Pack McPorck llevaba un mal día.
Había dormido fatal, había evacuado fatal y se encontraba fatal. Le sabía la boca a estropajo y le olía el aliento a cloaca.
- Necesito un café -murmuró, prácticamente incapaz de vocalizar con normalidad-. Calentito, café calentito.
- Y un chorrito de coñac -dijo una voz, cerca de su oído-. O vodka.
- Ciertamente -concedió Pack-.
Se abalanzó al banco de la cocina y conectó la ruidosa cafetera. Hoy era azul y se sintió algo reconfortado. Si hubiera sido amarilla, ya no habría cafetera encima del banco.
El bote del café estaba abierto, cosa rara porque sólo vivía él allí y que recordara, lo había guardado perfectamente. En todo caso, negó con la cabeza y sirvió tres buenas cucharadas del polvillo grisáceo en el filtro. Esperó pacientemente a que terminara de echar líquido en la taza y sacó dos botellas. En una, había un líquido oscuro, como las bebidas de cola descafeinadas, mientras que en el otro, el líquido era un poco más soso. Dudó un momento y al cabo echó un buen chorro de ambos en el café.
Se llevó la mano a la cabeza y soplando con cuidado lo vertió en el embudo conectado a su occipital. Casi al instante se estiró todo lo alto que era y con un alegre silbido se vistió, agarró el paraguas y salió decidido a tener un buen día en la planta de procesado.
Había dormido fatal, había evacuado fatal y se encontraba fatal. Le sabía la boca a estropajo y le olía el aliento a cloaca.
- Necesito un café -murmuró, prácticamente incapaz de vocalizar con normalidad-. Calentito, café calentito.
- Y un chorrito de coñac -dijo una voz, cerca de su oído-. O vodka.
- Ciertamente -concedió Pack-.
Se abalanzó al banco de la cocina y conectó la ruidosa cafetera. Hoy era azul y se sintió algo reconfortado. Si hubiera sido amarilla, ya no habría cafetera encima del banco.
El bote del café estaba abierto, cosa rara porque sólo vivía él allí y que recordara, lo había guardado perfectamente. En todo caso, negó con la cabeza y sirvió tres buenas cucharadas del polvillo grisáceo en el filtro. Esperó pacientemente a que terminara de echar líquido en la taza y sacó dos botellas. En una, había un líquido oscuro, como las bebidas de cola descafeinadas, mientras que en el otro, el líquido era un poco más soso. Dudó un momento y al cabo echó un buen chorro de ambos en el café.
Se llevó la mano a la cabeza y soplando con cuidado lo vertió en el embudo conectado a su occipital. Casi al instante se estiró todo lo alto que era y con un alegre silbido se vistió, agarró el paraguas y salió decidido a tener un buen día en la planta de procesado.
Juas, juas... Perversiones surgidas de una mente enferma, sin duda.
ResponderEliminarPues aunque no lo creas, yo diría que es producto de una indigestión o algo así. Cuándo me he levantado ésta mañana con el recuerdo de lo que se lee arriba, estaba bastante confundido.
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