Esta vez toca explicación antes de que leáis. Soy jugador veterano de la campaña que narra mi buen amigo, el Narrador de Antagis.
La campaña, pasado el verano, cumplirá nada más y nada menos que diez
añazos y algo habrá que organizar. De momento, os traigo una carta,
escrita por mi personaje, Vilem, para su amada; Emmariel. Es una pequeña
reflexión que se hace el personaje causada por la muerte de uno de sus
compañeros y amigos, que era uno de los miembros fundadores del grupo de
aventureros. Espero no aburriros mucho:
Técnicamente, en la campaña no ha pasado ni por asomo tanto tiempo, pero al volver a casa después de la partida en la que nuestro mago perdió la vida, sentí necesidad de escribir algo, como homenaje. Hoy, lo cuelgo, para que lo leáis si queréis.
¡Un saludillo!
Carta a Emmariel (versión guay).
Diecisiete de Siroco del ciclo solar cinco mil cuarenta y cuatro.
Amada Emmariel
Ha
sido un día duro. Hoy contemplo uno de los crepúsculos más tristes
desde hace ochanas. Estoy aún feliz por el nacimiento de Alana y por
haber podido pasar un tiempo con vosotras, a pesar de lo breve que fue,
pero hoy ha ocurrido una tragedia, que aún considerando nuestra
profesión, nos ha cogido a todos por sorpresa. Trafeliguan, Taffel, el
cábiro que aquel día apareció conmigo y juntos marchamos al Oeste, ha
fallecido víctima de unos cíclopes, comandados por la pérfida Amaranta,
dríada del valle del Roble Rojo, que se había trasladado hasta aquí con
oscuras intenciones. Antes de que anocheciera hemos arreglado su cuerpo y
Nali lo ha preservado para el viaje con una de sus runas. En Leze
tenemos pensado entregarlo a la Casa de la Muerte, para que oficien un
funeral y se lo lleven de vuelta a su tierra y dispongan de él según sus
deseos.
No
sólo su óbito me ha entristecido, sino que me ha hecho pensar en mi
propia vida, en ti y en nuestra hija. Siempre digo que mis aventuras
sólo son escalones hasta llegar a un objetivo final. Viajar y hacer
alianzas, formarme un nombre que el gentío reconozca y ame, y conseguir
dinero para poder poner en marcha la independencia de mi país. En otro
tiempo había dudado de mi tarea, pero siempre pensando en lo fútil de
mis intentos. Sin embargo, ahora no es eso lo que me preocupa y que hace
que a intempestivas horas escriba esta carta desde el comedor del
puesto comercial de Olgo. Es la posibilidad de perder mi vida lo que me
asusta por primera vez, no por el trámite de morir, sino por no volver a
veros.
Hace
ya tiempo que tengo la sensación de ser un anciano, rodeado de jóvenes,
a pesar de que algunos me superen bastante en edad y de que yo no soy
un anciano en absoluto. Ahora me arrepiento de los últimos años, en los
que han dominado los vicios, el trasiego de vinos y licores variados, de
los excesos y la inactividad. Sin ir más lejos, el propio Olgo me ha
servido una copa de vino con leche de cabra, para ayudarme a dormir, y
me ha dejado la botella cerca por si quería rellenar la pequeña jarra.
Hace casi un año que soy incapaz de beber nada y no negaré que me ha
hecho bien, pero ni he reparado en este hecho hasta que me la he llevado
a la boca y he notado que me quemaba los labios. Doy gracias por
semejante «maldición», pues si no, temo que podría haberme dado de
nuevo, sin límite, a la bebida.
El
pobre Taffel. Sabemos quién era, pero ahora me doy cuenta de que no lo
conocíamos tan bien. Hablábamos mucho, sí, pero no nos contaba nada de
su vida. No sabíamos de él más que lo poco que nos dijo y lo que con
nosotros lograba. Era alegre, algo soberbio y codicioso, pero nunca
contó sobre su familia, o amigos. Aunque tampoco pregunté y ahora me
arrepiento, pues siento que he perdido un gran amigo a pesar de todo. He
abierto su testamento, pero no es demasiado esclarecedor. Así que me
temo que símplemente puedo llevar a cabo sus últimos deseos. Se me hace
extraño no escuchar su respiración ruidosa, extraordinaria para alguien
de su tamaño, en la alcoba aledaña, o saber que al despuntar el alba no
escucharemos una de sus chanzas, o su risa, contagiosa a más no poder.
Esta
sensación me recuerda demasiado a tiempos menos agradables de recordar,
en los que perdí a amigos o familiares. Otros compañeros han muerto y
siempre es motivo de tristeza. Lenara, Thain, Ulnar... En su momento el
fallecimiento de Maximilian me sumió en un estado semejante, aunque no
lo conocía tanto como al cábiro. Pero fue un gran amigo y su muerte me
apena incluso más por el hecho de que ni siquiera debía combatir y aún
así, recibió una flecha de la que no se pudo recuperar. Sigoculpandomee
por aquello, a pesar de haberlo rescatado yo mismo de las fauces de una
muerte segura y horrible. Pero siempre pienso que debería haberle hecho
marchar, a vivir su vida y no a seguir la mía. Evidentemente, la
aparente muerte de Qunisp, o de Faran, me apenaron; especialmente la de
este último, pero siempre encuentra, por suerte, la forma de volver. Ha
sido tal vez las circunstancias de la muerte de Taffel lo que me ha
hecho pensar. No ha sido en una gran batalla cómo Qunisp, no ha sido
producto de una traición cómo mi querido Feredil, que Mekagraon lo tenga
en su seno. Ni siquiera ha sido porque le viniera demasiado grande,
como a Maxi. Ha sido en el Plano Umbrío, en un combate que en parte por
mi imprevisión se nos había ido de las manos. Fuí lento al pedir favores
que no me gusta pedir y que tal vez le habrían salvado la vida. No lo
sé. Aunque Amaranta a la larga podría haber hecho daño, Taffel murió
porque en un momento dado decidí que era mejor ceder, en lugar de hacer
lo acostumbrado. Si hubiéramos acabado con ella, él y mucha otra gente
seguirían con vida y esta carta sería distinta. En todo caso, Vaire me
ha contado que se batió como un valiente, a pesar de la superioridad de
los enemigos y que no cejó hasta que lo mataron, dándonos al resto un
tiempo muy valioso para poder enfrentarnos a nuestros respectivos
enemigos. Aún así, no nos dió tiempo a anclar su espíritu para reparar
su cuerpo, cómo hiciéramos ya antes.
No
sé qué más escribir, amor mío. He acabado desviandome de la dirección
que me propuse con la carta y al final te habré preocupado. Necesitaba
tal vez escribir un desahogo y también necesito de ti y de la pequeña
Alana. Dale un beso y un abrazo de mi parte. Es muy posible que cuando
terminemos con esta aventura, viaje a Antagis para veros.
Un beso, mi amor.
Vïlem Rendarn.Técnicamente, en la campaña no ha pasado ni por asomo tanto tiempo, pero al volver a casa después de la partida en la que nuestro mago perdió la vida, sentí necesidad de escribir algo, como homenaje. Hoy, lo cuelgo, para que lo leáis si queréis.
¡Un saludillo!
Carta a Emmariel (versión guay).
Siento decir que serán nueve años, y no diez. Pero igualmente es muuucho tiempo con la misma campaña y algunos de los personajes iniciales han recorrido con nosotros un gran tramo.
ResponderEliminarJoder, cómo me despisto últimamente de los comentarios.
EliminarVaya, pues casi mejor, que me estaba sintiendo un poco anciano. Y me da algo más de tiempo...