contra la cincha de
sujeción hizo que se les erizara el cabello de todo el cuerpo. Antes de que
reaccionaran del todo, la ametralladora rugió, hambrienta. De izquierda a
derecha, de nuevo, disparaba una y otra vez, en una interminable ráfaga que
llenó la sala, desparramando sesos y tripas por ella. Excepto los del narco,
que ahora temblaba en el suelo, con el arma a sus pies, incapaz de cogerla. Se
acercó Charles, poniendo a su espalda el humeante m249 y sacando la pistola de
nuevo.
– Y esto, es lo que pasa
cuándo crees que estás por encima de la ley. – Le hablaba en voz baja, para que
su hijo no lo escuchara. – Que llega un momento que cabreas al que de verdad está fuera de la ley. Porque…
¿quién me condenará? ¿Qué juez en su sano juicio, en el estado de Oklahoma se
atrevería a condenar a un hombre que ha destruido a una importante banda
traficante, para rescatar a su hijo secuestrado? No, nadie.
Le apoyó la pistola contra la
sien, apretando con fuerza.
– Nunca pensáis a quién
estáis jodiendo hasta que resulta que despertáis a Némesis. No te daré la
oportunidad de rehacerte. No te daré la oportunidad de hacer más daño. Hoy, y
quiero que me escuches bien, acaba tu vida. Serás el ejemplo para toda la
escoria como tú. Mala suerte.
Lo último que pasó por su
cabeza, fue una bala del calibre 45, que le abrió el cráneo cómo un melón
maduro. Charles se levantó tras ejecutar al narcotraficante y se propuso
desatar a su hijo. Las explicaciones vendrían luego, de momento sólo sentía la
satisfacción de encontrarlo sano y salvo. Algo magullado, pero vivo y entero,
al fin y al cabo.
Vaya semanita de actualizaciones.
ResponderEliminarY digo yo... ¿Por qué tanta violencia?
Y más que voy a actualizar.
EliminarPorque Homer así lo quiere. Nah, piensa que Folgore ahora mismo está lleno de explicaciones imposibles y tal vez un poco cargantes. Meto violencia en otro sitio y au.